(Alicia)
Llegué a lo que parecía una casa, donde se encontraba Ann, que me abrió y amablemente me llevó a un baño con tina, donde se esmeró en asearme minuseosamente y depilarme, permitiendo que cayera relajada en un sueño reparador. Había pasado una hora y media cuando me despertó tranquilamente, me llevó a una hermosa habitación, las paredes blancas con muebles negros y la cama vestida con un juego de sábanas de seda en color gris me cautivaron. Me pintó las uñas, me alació el cabello, me dio ligeros toques de maquillaje en el rostro, y me ayudó a vestirme; aunque no había mucho en que ayudar, un conjunto de encaje en color blanco como ropa interior y, un traje de malla a cuerpo completo y de una sola pieza, en el mismo tono.
Me sacó de esa habitación para llevarme a otra. Por mi mente pasó que estábamos solas en la construcción, pero cuando entramos a la segunda habitación estaba Fred, con una pareja que lucía mayor, podría decir que de unos 50 años, aun cuando se veían en forma y conservados, su forma de desenvolverse los delataba.
-Ali, ellos son el Señor y la Señora Sin –Fred me miraba intensamente, aunque parecía querer disimular su deseo.
-Mucho gusto – respondí amablemente, tratando de sostenerle la mirada a todos en esa recámara, que me acechaban como una presa a punto de ser cazada; pero nadie me respondió.
-Me retiro, disfruten la velada –Fred pasó a mi lado con una sonrisa malévolamente lujuriosa. No necesitaba decir nada, era lógico lo que estaba a punto de suceder.
El primer trío con una pareja heterosexual. Tan pronto Fred cerró la puerta, la mujer se acercó a mí, tomándome por la cintura con brusquedad, y el beso que me plantó no fue diferente. Una de sus manos viajó al agujero del traje, deslizó el encaje a un lado, y sin asegurarse si estaba lubricada, hundió dos dedos en mí. Solté un gemido en su boca, y para ser completamente honesta, si estaba lubricada, la sola idea del trío me había excitado en tan solo unos segundos.
Se separó igual que como había llegado, bruscamente. –Acuéstate – fue cuando descubrí una dulce voz aguda. Obedecí. Yo tenía las piernas abiertas, pero supongo que no de acuerdo a lo que ella necesitaba, porque las abrió más, colocándose de rodillas, volvió a remover las bragas hacia un lado y comenzó una tortura deliciosa con mi clítoris, alcanzando con su mano uno de mis senos, masajeándolo.
-Abre la boca – escuché una voz ronca y varonil, fue cuando me percaté que el hombre estaba totalmente desnudo, con el pene erecto y a poca distancia de mi boca. Lo hundió lentamente, hasta el fondo, una y otra vez. El acto era sardónicamente placentero.
El hombre abandonó mi boca, lo seguí con la vista. Levantó por las caderas a la mujer, que en ningún momento me abandonó, en un movimiento escuché el velcro del vestido siendo prácticamente arrancado, y se lo quitó por completo. La penetró sin preámbulos, sólo así escuché a la mujer gemir, abandonándome en el proceso. Podía distinguir el ritmo que llevaba el hombre, porque la mujer se mecía sobre mí, tratando de darle atención a mi botón del placer, pero no se comparaba a lo primero que me había hecho.
El hombre se detuvo exigiendo un cambio de posición, se acostó boca arriba haciendo que la mujer lo montara, y a mí me colocó sobre su boca, devorándome con vehemencia. Hice una injusta comparativa, pero los lengüetazos que me estaban dando el hombre, más largos y pausados me parecieron mejor. Escuché a la mujer dar unos gritos de placer, supuse que había tenido un orgasmo.
Él retomó el control, haciendo que todos nos pusiéramos de pie. -¡Bésala! -La mujer se abalanzó para besarme con pasión. Su lengua se paseó por mi boca y disfruté de su intromisión. Ella decidió meter y sacar dos dedos por mi v****a, aun y cuando no se lo habían ordenado, que me hundieron en el placer
-¡Ven aquí! -Nos interrumpió, y no sabía a quién le hablaba. Lo vi masturbándose con una mano, como desquiciado; con la otra mano agarró a la mujer de la mandíbula, obligándola a arrodillarse. -¡Te lo vas a tragar todo! –Dijo autoritario, casi entre dientes. La mujer abrió su boca, le acariciaba los testículos y no apartó su vista de él. –¡Tú, ven aquí! -Me ordenó a mí, hundió dos dedos en mi boca, jalándome a la altura que deseaba, mientras su otra mano continuaba con el trabajo arduo sobre su pene. Sacó sus dedos de mi boca, para introducir su mano en el sostén y pellizcar mis pezones, luego liberó uno de mis senos, llevándolo a su boca para morderlo; yo me masturbaba a mí misma, cuando sentí que se paralizó, ya que estaba llegando a su clímax.
Me giré a ver a la mujer, tenía parte de su cara con semen, el sujeto la ayudó a levantarse y fue por una toalla para limpiarla.
-Eres hermosa y complaciente - escuché de nuevo la voz aguda, mientras iba colocándose el vestido de nuevo.
-Gracias - intenté sonar agradecida, aunque en realidad estaba frustrada. Siempre tenía un orgasmo al día, no importaba con cuál cliente, con que al menos uno me liberara era más que suficiente.
Se vistieron tan rápido como se habían quitado la ropa. -Te veremos pronto Ali - la voz rasposa del hombre fue coqueta y salieron de la habitación, dejándome frustrada, sin saber qué hacer.
Me acosté sobre la cama, esperaba que Fred me tuviera otro cliente, para buscar mi tan anhelado orgasmo, de lo contrario me tocaría masturbarme, pero no era lo mismo. La puerta se abrió, dejando entrar a Fred apresurado, me puse de pie.
-Lo siento, es que no sabía si tenía... - me jaló del cabello hacia un lado, con la suficiente fuerza para que mi cabeza se inclinara en esa dirección. Su nariz se puso sobre mi clavícula, inhalando con exageración por todo mi cuello hasta llegar por detrás de mí oído.
-Me enloquece el aroma a sexo que desprende tu cuerpo - abrí mis ojos con sorpresa, ¿cuándo me había olido? -¿Te hicieron venirte? -Cuestionó con un tono cargado de lujuria.