(William)
La recosté entre mis brazos, su espalda tocando mi pecho, mis piernas entre las de ella. Aspiré su fragancia a vainilla, que se mezcló de una manera seductora con el olor a sexo, y provocadoramente se movió hacia adelante y hacia atrás. Sin reservas, con una de sus manos agarró mi pene, para acariciar su ano; la otra mano se halaba una de sus nalgas, dejándome ver en primera fila lo que estaba intentando. Siguiendo el mismo movimiento, hacia adelante y hacia atrás, me entregaría una parte más de su cuerpo, eso me estaba volviendo loco. ¡Sería mía!
Entré en el frenesí. Raudo me puse sobre ella, mi brazo la rodeó para alcanzar su clítoris, masturbándola, me fui adentrando a ese agujero que me estaba ofreciendo. En cada centímetro que me hundía, la escuchaba quejarse con dolor.
-Te está doliendo, voy a salir – dije con pesadez, porque aunque lo anhelaba, algo dentro de mí hacía que me preocupara por ella.
-¡No! -Una corriente de éxtasis me pasó de la cabeza a los pies. -¿Te falta mucho para entrar por completo? -Escucharla, hizo que casi de manera imposible, me endureciera más.
-Pues... - miré de nuevo hacia esa parte. -A decir verdad, no – casi enseguida la escuché respirar profundamente.
-Uno... Dos... -¿Por qué estaba contando? -Tres - se clavó en mí, era una total locura. El asombro activó mis instintos y me moví. -¡No te muevas! -Obedecí. Puso su mano sobre mi muñeca, indicándome que siguiera masturbándola, y seguí con esa tarea. Paulatinamente sentí que comenzó a disfrutarlo; primero, jadeos que se convirtieron en gemidos, y luego, un movimiento ligero lo convirtió en un acto convencional de penetración.
Era la primera vez que le daba sexo anal a alguien, ¿qué me estaba haciendo? Me comencé a sentir mal, en algún punto me estaba desviando. No, no, por favor, disfrútalo. Me obligué a apagar mi cerebro, esa introspección la tendría después. -Así, no te detengas - su voz me devolvió al momento. -¡Oh! ¡Dios! ¡Oh, Dios! -Estaba montando su orgasmo, y yo me apresuré a llegar al mío.
Salí de ella, mi cabeza era un caos. Mientras Alicia iba al baño me quedé en la cama, acostado boca arriba. Fred tenía razón, con ella a mi lado no tenía posibilidad de pensar con claridad. Nunca había llegado a esos niveles de perder la cabeza, de llegar a actuar sólo por instinto. Me había acostado con muchas mujeres, parejas y de paga, pero ninguna me había llevado a las ideas de pertenencia, ninguna me había hecho desear ser el único en su vida.
Alicia se recostó sobre mi pecho y la abracé, pero no podía aseverar si era solo por su cuerpo, o había algún otro sentimiento por ella en mí. Ella se quedó dormida en esa posición; sin embargo, mi cerebro se empeñaba por hacerme sentir agobiado.
El viernes por la mañana recibí un mensaje de Edward, programó el vuelo para salir el sábado a mediodía, ya todo estaba listo para poder dejar la ciudad. Ese sería mi último día con ella, y así debía ser, no podía ofrecerle algo seguro, yo era de Ciudad Lambda, sería algo injusto para ella proponerle que se fuera conmigo y luego descubrir que solo era algo físico. Al menos esta era su ciudad.
Después de haber intentado gozar el resto del día, el sábado me despertó con melancolía. Alicia se despertó temprano, se había alistado y pedido el desayuno, sabía que tenía que salir temprano para poder tomar un vuelo. El poco tiempo que nos quedaba, actuó entusiasmada conmigo, haciéndome sonreír como un idiota por su atención hacia mí, como si una despedida no estuviera cercana. Se despidió de mí en el pasillo, sus palabras fueron como un puñal en mi espalda, fue tan honestamente dulce, ni un ápice de tristeza le noté aun cuando algunas lágrimas se asomaron por su rostro. Salí con una tormenta de pensamientos y sentimientos, me sostuve de la puerta abierta del Lotus, con la respiración agitada y un hueco en el estómago ¿Era lo correcto? Sí, debía ser honesto conmigo primero.
**Una semana después.**
-¡Buenos días hermanito! –Bárbara, mi hermana menor, saludó tan pronto entré a la cocina.
Me acerqué para besarla en la frente. –¡Buenos días! ¿Qué hay de desayunar? –Me serví una taza de café.
-¡Oye! Hace casi una semana que regresaste y aun así no estás en casa, ¿no preguntas cómo estoy? –Dijo ofendida. Sonreí y me acerqué de nuevo para abrazarla.
-Estás emocionada, lo sé. ¿Cuándo serás oficialmente una Ingeniero Industrial? –Su expresión cambió, no me había equivocado, el entusiasmo se le notaba.
-El martes por la mañana es la entrega de documentación y la fiesta de graduación. Vendrás, ¿cierto? –Me miró con seriedad.
-¡Claro que sí! ¡No me perdería la graduación de mi hermanita! –Después de algunos segundos la solté para tomarme el café. -¿Y papá? –
-Salió a correr – se giró a ver el reloj. –No debe tardar en llegar – y no se equivocó, la puerta en ese momento se abrió, y los dos estábamos atentos cuando papá atravesó la puerta.
-¡Ey! ¿Cuándo llegaste? –Me preguntó papá, provocando que Bárbara se carcajeara, y yo sólo lo miré mal.
-¡Muy gracioso! –Fue su turno de carcajearse, pero se acercó para abrazarme. –¿Ya está más tranquilo el trabajo? –Cuestionó y se fue a servir una taza de café.
-Un poco, sí – suspiré. –Pero tendré que viajar de nuevo a Ciudad Omicron –Alicia rondaba mis pensamientos y mi cuerpo había creado una dependencia a ella, a su aroma, a su piel…
-¿Cuándo te vas a ir? –Fue Bárbara quien preguntó.
-Después de tu graduación – ya había ordenado todo en la sede, ese era el motivo por el que toda esa semana había estado ausente de casa. Y me pareció increíble, que con la carga de trabajo, Alicia tuviera la fuerza en mí para incluso no permitirme olvidarla.
-Está bien, sólo no te vayas a ir tanto tiempo – me dijo papá con seriedad. Lo entendí, no solía viajar por más de una semana. –En 15 minutos nos vamos – le dijo a Bárbara y salió de la cocina.
Suspiré. Papá seguía causando ese sentimiento de regaño. –Me voy a la oficina, regreso temprano – dejé la taza en el fregadero, y le di un beso en la frente a Bárbara de nuevo.
-Festejemos los tres en el SKF Restaurant, ¿sí? –Su expresión de súplica me hizo reír.
-Dile a papá, y me envías un mensaje para saber a qué hora tengo que llegar – le pedí aún con una sonrisa, y salí de la cocina hacia la oficina.
Tenía 10 minutos de haber llegado a la oficina, estaba por revisar unos documentos cuando mi secretaria alarmada me pidió que tomara una llamada.
-Buen día, ¿es usted William Hill? –La voz que se escuchó a través del teléfono era de seriedad y profesionalismo.
-Así es – respondí con incertidumbre.
-Le llamó del Hospital Central, su padre y su hermana acaban de ingresar - me levanté de mi lugar y al mismo tiempo mi presión arterial se disparó. –Necesitamos que un familiar esté presente… - la interrumpí.
-¡Voy para allá! –Ya había tomado las llaves del auto, y salí hacia el hospital.
Cuando llegué, me informaron que habían tenido un accidente automovilístico y necesitaban intervenirlos quirúrgicamente. La situación no era favorable, así que el tema de Alicia tendría que esperar.
**1 año y 6 meses después.**
-William, es un placer tenerte de nuevo por aquí. Dime, ¿en qué te puedo ayudar? -Fred me recibió con su característico carisma.
-¡Gracias! ¿Podría ver a Alicia? -Pregunté nervioso y vi la sorpresa en el rostro de Fred. Un temor me invadió, acaso ¿ella no querría saber de mí? ¿Alguien ya la había enamorado? ¿Ya no tendría una oportunidad?
-Lo siento, ella dejó de trabajar para mí, hace un mes dejó por completo la casona - dijo con cierto pesar.
Lo comprendí al instante, me había tomado demasiado tiempo regresar por ella. Una semana fue suficiente para darme cuenta que fue un error alejarme de ella. Cuando llegué a Ciudad Lambda, la extrañaba, su cuerpo, la tormenta de pasión con la suficiente potencia para ahogarnos a ambos en el éxtasis. Pero entonces, su timidez, su ternura, sus conversaciones superficiales; que eran así porque no podíamos intimar, porque no podía esperar nada de mí; me hicieron percatarme que todo su ser me atraía; lo suficiente para enamorarme por completo. Por desgracia, los obstáculos se introdujeron en el camino, uno tras otro, problemas personales; después en la empresa, administrativos, luego financieros, para que finalizara con grandes proyectos entrando; viaje tras viaje, me evitaron regresar a Ciudad Ómicron tan pronto como la dejé. Y tendría que afrontar las consecuencias de la decisión tomada.
-¿De verdad? -Mi voz desanimada hizo que Fred me diera una sonrisa condescendiente.
-Esa niña llegó con una meta en la cabeza, cumplió su tiempo aquí y está en el siguiente paso para alcanzar lo que quiere - un atisbo de asombro y admiración noté en su voz.
-¿Puedes localizarla? -Pregunté con cierta esperanza.
-No, lo último que me dijo es que saldría de Ciudad Ómicron, y aún no me ha contactado. -
¿A dónde se habría ido?