Pasó una semana, cada vez era más difícil evitar a Octavio cuando se reunía con su abogado, cada vez era más exigente y quería saber en que iba el proceso. Vio a su madre todos los días de visita que eran solo dos veces por semana, había llorado amargamente frente a ella; ya que, ni siquiera tenía el consuelo de sus brazos, seguían sin permitirles el contacto físico. Su madre se cansó de decirle que no se preocupara, que ella estaba bien, le reprochó haberse casado con Octavio, su madre sabía que no era un buen muchacho, Antonia Alanís le había contado toda clase de cosas sobre su propio hijo, en algún momento llegaron a ser muy cercanas, casi confidentes, era una mujer que había sufrido bastante a causa de su marido y por lo mismo se había vuelto cruel y amargada. —Mi amor, si me hubier