Celo inesperado 2

1102 Words
——POV de Mateo—— El día estaba maravilloso, el cielo estaba despejado y los pájaros cantaban, hoy será un gran día. Cristina, mi hermosa novia, me esperaba, ya quería verla, la extrañaba a pesar de haberla visto hace dos días. «Llegué antes» «Bueno, no importa, daré una vuelta por el centro comercial y listo» El centro comercial estaba muy lleno, la película que vine a ver era muy popular, a pesar de recién estar en el preestreno. «Espero que a Cristina le guste» En mi bolsillo llevaba una pequeña sortija con un precioso zafiro que me recordaba sus ojos, apenas tenemos 17 pero sentía que ella era la indicada. «Ahí está» La vi a lo lejos llegar al centro comercial, mi mano cayó pesadamente, no sabía en qué momento la había levantado. Ahí junto a mi novia, besándola, abrazándola y tocándola estaba alguien a quien no conocía. «¿Qué?» «¿Quién es él?» Me acerqué lentamente, pero para mí se sintió como un pestañeo, solo cerré mis ojos por un segundo y ya estaba frente a ella sin saber que decir, las palabras se atascaban en mi boca, ella pareció por fin darse cuenta de mi presencia, el otro tipo había desaparecido durante mi trance. —¡Al fin llegas! —ella empezó a gritar mientras alzaba las manos y la ponía en mi cara. —¿Cristina? —¡Nada de Cristina, llevó mucho tiempo esperándote! —¿Qué quieres decir? Nuestra cita era a las 3 pm. —¡Son la 3:30 pm! «¿Las 3:30 pm?» Revisé mi reloj, sin poder creer lo que me decía, y ahí mirándome con burla estaba 3:33 pm, de algún modo había perdido poco más de media hora, hace ni siquiera un minuto atrás eran las 2:50 pm. —¡Eres un imbécil y ya no quiero saber nada más de ti! —volvió a gritar una vez más, todos me lanzaban miradas juzgadoras por hacer llorar a una omega. —¿Qué? Cristina no me dio más explicación, solo se dio la vuelta y se fue mientras yo le rogaba que se quedara. Todos me miraban, podía sentir sus miradas prejuiciosas, algunas de burla y otras de lástima. —¿Estás bien? —una chica rubia se me acercó, hablaba suavemente. —Estoy bien —me levanté de un salto y salí corriendo a mi casa, mis ojos ardían por las lágrimas contenidas, me sentía tan cansado. «¿Quién era él?» Mi respiración entrecortada hacía que mi pecho pesara como si estuviera hecho de plomo, tomé mi celular entre mis manos y llamé a la única persona en la que podía pensar en este momento. —Adán... —mi voz no salía, su nombre estaba atorado en mi garganta. —¿Mateo? ¿Qué ocurre? ¡¿Estás bien?! —Adán... —¡Deja de decir mi maldito nombre y contéstame! —¡Cristina me dejó! —¿No era hoy su aniversario? *Snif* —Ya voy para allá —colgué el teléfono y lo arrojé contra la pared, el celular chocó y rebotó con un ruido sordo, y se desarmó en el piso, solo lo miré por un rato, como si fuese mi corazón. «Adán, siempre puedo contar contigo» Pensar en Adán me animó, soy muy feliz cuando estoy junto a él. En medio de tambaleos me moví dirigiendo me a la vitrina donde mi padre guardaba el vodka. El alcohol quemó mi garganta, pero eso era lo que estaba buscando, solo quería ahogar mis penas y dolor. Vaso tras vaso, botella tras botella, el vodka pasaba como agua por mi garganta. —¿Por qué me dejó? ¿Qué hice mal? —pregunte al aire, cuando terminé agarré la botella por el cuello y la arrojé con todas mis fuerzas contra la pared, está choco y se destruyó en miles de pedazos. En medio de mi desesperación un dulce aroma me llevo a mi nariz, era un aroma suave y reconfortante, además de extrañamente adictivo. Acerqué más mi nariz hasta la fuente del olor, pegándolo prácticamente a mi olfato. —¿Mateo? —reconocí esa voz en un instante, la voz de Adán sonaba maravillosa diciendo mi nombre. —Adán. La temperatura de la habitación empezó a subir y subir, ese maravilloso olor se hacia más fuerte con cada segundo que pasaba. Cuando volvía a mis sentidos era de mañana y ese misterioso olor estaba en toda mi habitación. Adán se había ido, y mi teléfono no tenía ningún mensaje ya fuese de Adán o de Cristina. Permanecí recostado durante un largo rato, mi cuerpo se sentía pesado y extrañamente ligero, un omega en celo, estaba seguro que eso era aquel extraño olor, nunca había olido a Cristina cuando estaba en celo, y Adán era un beta sin olor. «¿Será posible que Cristina hubiese venido y hubiésemos arreglado nuestros problemas?» Era una esperanza vana, pero la posibilidad de arreglarlo todo valía la pena, y con esa nueva calidez inundando mi corazón me quede dormido una vez más. Desperté varias horas después, el sonido de alguien en la cocina llamó mi atención, al tratar de ir corriendo a ver quien era la persona que estaba en mi cocina, me enredé en las sábanas y caí con un ruido sordo al piso, el resto de sonidos se detuvieron, y al levantar mi mirada... Cristina estaba en la puerta de mi habitación, vistiendo solo su ropa interior y un delantal. —¿Estás bien? —la voz de Cristina fue baja, casi un susurro, al inspeccionar un poco más su piel, pude ver claras marcas de chupetones que marcaban su cuello. —Yo... sí, estoy bien. ¿Qué haces aquí? —¿Cómo que qué hago aquí? ¡¿Acaso lo olvidaste?! ¡Ayer estuvimos juntos por primera vez! ¡¿Cómo puedes hacerme esto?! «¿Ayer? ¿Qué pasó ayer?» De acuerdo a Cristina ayer luego de nuestra pelea, ella se marchó y reflexionó, dijo que había estado estresada últimamente y por eso había arremetido contra mí, se sintió mal por sus palabras y vino a verme, y fue cuando su celo llegó inesperadamente, ella y yo lo hicimos y después me quede dormido. Debido al alcohol y al estado de intoxicación por feromonas era incapaz de recordar algo además del olor de un omega en celo en mi casa, el día anterior era muy borroso y confuso, a penas si lograba recordar algo de su fallida cita, o el por qué había estado tan deseoso de ahogar sus penas en alcohol.
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