Entró en casa a eso de la media noche…
Miró hacia todos lados, pero no veía nada, era bastante extraño porque se suponía que ella lo esperaría, no, ya no podía pedirle eso. Se reía de eso.
—¿Por qué te ríes? —Irina bostezó.
Irina estaba parada en la escalera al segundo piso, desde hace un mes vivían en la casa- pensión de la mamá de Pierre o la ex casa ya que ahora vivían en la mansión que se veía mucho más familiar con Nicoleta y Andrei corriendo por todos lados. Andrei ya tenía dos años y sabía cómo correr.
La miró con atención, la veía tan tierna— Vamos a la cama, parece que te vas a caer en cualquier momento, le dijo
Tomó el bolso que había dejado tirado en el suelo al entrar en casa y se encaminó hasta ella. Le acarició las mejillas y la besó en los labios.
–Vamos, arriba —dijo Pierre
Irina le abrazó– Vamos.
Se reía, la veía tan agotada y él no podía dejar de sonreír como un idiota cuando la veía, en especial cuando se vestía con los pijamas de ositos que él le había comprado. Con un movimiento la levantó en brazos.
Irina lo besó en los labios, y dijo– Te amo.
—Si, yo también y ahora vamos a descansar ¿cómo estuvieron tus clases? —dijo Pierre
La sonrisa de Irina fue de orgullo— Hasta ahora soy la mejor en literatura inglesa ¿quién lo iba a saber? —dijo ella
Subieron las escaleras mientras ella le hablaba– Yo lo sabía, te devoras los libros con avidez y eres capaz de darme un análisis total de ellos. Solo no te esfuerces tanto. —dijo Pierre
—Irina contestó —Bien, déjame decirte que no soy una minusválida sino una embarazada.
Entraron en su cuarto y Pierre la depositó en la cama, lanzó su bolso lejos.
Después de todo eso y de quitarse la chaqueta del traje se tiró a un lado de Irina y como todas las noches se puso a adorar su pancita, a su bebé que llegaría en seis meses más y ya era la consentida de sus abuelos paternos y maternos. ¿Cómo? Ya había una habitación llena con una cuna rosa y blanco, un cochecito con dibujos de muñecas, a propósito de estas había una repisa llena de estas desde algunas con cabello rubio y otras con piel morena (favor de su abuelo Raúl que se dedicaba a buscar esas cosas).
—Ya quiero que nazca y no nos deje dormir —dijo Pierre
Irina le miró como si estuviera loco —Estas… no lo diré porque no quiero enseñarle malas palabras a mi Catalin —dijo ella
Pierre se golpeó con las manos la cara —Ya te dije que ese nombre…
—Es genial, si, ya me lo habías dicho.
Se levantó de un salto y se desvistió tan rápido como pudo pero no fue lo suficientemente rápido para Irina que se durmió apenas dejó de hablar, se había vuelto algo innato en ella desde hace un par de semanas, según el doctor algo normal para ella en su estado.
Pierre se durmió con ella entre sus brazos como lo haría ahora y siempre.
También se durmió con una idea que iba a poner en marcha mañana.
POV. JAZMÍN
—¿Ya terminaste?
Levanté mi cabeza de inmediato, me había vuelto a dormir. El abuelo estaba parado en el umbral de la puerta con su pijama. Me reí de él, se veía tan gracioso.
—No me digas, ¿estás borracha? —Me apuntó con el dedo y luego puso su mejor voz de amenaza—Jazmín…
Me levanté y estiré mis brazos por encima de mi cabeza, que rico— Déjame decirte que no estoy borracha, sino que te ves… gracioso en pijama.
El abuelo se sonrojó— Yo creía que me veía bien.
—Te ves bien, pero también te ves gracioso hablando tan autoritariamente en pijama. ¿Qué dirían tus socios si te vieran?
Fui hasta mi armario y saqué uno de mis pijamas de franela que eran bastante calentitos para esta época invernal, también un conjunto de ropa interior y… calcetines, no podía dormir sin ellos. Me di la vuelta para ver al abuelo, estaba con la nariz metida entre mis cuadernos.
—Deja eso, ahora jovencito. —Imité su voz.
El abuelo se rió de mí imitación— Pequeñita mimada.
Puse los ojos en blanco—Abuelo ya tengo veintiuno, soy mayor.
—Ya que tocamos ese tema… —Me miró de soslayo aún con uno de mis cuadernos en la mano— ¿Cuándo le vas a dar el sí a Velkan?
Entré con mi ropa al baño y cerré la puerta lanzándole una mirada llena de odio a mi abuelo. No sabía cómo, pero se había enterado de mi “relación” con Velkan, no era que quisiera que fuera un misterio, pero habían cosas como esas que no me agradaban para nada que él supiera, se hacía ilusiones con bastante rapidez.
Cuando había llegado a la casa del abuelo hacía un par de años, bueno un poco más, casi tres años, me había enterado que para mi llegada ya estaba lista una gran habitación en el ala norte de la mansión, y un auto estaba fuera también a mi llegada. Para mí.
Me vestí con lentitud para aburrir al abuelo, pero lo conocía lo suficiente como para saber que él no se iría así de fácil, lo mismo pasaba cuando salía de fiesta. Él siempre estaba esperándome en el recibidor como un perro guardián así que desde hace un año que no salía de noche, me daba pena preocuparlo, aunque tampoco era lo mismo salir aquí, no tenía muchos amigos y cabe decir que eran todos mis primos. Ni siquiera quería salir con chicos, lamentablemente me había dado cuenta de una forma no muy agradable que era el centro de atención de todos aquellos hijos de quienes querían hacer negocios con mi abuelo, al ser la nieta pobre de Raúl Dan creían que podían encandilarme con un poco de atención y joyas. Lamentable para ellos que Adrián me había informado de eso, y el primer día lo había comprobado.
Suspiré con desánimo, pero no me duró mucho ese estado al recordar a mi primo, a pesar de que el abuelo pensaba que era la oveja negra de la familia era un chico muy considerado, se había tomado la molestia de guiarme en la universidad y de preocuparse de que nadie me molestara; ya que muchas chicas también eran muy falsas a la hora de ver a una heredera.
Era la cosa más horrible. Solía extrañar mi antigua vida. Antigua. Si, era antigua porque ahora esta era mi vida, diferente, pero si así podía garantizar que David e Irina, incluso mis padres pudieran vivir sin preocuparse de nada lo haría y también estaba el que me encantaba el trabajo en la empresa por ahora era ayudante de la asistente del abuelo, así me pondría al corriente de todo y cuando terminara de estudiar que sería el próximo año.
Terminé de vestirme y salí, el abuelo estaba sentado en mi cama acomodando las almohadas. Había estado tan solo. Fui hasta su lado y lo abracé.
—Quiero a Velkan, pero no siento… —Como lo que sentí con Patrice, me dije para mis adentros— Eso especial que veo en ti y la abuela o en mis padres, por Dios lo veo hasta en Pierre e Irina.
El abuelo sonrió— Ese par, ¿Cómo crees que este Pierre con las náuseas matutinas de mi princesita?
—Se las está apañando muy bien. Y eso me lo ha dicho papá. —De inmediato me puse en plan defensivo, estimaba a mi cuñado– Irina también me dijo el otro día que Pierre está desesperado porque nazca Catalin.
—¿Catalin? ¿Por qué ese nombre?
Le di un pequeño apretón— Deja eso, es hora de dormir.
Asintió, se levantó y me dio un beso en la frente— Buenas noches, ¿quieres que le cierre la puerta en la cara a Velkan? Se que quiere una respuesta y ese chico es malditamente terco cuando quiere que le digan que sí.
Me reí y me metí en la cama— Yo sé que hacer, le diré que no.
Hace un año y medio que estábamos saliendo y hace un par de días me había pedido matrimonio, como me había quedado en blanco en el momento no le había podido responder. Me cubrí con las mantas hasta la cabeza, no sabía cómo decirle que no, pero estaba segura de que no quería casarme con él. Con ese pensamiento me dormí.
Al otro día bajé las escaleras sin mucho ánimo, no había tenido un sueño muy... conciliador que digamos y tampoco me sentía muy animada por el día que comenzaba. Tenía que dar una prueba y entregar un trabajo e ir a trabajar a la empresa y… una cita para cenar con Velkan.
Me sentía algo atrapada con eso, era un chico adorable y… si terminábamos mal seguiría viéndolo cada vez que fuera a ver al abuelo o a mi mejor amiga, que quizás dejara de serlo porque era su hermana. Maldición.
Caminé hacia el comedor, mi café me esperaba como todas las mañanas al lado de mi abuelo. Me sentía más mimada de lo que había estado en toda mi vida, papá me amaba, pero era realista con su amor, me daba lo que necesitaba junto con su cariño. El abuelo era harina de otro costal, procuraba darme de todo lo que podía; una black—card, auto, departamento (por si salía tarde de clases), ropa y… tenía un muy grande joyero con piezas muy lindas que harían llorar a cualquier mujer.
Me acerqué hasta él y le di un beso en la mejilla luego me senté. Era nuestra rutina. Detrás de mí llego corriendo el tío Víctor, el hermano mayor de mi papá.
Me dió un beso en la sien y al abuelo le dio un apretón en el hombro— ¿Qué tal están hoy? —dijo mi tío.
—Bien. —Dijimos a coro.
—Y Jazmín tiene una cita para cortar con Velkan. —Agregó el abuelo— En una cena esta noche.
Tío Víctor y yo lo miramos con los ojos abiertos como platos al escucharlo. Pero por distintas razones, tío por la sorpresa y yo porque… ¿cómo diablos se había enterado él de todo ello? si había recibido un mensaje de texto, a menos… no, él no podía haber revisado mi móvil.
—¿Para cortar? —Tío me miró— Creí que iban bien.
El abuelo tomó un trago de café— Resulta que no hay química, el chico no tiene oportunidad contra eso y si ya estamos en eso te digo, que es un poco falto en atención y además con eso de su trabajo...
—¿En serio? —Dijo tío Víctor.
Los miré a ambos furiosa— Estoy aquí, ¿saben?
Tío me miró interesado— En verdad, ¿vas a dejarlo por su trabajo?
Mordí un pastelito con ganas de matar a alguien— No voy a dejarlo por eso, no me molesta que sea guardaespaldas y que… haga trabajos de los que no puede hablar, solo me molesta el dejarlo porque no siento esa… —Recordé los ojos de Patrice— chispa.
Tío me miró intrigado, pero se quedó en silencio, algo que no pudo imitar su padre.
–Sabes, siempre haces lo mismo, te quedas como si quisieras decir algo más y terminas diciendo otra cosa. –Me miró ceñudo esperando a que le contestara, pero no lo hice, sino que seguí devorando los pastelitos– Vas a engordar.
Me sonrojé porque era cierto que ya no estaba tan delgada, con todos los mimos del abuelo y la abuela con sus galletitas de miel había subido unos más que respetables cinco kilos que según Irina no se me notaban más que su embarazo.
—Es solo tu imaginación. Ambas cosas. —Le dije por las dudas.
—Hola a todos. —Sin siquiera mirar me di cuenta de que era Sebastián.
—Hola. —Ese era Víctor hijo.
Tomé un trago de café y les hice una seña, ambos eran gemelos, pero eran dos polos opuestos; Sebastián era el gemelo feliz, Víctor era el gemelo serio y reservado. Los gemelos tenían veintidós años y me llevaban con ellos a la universidad porque no quería conducir aún. Mi auto tenía cincuenta kilómetros de recorrido y había sido todo un logro porque los había hecho una vez que fui al centro turístico del abuelo.
—¿Siempre se levantan a la misma hora? —Les dije con picardía.
Víctor me sonrió de su forma única, o sea, un leve alzamiento de una esquina de su boca—Siempre me levanto temprano para levantar a Sebastián, el muy perezoso nunca se levanta solo.
Sebastián hizo una mueca— Puedo levantarme solo. —Me miró suplicante— En serio.
Le hice una seña positiva con mi dedo— Te creo, pero no creo que lo hagas a horas muy decentes.
Tío se sonrió— Yo tampoco lo creo.
—¡Papá!! —Sebastián se sentó a un lado de su padre que estaba a la izquierda del abuelo— Si tú no me crees ¿quién lo hará?
—Yo puedo hacerlo, si quieres. —Agregó su hermana menor entrando al comedor.
Sonreí para mis adentros, la chica era el dolor de cabeza de sus padres que querían convertirla en una señorita de la alta sociedad y… fracasando absolutamente.
—Hey Jaz. —Le hice una seña con la mano y ella me respondió. A tío no le hizo gracia que nos hiciéramos señas “eso no lo hacían las señoritas”.
—Mi bomboncito. —Sebastián se levantó de un salto y aplastó a su hermana en un abrazo de oso.
—Suéltame pendejo. —Me reí a carcajadas.
—Ivantie. —Le dijo en tono de amenaza su padre.
Ivantie lo miró por sobre el hombro de Sebastián que seguía abrazándola. Hoy estaba vestida con una camisa roja y jeans desgastados en las rodillas, sus zapatos hoy eran zapatillas de deporte. No llevaba nada de maquillaje y nada para sujetar esa melena rubia oscura con risos.
—Dile a tu hijo que me baje. —Le dijo apretando la mandíbula.
Tío se dio por vencido— Déjala abajo, debe llegar al instituto de una vez.
Una vez en el suelo Ivantie se “arregló” el cabello, lo que consistía en quitarse el cabello de la cara— Gracias.
Se sentó a mi lado y comenzó a armarse un sándwich que hizo poner mala cara a todos los que estaban ahí; llevaba varias lonjas de jamón enrolladas y por encima dos de queso, luego volvían las lonjas de jamón y tomate y lechuga, ¿de dónde había sacado lechuga?
—Provecho. —Le dije y le serví algo de jugo para que pasara su sándwich.
Para remate— Gracias. —Su madre lanzó un grito de angustia al verla hablar con la boca llena
—Hola, mami —exclamó Ivantie
–Traga antes de hablarme. —Su madre me miró— Buenos días Jazmín, ¿por qué no le enseñas algo de modales a esta niña? Estaría tan agradecida.
Tío me miró como si hubiera recibido una idea desde el cielo— Eso es una gran idea.
Los mire a todos, incluso el abuelo me sonreía asintiendo. Cordero inocente para el matadero, tenía que tenerlo escrito en la cara porque Sebastián se rió y Víctor estaba también sonriendo, pero más disimuladamente.
—Entonces está decidido, querida vas a pasar más tiempo con tu prima Jazmín, ¿no te hace feliz?
Ivantie me miró sonriendo abiertamente, menos mal que ya había tragado la comida— Prometo que me portaré bien, lo juro.
—Está bien. —Eso esperaba.
Salí de casa, la prueba y el trabajo no estuvieron mal. Me alegraba que mi plan hotelero hubiera sido aceptado y que no me hubiera ido mal en las finanzas. Solo quedaba algo más que hacer, aparte de la cita con Velkan.
Llamé un taxi y me subí en el justo en frente de mis compañeros por lo que vi sus caras de horror al verme subir a un auto donde cualquiera ha estado. Sonreí con una de mis mejores sonrisas y les hice una seña, me respondieron con una mueca.
—Por favor a DanCorp. —El taxista asintió y logró un tiempo récord; ya que el tráfico aun no comenzaba a hacerse tempestuoso, con todo el ruido de las bocinas.
Le pagué al taxista y apenas llegué al piso de arriba sentí que algo andaba mal, muy mal.
Miré a todos los que estaban trabajando en el piso del abuelo. Pronto había un consejo de accionistas por lo que varias de las asistentes estaban trabajando en este piso uniendo cabos sueltos entre departamentos, estaban como locos. Pero había algo mal, seguí caminando con mi mochila en el hombro y mi bolso en la mano. Para cuando llegué a la puerta me di cuenta de que estaba mal, todos me miraban por el rabillo del ojo fingiendo trabajar.
Que extraño. Me acordé del día que empecé a venir a la empresa, todos me miraban queriendo saber quién era la extraña que pisaba esta lujosa empresa de la mano del fundador. Hasta que supieron por palabras del abuelo que yo era su nieta favorita y que debían tratarme bien.
Entré sin más y me quedé de piedra a mitad de camino al ver quien estaba enfrente de mí.
—¿Qué haces tú aquí? —Dije acercándome despacio hasta el escritorio de Romina, la asistente del abuelo.
Él tuvo el descaro de sonreírme –Vine a verte.
—Para qué. —Tiré mis cosas a un lado del escritorio.
—Necesito un favor Jaz.
Lo miré incrédula– ¿Tú un favor mío?
—Siempre te he tomado por alguien más elocuente Jazmín.
Consiguió exasperarme— Si, seguro. Ya dímelo. —De pronto me preocupe— ¿Es Irina?
Pierre negó de inmediato– Claro que no, antes de venir la dejé con tus padres y me aseguré de que estaba siendo mimada.
Me relajé… un poco— Entonces, ¿qué?
Se sentó en el escritorio y se puso a mirar por la ventana.
—Es algo personal, muy personal.
Me senté en el sofá que tenía a un lado la oficina, a un lado de los archivadores. Pierre aún no lograba mirarme a los ojos. Esto era serio.
—Se va a casar.
Lo miré sin saber bien quien me estaba hablando— ¿Quién…?
Pierre me dio una mirada muy seria— Alguien que tenemos en común.
Me erice— Patrice.
Sin más sentí esa punzada de dolor como la vez que me había dicho que se iba y yo no era quien para detenerlo… que ingenua había sido. Dolía aún pensar con cariño en él para después recordar “aquella” vez.
—No quiero saber si me invitaron, por mí que sea feliz con quien quiera. —Esquivé la mirada de Pierre, sabía que no le había agradado mi respuesta porque de pronto el ambiente estaba cargado —Y ni siquiera quiero ser dama de honor si me estas invitando al cargo.
—No te portes así, sé que no eres la reina del hielo materialista y si no supiera que por ti ese imbécil no cometería el peor, escúchame Jaz, el peor error de su vida no te buscaría. Créeme.
Me mordí el labio y lo miré sin mucho que decir— ¿Por qué?
Se levantó y fue a sentarse a mi lado —Va a casarse por su familia.
—No entiendo nada Pierre, él me odia y me dejó muy claro que yo fui una… —Dolía decirlo—Aventura. Solo fui una entretención por el poco tiempo que estuvo en tu casa.
Se me quebró la voz, aun dolía como hace tres años. Pierre me abrazó y no dijo más.
Abrieron la puerta de inmediato— ¿Quién es…? Jazmín qué pasa. —El abuelo entró y se quedó quieto— ¿Le pasó algo a Irina?
Pierre me soltó de inmediato— Para nada señor, ella está bien y como le dije a Jazmín; la dejé con sus padres y no me fui antes de asegurarme que la estaban mimando y cuidando tanto como yo.
El abuelo respiró profundo y suspiró— Que bien, ¿cómo está mi bisnieta?
Pierre sonrió orgulloso— Creciendo cada día más, espere, tengo unas fotos de la primera ecografía. —Se buscó en los bolsillos hasta sacar una pequeña fotito en blanco y n***o— Tome.
El abuelo se enterneció— ¿Se esta… chupando el dedo?
Corrí a ver la fotito. No se veía muy bien pero un pequeño bultito y un bracito parecía estar pegado a la cabeza— ¿Estás seguro que está chupándose el dedo?
Pierre me miró con cara de odio— Claro que se está chupando el dedo, mi pequeñita es ya la cosita más tierna del mundo.
El abuelo me dio una mirada— No trates de ofender a un padre orgulloso es lo peor, aunque tenga a la hija más fea…
—Mi Catalin va a ser la más hermosa.
—… porque a sus ojos siempre va a ser la más hermosa.
Pierre nos miraba con rencor— Mi hija va a parecerse a su madre, va a ser tan hermosa como ella.
El abuelo asintió— Si, eso es mejor a que crezca con tu cara.
—Creí que le caía bien. —El abuelo le revolvió el cabello, pero Pierre seguía mirándolo ofendido.
—Me caes bien hijo, vamos a casa quiero que me cuentes como esta mi hijo y su familia.
Mientras tanto, yo sentí un ligero mareo y de pronto todo fue oscuridad.