Cuando me fui del hospital, dejando a Ashley allí, para la hora que era, ya Archer había salido del trabajo. Pasé por casa para tomar baño y cambiarme de ropa.
Esa pequeña fiera se enojaba con mucha facilidad, se cerraba para ni siquiera escuchar y hacía caso omiso sin prestar atención una vez que ella decía que no. Era como una niña con rabietas, se asemejaba mucho.
Pero no era una niña, era una mujer, una increíble mujer que había que domar o me haría sus berrinches cada vez que quisiera, y yo terminaría cediendo.
Esta tarde no le costaba nada escucharme y no lo hizo.
Toqué a su puerta con insistencia.
¡Domar a la bestia!
—¿Qué hace aquí? Es muy tarde. — había pensado que no abriría, pero si que lo hizo.
—¿Que qué hago aquí? ¡Te diré qué hago aquí!— empujé la puerta, entra
