Capítulo 17

3332 Words
POV. IVANTIE Fruncí el ceño. —Buenas noches a ustedes. —Mis hermanos salieron de mala gana, pero se fueron. Le jalé una manga a Mario. —Tú duerme conmigo por favor, no puedo conciliar el sueño. Mario me sonrió encantado. —Claro mi cielo. Suspiré y corrí a meterme en la cama, Mario me abrazó en cuanto se acostó a mi lado. —Te extrañe todo el día. —Le dije algo cohibida cuando puso su cara en mi cuello. —Yo también. —Me ericé al sentir su lengua recorriendo mi cuello. —Te traje tus chocolates, encontré unos… lindos. Puse mis manos en sus hombros. —Me gusta cuando haces eso. —Mi marca aún está ahí, creo que ni te diste cuenta. —Me miró con una sonrisa en la cara. De pronto recordé como me había succionado el cuello la otra noche. —¿Me habías hecho un chupón? Mario seguía sonriendo. —Sip. Le iba a dar un golpe en la cabeza cuando su mano se cerró en mi muñeca y me atrajo más a él. Su mirada se volvió sería. —Te dejaré golpearme solo de día, aquí no. De pronto mi corazón comenzó a latir muy fuerte. —¿Me vas a besar? Mario me apretó con más fuerza. —Voy a besarte hasta que pierdas la cabeza. Hice un puchero. —¿Por qué sabes besar tan bien? Mario parecía sorprendido. —No sé, antes de ti no había estado ni cerca de tener una novia, pero ahora que te tengo, quiero hacer todas esas cosas que hace Cristián con su esposa. Me sonrojé. —¿Qué hacen? Mario se puso encima de mí. —No te lo diré. Me acomodé debajo de su peso, me sentía muy… apretada contra él, pero no era incómodo. Sus manos se posaron en mi cara. —Voy a darte un beso francés. —Quiero… Mario cubrió mi boca con la suya y antes que pudiera hacer algo abrió mi boca con sus labios y su lengua invadió mi boca. Cuando él lo hacía me gustaba, por eso lamenté cuando se separó de mí. —Perdón. Me salí de mi ensoñación. —¿Qué? Mario se rascó la cabeza. —Siempre que te beso así, quedas algo ida, bueno ayer creí que te gustó, pero me parece que no te agrada nada. Me salí de debajo de él y me acomodé encima. —Me gusta mucho cuando me besas de esa forma Mario. Mario me abrazó y me mantuvo así. —Entonces correspóndeme. Me sonrojé, pero no podía echarme atrás, no cuando yo quería también. Comencé torpemente a besarlo, hasta que él abrió su boca y comencé a juguetear con mi lengua. Mario me sostuvo de las caderas y me apretó con firmeza. Mario apartó su boca. —Ivantie, dame un poco de aire. Me aparté rápido. —Lo siento. Mario me sonrió. —No es por lo que crees princesa, te lo explicaré otro día, creo que debería irme a mi cuarto ahora mismo. Me senté encima de él. —No quiero, quiero que te quedes. Mario estaba algo ido. —Bájate. Me sentí algo mal. —No quiero, me bajaré hasta que digas que vas a quedarte. Mario puso sus manos en mis caderas. —Dame un beso. Feliz que me pidiera eso le di uno francés de nuevo, esta vez me tomé mi tiempo para juguetear. —Creía que no eran novios, a mí me parece que si, ¿y a ti? Me separé de Mario que estaba medio perdido. Papá estaba feliz al vernos, junto a él estaba Cristián, quien me estaba frunciendo el ceño. —Yo sabía que eran novios. —Dijo Cristián. Papá me guiñó el ojo. —¿Mintiéndome? Me levanté de la cama y me quedé mirando a papá con las manos en las caderas. —Deberías tocar antes de entrar a mi cuarto. —Cristián me estaba mirando atentamente. —Es mi pijama, es “todo” el pijama. —Vaya… —Dijo Cristián con una sonrisa extraña en la cara. —Al final si nos parecemos hermanito. Mario se levantó de golpe. —Yo no me parezco a ti, no ando regalando ese tipo de ropa a las chicas, ella ya se vestía de esa forma. Cristián se le acercó y le dio un coscorrón en la cabeza. —Idiota, ven vamos a tu cuarto. —Vayan, vayan, duerme bien hijo, espero seguir hablando contigo mañana. Cristián le sonrió a papá de una forma bastante dulce. —Si padrino, ahora me llevo a mi hermanito pervertido. —A mí me parece que mi hija es la acosadora. Me sonrojé y me puse a saltar. —¡Fuera de mi cuarto! Mario me jaló un mechón de cabello cuando paso a mi lado, llamando mi atención de inmediato. —Dame otro beso de buenas noches. Me puse en puntitas y él me besó. —Yo tenía que besarte. —No hagas pucheros, nos vemos mañana. Hice un gran puchero. —Bueno, que conste que no me levantaré hasta que tú vengas y cumplas con lo que dijiste. Mario me revolvió el cabello. —Está bien. —Mario se dio la vuelta y salió de mi cuarto con su hermano. —Buenas noches tío. —Dijo desde la puerta. —Buenas noches niños. —Lo quedé mirando a él y a la puerta. —No, yo no me voy. Me volví hacia mi cama. —Me vas a regañar. Papá parecía sorprendido. —No, solo quería darte las buenas noches y Cristián quería seguir hablando con Mario, ¿por qué pensaste eso? Me cubrí con las mantas. —Porque solo haces eso; Ivantie no te vistes como señorita, Ivantie compórtate, Ivantie no hables así… Papá levantó las manos. —No pensé que me la pasara regañándote. —Es que nunca hago nada bien. —Dije acomodándome para dormir. —Nunca. —Ivantie, no pensé tampoco que entre nosotros hubiera problemas. —No los hay. —No hay nada de nada, para eso tendrías que hablarme más seguido. —Mañana seguiremos hablando… me parece que estas cansada. —El colchón se hundió bajo su peso. —Buenas noches mariposita. —Buenas noches. Un beso cayó en mi cabeza. —¿Ya no hay más “papi”? no importa. Me aferré a las mantas. —Bueno, buenas noches papi. Papá me soltó las manos y me abrigó con las mantas como solía hacerlo antes, cuando era pequeña. —Te amo mi mariposita. Me sonrojé. —Yo también papi. —Papá estaba saliendo de mi cuarto, me senté en la cama. —¡Papi!! Papá volvió corriendo. —¿Qué pasa? No quería seguir sintiéndome rechazada. —¿Por qué ya no pasas tiempo conmigo?, ¿por qué ya no me hablas? Papá me sonrió con pesar. —Tú ya no quieres estar con papá. Hice un puchero. —Mentira. —Le tendí los brazos. —Yo quiero a papi. Papá me abrazó. —Mi pequeña mariposita, ¿recuerdas por qué te puse así? —Negué. —Porque siempre revoloteas por todas partes sin darte cuenta de nada, ni siquiera como me alejaste de tu lado. POV. JAZMÍN Desperté sintiéndome acompañada, como no lo había estado en mucho tiempo. El brazo de papá me rodeaba con fuerza, por lo que me quedé disfrutando de la sensación de calidez que transmitía. —¿Estás despierta? —Asentí. —¿Vas a comer hoy? Me había llevado un susto de muerte cuando me habían despertado la noche anterior. Mis padres habían llegado por la noche a verme… —¿Qué hacen aquí ustedes dos? —Les pregunté con miedo de lo que me podrían responder. Mamá miró a papá. —Yo le dije a mis padres y a los tuyos, ahora te toca a Jaz. Papá me abrazó. —Cuando lo pones de esa forma… Jaz, mira, mamá y yo estamos aquí porque no nos parece justo que estés sola en esta situación. Iba a saltar de felicidad, pero… —No estoy sola, los abuelos están conmigo y también mis tíos y primos… —Dije sin dirigirle la mirada a ninguno. —En esta situación. Papá me tiró un mechón de cabello. —No me lo estas poniendo fácil, verás, no es justo que te dejemos sola siendo tus padres, te amamos y ya amamos a este pequeñín que tienes aquí. —Su mano cayó en mi pancita. —¿Por qué no llamaban?, ¿acaso es divertido dar sustos así? Tratarme así… —Dije sollozando. Papá me abrazó, mientras mamá me acariciaba el cabello y me hablaba con suavidad. —Ya bebé, calma. No quisimos llamar porque nuestra idea es…bastante imprudente. —Necesito nuevos horizontes. —Dijo papá contra mi pelo. —Pero eso lo hablaremos mañana. —¿Sí?, ahora debes comer. —No quiero, solo quiero dormir. —Dije enojada porque me despertaran y apenas quisieran saber de mi bebé. —Por cierto, mi bebé está sano y ya le he comprado un montón de cosas, gracias. Papá hizo una mueca. —Cariño, no te sientas enojada… —No estoy enojada, estoy herida de que apenas quieran hablar conmigo, después de que me despertaran, llegan así y nada más, ni explicaciones ni disculpas. Mamá estaba triste, se veía en sus ojos. —Cariño, no es que no nos preocupes, sino que es tarde y nos preocupó que no comieras, y tú abuelo Fabián dijo que te saltas las comidas muy seguido... —No importa, solo quiero dormir. —Bajé la cabeza desanimada. Papá dejo que me acurrucara en mi cama. —Bien, pero no vas a dormir sola hoy, no quiero que digas que estás sola cuando tus padres están aquí. Me sentí animada, pero luego recordé todos esos momentos de silencio, cada vez que los recordaba me entristecía. —No gracias. —No te lo estaba pidiendo, voy por mi pijama. Minutos después volvió con su pijama, mamá también se había retirado con un tenue “hasta mañana”, pero no volvió. —¿Qué pasó con mamá? Papá se encogió de hombros y se metió en mi cama. —Es hora de dormir, así que ven aquí pequeñita. Me acosté de mala gana, pero lo hice y así es como desperté sintiendo la calidez de mi papá después de mucho tiempo. —Y bien, ¿vas a comer? —Conocía ese tono de voz, me estaba queriendo decir que o baje a comer por las buenas o lo hacía por las malas. Me levanté lentamente de la cama, era un truco que había aprendido a la mala para que el mareo matutino no viniera tan fuerte. —Ya voy, no te preocupes que, si me dedico a comer, solo que tengo mis propios horarios. Papá me frunció el ceño. —El viejo dijo que apenas y comías, incluso me dijo que siempre tenía que mandar a Ivantie a buscarte. Seguí mi camino hacia el baño. —Eso no es así, ella siempre viene por su cuenta y es porque ella es así de adorable. Papá no dijo más, pero escuché la puerta abrirse, así que di por hecho que se había retirado. Me tomé mi tiempo para arreglarme, demorándome un poco al maquillarme. Aún no sabía por qué mis padres estaban aquí, no me creía para nada que ellos estuvieran solo por mí. —¡Jazmín! Tus padres están aquí, es increíble. —Miré a Ivantie al salir del baño, estaba rebosante en alegría. Le sonreí, no quería arruinar su felicidad, pero…—Lo sé, papá se vino a dormir conmigo hoy. Ivantie se encogió de hombros, pero algo pareció dejarla pensando. —Papá nunca ha dormido conmigo… Tomé mi bolso, el cual estaba tirado en el piso a un lado de mi cama, lo revisé y cuando supe que todo lo que necesitaba estaba allí, le hice una seña a Ivantie. La pobre parecía que estaba pensando hacer algo sobre su relación con su padre, esperaba que así fuera, ya que no se veían muy unidos y eso no era bueno para una niña tan dulce como ella. —Tal vez deberías decírselo. —No sé, ayer me dijo unas cosas raras y lo dejamos así. Pero me alegraría que no me llamara tanto la atención, que quizás apreciara algo de lo que hago. —La tristeza que emanaban sus palabras podía afectarme hasta mí. Puse mi mano en mi estómago. Te juró que no te dejaré solo bebé y que nunca te reprocharé… por lo menos no más de lo necesario. Le dije a mi pequeñín. —Deberías hablar más con tus padres… Ivantie pegó un chillido. —No puedo hablar mucho con ellos, en especial con mamá. Ella quería una niña adorable y a la que pudiera vestir con vestidos con muchos vuelos, maquillarla y con la que pudiera salir de compras. En cambio, obtuvo una niña que escalaba árboles, golpeaba a niños más grandes que ella cuando iba al jardín de niños y que detestaba los vestidos, bueno aun odio “esos” vestidos. No, definitivamente no creo que deba hablar demasiado con ella, pero quiero hablar más con papá. —Algo es algo. —Le di mi apoyo a través de un breve abrazo. —Ahora vamos a desayunar, a propósito, ¿cómo supiste que mis padres estaban en la casa? Casi pude sentirla dudar. —Bueno… entré al cuarto de Mario y me encontré a Cristián, él ya sabía que tus papás estaban aquí. Aún no conocía al hermano de Mario, esperaba que fuera como él, quien era un chico bastante dulce, apropiado para Ivantie. Su hermano no debería estar tan lejos, ¿no? —Quiero conocer al hermano de Mario, ¿cómo es? De seguro se parece mucho a tío… Ivantie me jaló de la manga del suéter que me había puesto. —No te equivoques, ese tipo tiene un aura oscura y por alguna razón le desagrado terriblemente, y no me digas que es mi imaginación porque siempre me frunce el ceño. Ahora me sentía curiosa con esa información. —Eso… no es bueno. Bajamos las escaleras como todos los días, en la bajada estaba un tipo alto y de cabello n***o. Miré a Ivantie y ella estaba frunciendo el ceño de manera atemorizante. —¿Es él? —Le pregunté. —Buenos días, ¿quién eres? Miré hacia abajo y me acerqué lentamente. —Me parece que no nos conocemos. —Le tendí mi mano derecha. —Soy Jazmín Dan, hija de David Dan. A propósito, era yo quien debía preguntar, no tú. Él me sonrió. Si, definitivamente era un Dan, no solo por sus ojos azules, sino que, a pesar de su cabello oscuro y su tez un poco más broncínea y toda esa barba, podía brindar una sonrisa que derretía. —Soy Cristián Dan y mi abuelo fue quien le dio nombre a tu padre, un gusto conocerte y espero que me disculpes por mi malhumor. —Te disculparé solo si me dices la razón de tu malhumor. —Cristián miró a Ivantie y luego se dio la vuelta. —Está bien, te disculpo. —Gracias. —Me dijo. —Viviré. Ivantie se turnaba para mirarnos. —Ella está embarazada, no deberías molestarla. Cristián bufó. —Mi esposa aguantó muy bien mi humor cuando estuvo embarazada de mis trillizos, créeme cuando te digo que las embarazadas no son para nada débiles y lo peor es tratarlas como si fueran de papel. Esposa, esposo… igual… compañero. Me sentí hundir en un vacío, ¿sería más fácil con compañía? —Estuviste siempre ahí, ¿cuándo ella estaba embarazada? Cristián me frunció el ceño. —Por supuesto, era a mis hijos a los que esperaba, no iba a dejarla tirada como si no valiera nada. Asentí. —Así es más fácil… —Pensé en voz alta, pero Cristián me estaba prestando toda su atención —¿Dónde está tu esposo? —Me preguntó con desinterés. —¿Esposo? —Se me fue el aire con esa pregunta. —Quiero llorar… Cristián se preocupó. —Oh Dios mío, ¿las hormonas?, ¿de cuánto estás? Ivantie se puso a toser de forma compulsiva. —Deberíamos ir a comer, el abuelo y tus padres se van a poner nerviosos y probablemente se enojen y todo… Estaba sintiendo que el vacío se abría a mis pies, pero con el cambio de tema de Ivantie, ese vacío se cerró. —¿Comiste? Cristián asintió. —Si, desayuné con mi hermano. Ahora lo estaba esperando para seguir conversando. Ivantie se quejó. —¿Por qué? —No te importa. —Le dijo Cristián. Bien, esa era mi señal. Agarré a Ivantie del brazo y le hice una seña a Cristián. —Nos vemos luego, me interesa conocer esa parte de la familia y también sobre donde vives y muchas cosas más. —Le hice unas señas, pero él solo respondió con una sonrisa. Definitivamente odiaba a Ivantie por alguna razón y no la quería cerca de su hermano, todo eso de hablar y hablar tenía un fin. Después de todo, era un Dan, no debía de moverse sin un motivo. —Me odia, vi esa mirada que me dio. Pero, ¿por qué hablan tanto? Corrí prácticamente al comedor. —No lo sé, pero déjalo, que no te moleste porque ya se irá pronto. Ivantie suspiró. —Si, tienes razón, es mejor que no me moleste con él por nada. —Eso es, esa es la actitud. Era mejor que no la molestara con mis ideas, porque podía equivocarme y eso no sería bueno. —Oye, ¿son gritos los que escucho? Me paré y puse atención. Eran gritos que se escuchaban desde lejos, apenas y lograba escuchar algo, pero reconocía las voces. —Ivantie, vamos a correr. —Le dije arreglándome el bolso. —¿Puedes correr con esas cosas? —Miró mis zapatos. —Porque yo no lo creo. Le di un guiño. —Cariño, puedo correr y saltar la cuerda en tacones. —Si tú lo dices… La agarré del brazo y corrimos hasta el comedor. Apenas había abierto la puerta para ver qué estaba pasando. Papá y el abuelo estaban gritándose mientras Sebastián y Víctor estaban tratando de hacer algo, pero ellos no les prestaban atención. Tío se veía cansado y tía le fruncía el ceño a mamá, quien estaba comiendo un pastelito con naturalidad. —Beatrice, te digo por enésima vez que calmes a tu marido, va a matar a mi suegro y francamente le tengo más estima que ha David. Me acerqué a mamá con cuidado, no se veía muy bien cuando tía le dijo eso. —Mamá, tía, ¿qué pasa aquí? Mamá me sonrió. —Te veo de mejor humor que ayer, debe de ser el embarazo. —Beatrice, tu marido por favor. Miré al abuelo y a papá. —¡Hey!, ¿qué les pasa? Papá se calmó. —Cielo, no deberías gritar en tu estado. Siéntate y come algo. Levanté mi dedo y lo apunté, todo muy lentamente. —No vengas con esa cara de preocupación papá y dime por qué discutían. Papá apuntó al abuelo. —Ese viejo es un maldito y apenas lo soporto. —Ni siquiera yo, que ya estaba aquí antes que ellos, sé porque peleaban. —Habló tío desde su sitio. El abuelo se me acercó. —No me enojaría si este mocoso no me hiciera explotar, ¿me puedes explicar hijo, por qué no quieres vivir conmigo? —Te dije que necesito mi espacio, no voy a vivir aquí. Tú casa esta sobrepoblada. —¡Mentira! —Miré al cielo, aquí iban. —Beatrice, te lo digo por última vez que controles a tu marido. Mamá golpeó la mesa con las manos. —¡Cállense todos! ¡Ozana deja de decirme que hacer por una maldita vez!
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