La puerta de la casa se abrió y salió Octavio, se apresuro a secarse el rostro y aclarar su garganta, el abrió la puerta del coche sin consideración alguna y la tomo del brazo, la obligo a bajar y azoto la puerta. —¡Maldita sea, Octavio! – forcejeo para soltarse, pero no fue posible, estaba muy enojado, podía sentir la fuerza con que la sujetaba y se sintió vulnerable, un sentimiento que no le agradado para nada – ¿Qué diablos te pasa? —Tengo horas llamándote al celular y no contestas, cuando llegas a casa te quedas en el auto ¿Qué diablos estabas esperando para entrar? —¿Y no se te ocurrió pensar que no quería entrar? —Que pena por ti, Querida, pero tenemos que hablar. Literalmente la arrastro hasta la casa, cuando entraron se quedo de piedra ante el espectáculo. Aquello era un com