Para la hora que tenia la cita con Roman Assad y Bruno Orellana. Ya había contratado un hombre y una mujer como asistente y secretaria, ambos empezaban al día siguiente. Bruno Orellana se seguro de hacer que Octavio no asistiera a la junta. Así que fue solo él, porque casualmente, también Roman Assad tuvo un compromiso ineludible. Ella se obligo a comportarse profesionalmente y el se sorprendió de su profesionalismo, era muy buena en su trabajo, nada se le escapaba a su mirada analítica. Aunque parecía un conejito asustado, apenas se rozaban los dedos al pasar algún documento, ella retiraba la mano con premura. ¿Y si estaba jugando con él, tratando de interesarlo? quizá si se había dado cuenta de su interés por ella. Una vez ya lo habían hecho, aunque en ese entonces él era joven e ingenuo y ella era una mujer muy experimentada. Gracias a su padre no había cometido la mayor estupidez de su vida. Durante media hora se dedicó exclusivamente a observarla, sus manos temblaban por los nervios y cuando le dirigía más de una frase corta, su voz era inconsistente e insegura, rehuía las preguntas personales y se limitaba a los monosílabos.
—Larissa – ella contestó con un “ajá” pero no lo miró – ¿Tu vocabulario se limita a los: si, claro, por supuesto, no, no creo, lo verificaré, voy a estudiarlo?
—¡Lo siento! No comprendo.
—Así, se me olvidaban esas dos. ¿Octavio te ha prohibido hablar más de lo absolutamente necesario?
Ella levantó la cara indignada, esa era la reacción que él buscaba. Que le demostrara que tenía sangre en las venas.
—Por supuesto que no. ¿Qué te hace pensar eso? No tendría porque prohibirme nada.
—¿O tal vez Bastian? – No podía evitar provocarla, se veía preciosa cuando estaba molesta, sus mejillas se teñían de rojo y su frente se fruncía en un gesto adorable.
—¿Qué tiene que ver Bastian en esto? ¿Acaso una mujer no puede decidir comportarse profesionalmente? Porque, forzosamente un hombre tiene que prohibirle hablar con otros hombres.
—No, por supuesto, pero…….
—En este ambiente empresarial, los éxitos de las mujeres suelen ser fácilmente mal interpretados y siempre se les atribuye a los “favores especiales “ con sus jefes y no a las capacidades, inteligencia y profesionalismo. Y las acciones y comentarios, las más de las veces son mal interpretados por su género. Una mujer no puede ser amable porque según ustedes: está buscando algo.
—No era mi intención ofenderla.
—¡No, nunca lo es! Creo que por hoy terminamos, Sr. Orellana. Solo quedan detalles menores que se pueden revisar en el transcurso de la mañana y si surge algo que discutir, podríamos hacerlo por medio de una conferencia virtual.
Se levantó y comenzó a recoger todas sus cosas. Ya pasaba de las 7 de la tarde, su hora de salida pasó hacia una hora. Estaba cansada, mucho, la presencia de ese hombre la mantenía en tensión todo el tiempo, por más que intentaba relajarse no podía y cada vez que sus manos se rozaban, una corriente eléctrica la recorría de pies a cabeza y su piel se erizaba. Tenía que alejarse.
—Larissa – le tocó el brazo y ambos sintieron la corriente eléctrica, ella maldijo entre dientes y él sonrió divertido – ¡Perdón!
—¿Qué es tan divertido?
—¡Esto! ¿No lo sientes? – le dijo incrédulo, no podía no sentirlo – Tu y yo.
—No se de que habla Sr. Orellana – continuó acomodando los documentos en las carpetas.
—Quiero disculparme contigo, Larissa. Se que lo que dije no estuvo bien y fui prejuicioso.
—No se preocupe, no es necesario.
—Para mi si lo es. Ustedes son el cliente, no quiero que se quede con la mala impresión. Si mi jefe se llega a enterar, me va a sancionar.
—No se preocupe, no lo voy a reportar.
—Pero para mi no es suficiente. Vamos a tomar un trago, te juro que no hay dobles intenciones.
—¡No, gracias! No bebo.
—Ok. ¿Un café entonces?
—¿Tiene problemas con aceptar un “No” por respuesta?
—No tengo problema con aceptarlo. Pero no quiero aceptarlo, no de ti.
—Tengo mucho trabajo y estoy cansada, solo quiero ir a casa y descansar.
—Ok. Entonces un almuerzo de trabajo.
—Ya tengo un compromiso y voy a llegar después del medio día.
—Una comida de trabajo.
—¿Es en serio? – le dijo ya desesperada, casi quería sacarlo a empujones de la sala de juntas, si no fuera porque eso implicaba tocarlo.
—Soy muy perseverante.
—Está bien. Si con eso te vas ya.
—Me gustaría pero, ya es tarde. ¿Puedo llevarte a casa? Acabas de llegar a la ciudad, así que no creo que tengas coche, ¿o si? Te llevaré a casa, dices que estás muy cansada.
—No.
—¿Por qué no?
—¡Sr. Orellana……! – lo dijo con cierto tono de advertencia en la voz
—Bruno – sonrió el cínicamente de oreja a oreja, mostrando sus dientes perfectos.
Lo miró a los ojos. No creía que fuera bueno presionarla hasta ese punto. Era una mirada asesina, una que te advierte que has cruzado el límite, que has colmado su paciencia.
—Bruno. He dicho “No” y no es no.
—Ok. Mensaje recibido y entendido. Me voy….. no te molesto mas. ¡Buenas noches, Larissa!
Él salió primero de la sala de juntas y después ella. Entró a su oficina y por fin soltó el aire y respiró profundamente. ¡¿Que diablos le sucedía con ese hombre?! Cada vez que él insistía su determinación mermaba un poco, si hubiera insistido solo un poco más, habría aceptado el café que le propuso. Al final, se amedrento cuando quiso llevarla a casa ¿a que casa iba a llevarla? ¿al modesto hotel donde se hospedaba? Y ademas necesitaba un auto, su padre le quito las llaves del auto cuando regreso a casa después de graduarse, estaba en la casa, embargado con todo lo demás. Debería haberlo sacado antes del inventario de la fiscalía, pero en ese momento estaba shock, no podía pensar en nada mas.
Recordó el precioso Mazda que Camila y Bastian le entregaron como beneficio del nuevo puesto. Seria tan fácil como llamarlos y contarles toda la situación, pero no podía depender de ellos toda la vida y esa ayuda solo seria temporal, ella necesitaba arreglar su situación definitivamente. ¿Qué debía hacer? Si contara con la ayuda de un hombre como Bastian, no seria caridad ¿cierto? Como esposa, su marido podría ayudar a su madre a salir de ese horrible lugar y ella no se sentiría como una indigente necesitada que viviera de la caridad. Ella jamás pensó en el matrimonio, no era su sueño, como él de muchas mujeres, ni si quiera pensaba en tener hijos, o al menos, jamás lo pensó como una carrera, si, una carrera, como cuando dicen “la maternidad es mi vocación”, no, ella quería manejar empresas, dirigir proyectos, llevar a la cima compañías. Ese era su sueño y después de todo eso, podría hacer cualquier cosa que quisiera, casarse, ser mamá o quedarse soltera y viajar mucho, según lo que la vida le tuviera preparado, pero su sueño, su verdadero sueño era ese, ser exitosa en un mundo de hombres, demostrar que las mujeres pueden llegar tan alto como lo deseen y por méritos propios.
Se quedo en la oficina hasta las diez de la noche, estaba revisando los presupuestos de los nuevos proyectos, había un montón de inconsistencias y gastos excesivos fuera del presupuesto. Cuando empezó a dormirse sobre los expedientes, decidió que ya era hora de irse a casa, pidió un taxi y se fue al hotel. Apenas llego, se quito los zapatos y se dejo caer sobre la cama, apenas la cabeza toco la almohada se durmió enseguida, con todo y ropa y sin desmaquillarse. Larissa dormía tranquilamente y ajena al hombre que la había seguido desde la oficina hasta su hotel, en cuanto ella entró a la recepción, el hombre se comunicó con su contacto y le informó que la Srita. Vallejo ya se encontraba dentro de su hotel.
—¿Hotel?
—Así es Señor. Es un modesto motel cerca de la zona industrial.
—¿Cuál?
—Motel Posada Misión San Joaquín.
—¿Qué hace Larissa Vallejo en un motel? Necesito que averigües todo lo que puedas sobre Larissa Vallejo Zambrano, ya no es necesario seguirla, solo quería saber donde se estaba hospedando. Su madre es Marcela Zambrano Calderon y su padre Santiago Vallejo Palafox.
—Entendido, me comunicaré con usted en cuanto tenga información relevante.
Estaba en su departamento de la zona Valle Poniente, una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Pensando en su alucinación ¿Por qué estaba alojada en un Motel tan modesto? ¿Sabrían Camila y Bastian donde se alojaba su flamante administradora? Además, se supone que tiene familia en la zona ¿Por qué no se queda en casa de sus padres? Y el sueldo de ese puesto era muy bueno, le permitiría rentar un buen apartamento y la empresa tenía que proporcionarle un coche. Tal vez acababa de llegar y no encontró alojamiento disponible enseguida, quizá más adelante se cambiará a un apartamento.
Terminó su trago y se fue a la cama, una king con colchón y almohadas memory foam, hipo alergénicas, con sábanas de algodón egipcio de 1000 hilos. Que pensaría Larissa de su departamento lujoso, mientras ella duerme en el duro colchón de un motel, con sabanas de algodón económico. ¿Y porque ella se encontraba en esa precaria situación? Pero no podía preguntarle a ella directamente, en teoría se acababan de conocer. Su curiosidad tendría que aprender a ser paciente y esperar el informe del investigador privado. Aunque sinceramente no sabía porque estaba haciendo todo eso, le interesaba solo por una noche, una mujer más que agregar a su enorme colección de conquistas, pues se estaba tomando demasiadas molestias por la aventura de una sola noche.