Capítulo 6: Cruel Realidad

2258 Words
El avión aterrizo sin contratiempo en la ciudad de Monterrey. Tomo un taxi y fue directo a la casa de sus padres. No había nadie en la caseta de vigilancia, toco el timbre y nadie acudió a abrir, por suerte aun conservaba sus llaves, fue lo único que su padre olvido pedirle antes de sacarla de la casa. Abrió la puerta de entrada y una vez dentro, desconecto la alarma. El jardín lucia un poco descuidado, eso era raro porque su padre siempre exigía que todo luciera impecable, ya que nadie apareció, no se tomo la molestia de tocar y abrió la puerta principal. La puerta perfectamente engrasada no hizo ningún ruido, las ventanas estaban cerradas y las cortinas echadas, todo estaba completamente silencioso y sumido en la semioscuridad, cada cosa estaba en su lugar, pero daba la sensación de abandono, no parecía una casa habitada, como había llegado a ese estado en tan poco tiempo. Hacia solo tres días que su madre no contestaba el teléfono y una fina capa de polvo cubría los muebles, tal parecía que la casa tuviera mas de una semana cerrada. ¿Dónde estaba todo el mundo? Recorrió la casa completa y todo estaba en su lugar, incluso la ropa de su madre, o su habitación. Recogió algunas cosas, fotografías, su diario, una cámara, algo de ropa y las joyas que su madre le regalo, también reviso la habitación de ella y tomo algunas cosas, pero las joyas no estaban y tampoco la ropa de su padre. Bajo a la biblioteca, ahí estaba el estudio y la caja fuerte. La puerta estaba cerrada, la abrió lentamente, como si esperara encontrar algo horrible en ese lugar, solo que…… no había nada ahí, nada fuera de lugar, claro, a excepción de que el cuadro familiar estaba en suelo pisoteado y la caja fuerte entre abierta. Se acerco, después un golpe fuerte la sobre salto y maldijo entre dientes, la puerta se cerro de golpe, su corazón latía tan fuerte que podía escuchar el bombeo en sus oídos. La caja estaba vacía, obviamente. Salió de la biblioteca y se quedo congelada. Había dos tipos dentro y la puerta abierta, de muy mal talante le preguntaron quien era y que hacia ahí. —Soy Larissa Vallejo, he venido a buscar a mis padres. —¿Larissa Vallejo? – uno de ellos reviso los documentos que tenia sujetos en una tabilla de madera. —Si, ¿quiénes son ustedes? —Somos de la fiscalía, venimos a realizar el inventario de la casa. Supongo que es la hija de los Señores Vallejo. ¿No sabe que esta prohibido entrar a la casa? —Es mi casa, ¿Por qué tendría que estar prohibido que entrara? —¿Por qué……? ¿Esta embargada? – el tipo le dijo con bastante sarcasmo, como si ella fuera retrasada. De pronto se puso pálida, no se movía y parecía estar en shock. —¡Oye! Tranquilo – se giro hacia la chica – Lo siento, señorita. ¿Esta bien? —¿Embargada? ¿Cómo embargada? ¿Por qué? – apenas podía respirar, se dio varias vueltas intentando pasar aire, el tipo amable se acerco y trato de echarle aire, le ordeno al otro que fuera por un vaso de agua, se estaba hiperventilando, corrió a la puerta y aspiro. El aire lleno sus pulmones y poco a poco pudo respirar mejor, el pecho le dolía y sus oídos tenían un sonido agudo que no la dejaban escuchar bien. ¿Y su madre? Le dieron el vaso de agua y ella lo tomó con manos temblorosas, tomó un pequeño sorbo, necesitaba sentarse. Frente a la puerta de entrada había tres escalones anchos y altos. Se dejó caer y el vaso de agua lo dejó con sumo cuidado a un lado. Respiro hondo varías veces, tratando de calmarse y recuperar el habla, tenía un nudo enorme obstruyendo su garganta, no podía emitir ningún sonido coherente. —¿Ya se siente mejor, Señorita? Asintió con la cabeza, pero el nudo no había pasado, tomó otro sorbo de agua —No……. no….. sabía…. que…. la casa, la casa estaba…. embargada - cada vez que pronunciaba una frase, el pecho le ardía y dolía. —Lo siento mucho. —¿Ustedes….. ustedes, saben que……. Qué le pasó a la gente que trabaja aquí? —No….. la verdad no. A nosotros solo nos enviaron a sacar un inventario de la casa. La van a…… la van a rematar. Los ojos de Larissa se llenaron de lágrimas, esa casa que fue durante años su refugio, donde pasó una feliz infancia, a pesar de todo y sobre todo gracias a su madre, era la casa familiar de sus abuelos maternos, generaciones de Zambrano se habían criado ahí. —¿Cuándo es el remate? —La verdad, no sabemos. —Y tampoco saben dónde está mi madre y mi padre – era más una afirmación. —Perdón señorita…….. – ella los miró – ¿las maletas del vestíbulo son suyas? Es que….. no puede sacar nada de la casa y veo que una tiene etiqueta del aeropuerto y la otra no. —Una si la documenté y la otra viajo conmigo. —Ok. Lo siento. —Está bien, no se preocupe, es su trabajo. Solo que….. van a encontrar que alguien ya se les adelanto. Tal vez fue mi padre, porque solo él tenía la clave de la caja fuerte. —Nosotros solo vamos a reportar lo qué hay y como lo encontramos. —Ok, tengo que irme. Gracias por todo. Salió de la casa muy dolida, pero aún más preocupada, no sabía dónde estaban todos los empleados, si fueron despedidos e indemnizados, o a dónde fue su madre. Pidió un taxi, cuando iba de camino a la empresa, su nuevo teléfono recibió una notificación. Era un depósito a su cuenta de banco, la cantidad correspondiente a sus días de vacaciones, pero no sabía que fuera tanto dinero. Seguramente era obra de Camila y Bastian, aunque al hacer el cálculo y multiplicarlo con su nuevo sueldo, era exactamente lo que tenían que depositar, sonrió débilmente, al menos con eso y su sueldo, no tendría que preocuparse por el dinero durante su estancia ahí. Si no localizaba a su madre, tendría que buscar una habitación en un hotel modesto, no estaba para despilfarrar en habitaciones caras. También tenía un mensaje de Camila, le contestó que había llegado bien y que en casa no encontró a su madre y a su padre, qué tal vez habían salido de viaje, le dijo eso porque no quería que se preocupara por ella, tenía suficiente con su embarazo y debería estar disfrutándolo con su marido y no preocupada por ella. Cuando llegó a la empresa se sorprendió bastante, no había nadie en la recepción y lucia bastante descuidada y abarrotada de cajas y muebles, parecía que estaban en plena mudanza. Se acercó al mostrador, no había computadora y el conmutador estaba desconectado y con los cables enredados, fue al ascensor y estaba apagado, tuvo que subir las escaleras con su maleta a cuestas y la pequeña donde llevaba las cosas que recogió de su casa en la otra mano. El primer piso lucia exactamente como la recepción, el segundo igual y en el tercer piso, podía escuchar voces amortiguadas. En ese piso estaba la sala de juntas, la oficina del Director y las oficinas de los ejecutivos de alto rango, las mismas condiciones, incluso la oficina de su padre. La gente que se escuchaba hablar estaba en la sala de juntas. Al entrar, reconoció a Antonio Cáceres, todos los demás eran personas desconocidas a excepción de la asistente de su padre que estaba aislada en una rincón, cerca del teléfono. En cuanto notaron su presencia, cada uno fue levantando la vista y se quedaron callados, el amigo de su padre le daba la espalda y al ver las expresiones de los demás, se volvió en la misma dirección. —¿Larissa? ¿Qué haces aquí? – dejó los papeles que tenía en la mano y se acercó a ella. —Fui a la casa, esta embargada. ¿Qué pasó con la empresa y porque la casa de mis abuelos está embargada? —Hablemos afuera, ven – la tomó del brazo y quiso sacarla al pasillo. —¡No! – le dijo en tono alto y se soltó de su agarre – ¿Quiero sabes qué pasó? ¿Dónde está mi madre? Y mi padre ¿Dónde está? —Baja la voz ¡Maldición! – le dijo con los dientes apretados – No tienes nada que hacer aquí, todo esto pasó por tu culpa. —¿Qué? – él la tomó de nuevo por el brazo y la quiso sacar de la sala de juntas - ¿Cómo podría yo tener la culpa de esto? —Mira Larissa, estas personas son de la fiscalía. Será mejor que te vayas o las cosas se pondrán peor. —¡Ya te dije que no! – nuevamente se retorció para que soltara su brazo – ¿quiero saber dónde está mi madre y qué pasó con su empresa? —Está bien, ¡Tu lo pediste! – se apartó y luego comenzó a hablar dramáticamente en voz alta y gesticulando con las manos, llamando la atención de todos – ¡Esto, querida Larissa, es la obra de tu madre! Esa delincuente que, por consejo tuyo, desfalco a la empresa y la hundió. Estamos en quiebra, así como lo escuchas. Ella retiro mucho dinero de las cuentas de la empresa y dejó a muchos empleados sin trabajo, el esfuerzo de toda una generación de trabajadores leales, dejó a todas esas familias sin sustento. —¿Qué dices? Estás loco Antonio, mi madre hacia años que no tenía acceso a las cuentas de la empresa, ni siquiera a las cuentas personales, todo lo manejaba mi padre. ¿Cómo podía ella hacer eso? —No lo sé y no me importa. Lo único que sé, es que, ya está en la cárcel y va pagar todo lo que hizo. Se había escondido muy bien, pero la delataron y lograron apresarla. —¡¿Qué?! ¿Presa? ¡¿Mi madre está presa?! – se acercó y lo tomó de las solapas del saco, era un hombre de mediana estatura, mas bien flaco, así que pudo zarandearlo con algo de esfuerzo, pero en ese momento la adrenalina corría por sus venas, su agarre era tan fuerte que tuvieron que acercarse dos personas para lograr que lo soltara, antes de que la hicieran retroceder, levantó una mano y lo abofeteó. Esas mismas personas evitaron que Antonio le regresara el golpe. Dejó de debatirse y con bastante recelo comenzaron a soltarla, se acomodó el saco y la blusa, metió algunos mechones de cabello detrás de la oreja. Antonio la fulminaba con la mirada, se llevó la mano a la mejilla y vio que tenía unas gotas de sangre. —¡Eres una perra! – sacó un pañuelo inmaculado de su saco y lo colocó sobre la mejilla. Ella con satisfacción vio su mano y se dio cuenta que dos de los anillos que llevaba en la mano derecha estaban hacia abajo, eso fue lo que causó el rasguño en la cara del hombre furibundo que la miraba como si quisiera matarla. —¿Dónde está mi padre? —¿Tu padre? ¡Ja! Quien sabe, pregúntale a la zorra de tu madre – ahora fue ella quien lo miró como si quisiera despellejarlo vivo – Si te refieres a Santiago Vallejo, está desaparecido, quizá la golfa de tu madre también es una asesina. —Querrás decir que está prófugo, porque lo vi muy vivo cuando fue a Estados Unidos a robarme todo el dinero que tenía – Antonio palideció al escuchar lo que dijo – Así que, cuando hables con él, dile que venga a dar la cara por lo que hizo, que saque a mi madre de la cárcel o voy a denunciarlo por robo y no será en Mexico, será en Estados Unidos, porque ese dinero que se llevó, fue legalmente obtenido y es perfectamente comprobable su procedencia. Me amenazo con meter a mi madre a la cárcel si no se lo entregaba y como no cumplió su palabra y mi madre está presa, lo voy a hundir. Además, creo que a la fiscalía le interesará saber que las joyas y la caja fuerte de la casa fueron saqueadas y el único que tenía la combinación era él, ni mi madre ni yo la sabíamos y en la casa no falta nada más que la ropa de él. —¡Cállate! No digas estupideces, tú madre sabía todo y tenía acceso a todo. Ella se escapó, le tendió una trampa, quiso incriminarlo. —¡Claro! Y también lo mando a robarme y casi violarme en mi propia casa, ¿cierto? Antonio la miró, era más una amenaza implícita y ella le devolvió la mirada, sin inmutarse, retadora. Tomó sus maletas y salió. A medio camino de las escaleras, se detuvo, soltó el aire, temblaba de rabia, se sentía enojada y frustrada, lloro de impotencia. No tenía dinero, ¿Qué iba a hacer? ¿De cuánto sería la fianza para dejar libre a su madre? Escuchó pasos en la escalera, se levantó de prisa y bajo casi corriendo, bueno, la rapidez que le permitían sus maletas. Cuando salió del edifico, la luz del sol la deslumbró, el lugar estaba demasiado oscuro, sofocante y sin aire acondicionado.
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