Eso para Adriana, era algo tan inverosímil… ¿Cómo es que su jefe se disculpaba con ella? —Sr. Orellana, no es… no es necesario, yo solo soy una simple…. —No, una simple empleada no. Es muy eficiente, muy disciplinada; pero sobretodo, se quedo en su puesto, a pesar de mi mal humor y mi injusto trato hacia usted. —En honor a la verdad, siendo muy sincera. Quise renunciar desde el primer día – le sonrió y él devolvió la sonrisa apenado – Román, perdón, el Sr. Assad me convenció de que no lo hiciera. ¡Vaya! Así que, era mutuo, se alegraba por Román. —Pues le estoy muy agradecido, a los dos. Yo… tengo algunos problemas, aunque no con la empresa o el personal. Me he dado cuenta de que, esta oficina tiene muchos proyectos en puerta, además de los que están en proceso. Eventualmente tendr