Capítulo 20

3718 Words
Sorprendidos, con los ojos abiertos como un par de huevos fritos y con la boca abierta cómo la boca de un tiburón eran las expresiones de Alberto y Jordanys. Por la sorpresiva noticia que acaban de recibir y para ellos era deficil de creer. Con esas expresiones tan cómicas Carlos se echó a reír de verlos así. —¿ En verdad te casarás? —¿Con Mariana San Clemente?. Preguntó Jordanys —Ya lo dije. ¿ No?. Alberto hizo una mueca de incredulidad. —Amigo, las sustancias ilicitas no son nada saludable, ¿Sabes eso? —¿ Tengo algún olor a algo diferente, que no sea mi perfume de Issey Miyake? —Ni para nada. Agregó Jordany—, ni ningún otro polvo o hierba que te haga tener alucinaciones. —No estoy alucinando, amigos míos… . Carlos hizo una mueca y dejó salir el aire—. Tengo tres meses para casarme, o de lo contrario, miles de familias quedarán sin empleo y con todas las consecuencias que ésto conlleva. Sobre mi persona tengo el peso de una gran responsabilidad. Alberto y Jordanys se miraron de reojo, y Carlos no se perdió el mensaje en esa mirada. Sonrió sin prestarles mucha atención a lo que ellos pensaran u opinaran en ese momento, y miró en derredor el restaurante en el que se habían citado para almorzar. Tamborileó con sus dedos sobre la mesa, y no hizo sino pensar en qué estaría haciendo su prometida ahora. Aunque no lo habían hecho oficial todavía, el haber aceptado los convertía automáticamente en prometidos. Todavía se preguntaba si acaso Eduardo San Clemente no se había vuelto un poco loco cuando firmó una cosa así. Y Mike debía estar de remate para aprobarlo. No lo había llamado hasta ahora, tal vez decidiendo darle un poco de espacio. Él debía interiorizar esta nueva información, pero le estaba quedando muy difícil. Se iba a casar con Mariana. La cuenta llegó, y los tres amigos se levantaron de las mesas luego de cancelar. Carlos permanecía en silencio mientras se acercaba al gran estacionamiento donde había dejado su auto. Su teléfono móvil timbró, y al ver que era Mike, suspiró. Su espacio se había acabado. —Que pasó amigo mío. Saludando él. —Mariana, me dijo que has aceptado. No es que dude de su palabra, pero me sentiré más tranquilo si eres tú quien me lo dice. Carlos sacó las llaves del bolsillo del pantalón y contestó. —No es que haya aceptado, es que estoy acorralado. Eduardo me tendió una buena trampa. —¿Entonces, te casarás, asumirás la presidencia, y todo lo que ésto conlleva? —Todavía no tengo claro qué es ese "todo lo que conlleva". —De eso exactamente es que quiero hablarles. Necesito que nos reunamos para discutir unos asuntos. —Me imagino. —Esta misma noche. A las siete en la Mansión San Clemente. Carlos tragó saliva. —Claro, allí estaré. Mike se despidió y cortó la llamada. Miró a sus amigos, que lo observaban interrogantes, y sonrió. —No me miren como si fuera a morir. —Sabes –Dijo Jordanys—, te vas a casar con la mujer de la que llevas toda tu vida enamorado, y parece que en vez de eso fueras al matadero. —Da un poco de nervios, no lo niego –Dijo Alberto, sonriendo—. Casarse es un asunto serio, pero cuando piensas en la luna de miel, se te pasa un poco el susto Carlos elevó una ceja. —Les aseguro. Contestó él — que si alguna vez pensé en casarme, no fue ni remotamente de esta manera. Casarme porque me han engañado me hace sentir pequeño y un poco miserable. Parece un castigo, más que un regalo. —Es un mal inicio. Acepto Jordanys, encogiéndose de hombros—, pero, a veces los matrimonios empiezan de una manera hermosa, romántica, espectacular… y terminan como el infierno mismo. Tal vez en tu caso sea lo contrario. —Tienes que ser positivo. —Yo soy fe positivo. Tal vez el azar te favorezca a ti. Carlos sonrió sacudiendo su cabeza y entró a su auto. —Nos vemos después. —Comprate un buen anillo para la novia —Bromeo Alberto—. Para ellas es importante. —Sí, está bien. Carlos puso el auto en marcha y salió del estacionamiento. Hacía varios meses que Mariana no se vestía para nadie. Esa tarde, Mariana fue al estilista con Elena, no sólo para retocar su cabello y darle una nueva y mejor forma conservando el largo que ahora tenía, sino también para contarle lo que estaba sucediendo en su vida. Elena la miró tremendamente sorprendida cuando le habló de su compromiso. Tuvo que repetírselo varias veces, y casi jurárselo por su padre. Y Elena seguía aún sin creerle. —Es que no puede ser. Es increíble decía—. Es decir, sí me los imagino prometidos, de hecho, toda la vida me los imaginé así, pero no de esta forma… Mariana, debes estar furiosa con tu padre. Mariana suspiró, y se miró al espejo una última vez antes de salir de la salon de belleza. El cabello n***o le llegaba al cuello, abundante y suave. Sonrió. —En un momento, lo estuve, pero ya no. Él dijo la razón por la que hizo todo. —¿Qué razón pudo tener? —Dijo que no pudo soportar ver cómo no éramos capaces de tomar las riendas de nuestros propios destinos… o algo parecido. Y es verdad. Ni Ricardo ni yo nos preparamos para nada en la vida. Él no puede presidir la empresa, y yo mucho menos. Papá intentó encaminarnos, pero nosotros tomamos nuestros propios rumbos, alejándonos cada vez más de nuestras obligaciones. Así que él tuvo que buscarse un sustituto; un hijo que, aunque no lo fuera por sangre, pudiera sucederlo en todo, o casi todo. Así que le dejó el poder, y a su hija querida para que cuidara de ella. —¿De verdad te crees que fue sólo eso? Mariana la miró a los ojos por un momento y se encaminó hacia la salida. Ahora tenía el deber de buscar un vestido para esa noche. —¿Y qué otra cosa podría ser? —No lo sé. Yo creo que tu padre sabía que Carlos te quiere. A lo mejor lo supo toda la vida. Pero no –rectificó Mariana—. Eso sería casarte con un hombre al que no amas por conveniencia. Eduardo te quería demasiado como para venderte así –Mariana bajó la mirada, y Elena entrecerró sus ojos—. O, ¿tal vez Eduardo pudo ver algo que ninguno de nosotros vio? —A lo mejor. Mi papá era un hombre muy sabio y con mucha experiencia y ese tipo de personas ven mucho más allá que cualquiera. Sonrió ella, y señaló hacia la calle. —¿ Estás muy ocupada? ¿O me puedes acompañar a comprar ese vestido? —¿El vestido combina con el tatuaje? No es mejor que sigas usando camisetas y botas. Mariana sonrió de medio lado. —Tendrá que ser un vestido que me cubra la espalda. Y mi época de botas y camisetas ya pasó; pronto seré la esposa del presidente de una gran empresa, así que debo representarlo, ya que él es un hombre elegante. —Yo creo que puedes seguir siendo tú misma. —Tal vez esa soy yo. —¿Quién, una mujer que cambia su manera de vestir por un hombre? —No, una mujer que es capaz de hacer pequeños sacrificios por alguien importante. Elena se detuvo un momento mientras caminaba hacia el estacionamiento, para mirar fijamente a su amiga. —¿Tanto así le quieres? Nunca te vi cambiar nada de ti por nadie. —Nunca he dicho que lo quiero. —Díselo a él –pidió Elena—. Ese hombre recibirá esas palabras como lluvia en tierra sedienta. Si se lo dijeras, sanarías para siempre su alma. —Las palabras se las lleva el viento, Elena. Siempre he sido de la firme creencia de que las cosas es mejor probarlas con hechos. —“Las cosas” –repitió Elena—. Te has convertido en una experta esquivando el tema de los sentimientos. Aun delante de mí, eres incapaz de decirlo abiertamente. Vio a Mariana tragar saliva y respirar profundo. —Aun así, eres mi mejor amiga. —Eso es un alivio. Elena siguió caminando y llegaron al auto. Antes de entrar, dijo—: vamos por ese vestido, a ver si de casualidad puedo echarle un vistazo a ese tatuaje. Mariana sonrió y subió al asiento del copiloto. Carlos fue recibido en la Mansión San Clemente con cierta ceremonia. Ya no estaba Susana quien, al haber recibido su herencia, ya no tenía necesidad de trabajar, pero el resto del personal lo conocía muy bien, y sabían, en cierta manera, lo que estaba sucediendo entre él y Mariana. Era un poco bochornoso que el servicio conociera sus asuntos personales, pero también inevitable. Los sirvientes siempre se enteraban, quisieran los señores o no. Él lo sabía de primera mano. En la sala del piano estaba Mike y Mariana, y al ver a ésta última, él se detuvo un poco sorprendido. Ella estaba preciosa. Lucía un vestido de satín color violeta oscuro drapeado y sin mangas, con un escote un poco profundo que de inmediato le dejó la boca seca, y ella… ella estaba preciosa con su cabello con un corte diferente, maquillada con sombras suaves y naturales, y luciendo una pequeña cadena de oro blanco y pendientes de esmeraldas. Se había vestido muy apropiadamente para una ocasión feliz, y él ni siquiera había ido a casa para darse una ducha y cambiarse de ropa. Realmente, había pensado que esto sería una reunión más informal, reacios como estaban ambos a cumplir el cometido que se les obligaba, pero Mariana, con su presencia, lo había transformado todo. Radicalmente. —Bienvenido. Lo saludó ella, sin sonreír, pero también sin ninguna mueca o expresión de desagrado. Carlos la observó largamente, y luego se escuchó a Mike carraspear. —Estaba planeando con Mariana el orden de la reunión, y ella ha insistido en que cenemos primero. No recordaba que eres una señorita bien criada, y por lo tanto, una excelente anfitriona. Me disculpo—. Mariana sonrió mirándolo y negando con su cabeza. El cabello se había agitado un poco también y Carlos siguió observándolo. —No seas tonto, Mike. Es obvio que si los amigos de mi padre vienen a mi casa, he de atenderlos bien. Te apetece algo de tomar, ¿Carlos?. Él la miró directo a sus ojos oscuros sintiéndose confundido. Cualquiera pensaría que ellos eran excelentes amigos y que lo que los reunía ahora era algo feliz y concertado bajo la voluntad de ambos. —Sí, cualquier cosa, por favor. Ella se encaminó al bar y le sirvió una copa de vino. Carlos no se perdió los juegos de luces sobre su vestido y su cuerpo con cada movimiento. Se metió un dedo en el cuello de la camisa, sintiéndose de repente sofocado. —¿Qué tal todo por la oficina? Se han calmado un poco las cosas? . Carlos se obligó a concentrarse en Mike. —Sí. De algún modo, han dejado de llamar histéricos preguntando lo mismo. —Ahora que anunciemos tu compromiso con la heredera, la ansiedad desaparecerá del todo. —Sí, me imagino. Mariana llegó con su copa y él se la recibió sin mirarla directamente. Siguió hablando con Mike, y unos pocos minutos después, apareció una muchacha anunciando que la mesa estaba dispuesta y servida. Carlos, Mike y Mariana se sentaron alrededor de la mesa, y Carlos se dió cuenta que Mariana ocupaba la cabecera de la mesa con cierta renuencia. Habría sido peor dejarla vacía, y le correspondía ocuparla a ella, que era la anfitriona. Mike amenizó el rato con anécdotas, detalles y más de sus cuentos. Dijo, entre otras cosas, lo mucho que le aliviaba que su hija hubiese formalizado ya su compromiso con Alberto. Luego de la cena, Mariana los condujo a otra sala y sin pérdida de tiempo, Mike sacó unos papeles de su maletín. Una carta sellada con lacre fue puesta en manos de Carlos quien tuvo que verificar que el sello estaba intacto, al igual que Mariana y Mike la abrió y procedió a leerla. —Hay ciertos requerimientos para que todo esto se lleve a cabo a satisfacción. Dijo antes—. Eduardo tenía la mejor de las intenciones, y tuvo diez años para observarlos a ambos, y dictaminar cuál sería el mejor modo para que las cosas ocurrieran como se esperaba. Carlos recostó su espalda en el sofá en el que estaba sentado. Mariana, al frente, estaba sentada con sus rodillas muy juntas y muy derecha en su asiento, miraba a Mike expectante y en silencio—. El primer requerimiento, ya ustedes lo conocen –siguió Mike—es realizar la boda en los siguientes tres meses. ¿Hay alguna objeción a ello?. Mariana levantó la mano como si fuera un salón de clases. —¿Dime, Mariana ? —En tres meses es la boda de Elena. No quiero que ella tenga que retrasarla, ni que tenga que acortar su luna de miel por venir a la… mía. —Es verdad Contestó Mike, frunciendo el ceño, y miró a Carlos. —¿ Cuál es tú opinión? . Él se encogió de hombros. —Tal vez… debamos adelantar la nuestra. Sugirió Mariana mirándolo. Carlos respiró profundo. —Es lo mismo para mí. —Entonces yo sugeriré la fecha: ocho semanas a partir de hoy. ¿De acuerdo?. Carlos asintió, al igual que Mariana—El siguiente requerimiento, es que abandonen la Mansión. —¿Qué?. Preguntó Mariana sorprendida—. ¿Por qué?. Mike se encogió de hombros. —Luego de la boda, deberás irte a vivir con tu marido, Mariana. En su apartamento, preferiblemente. Carlos apoyó el brazo en el espaldar del mueble y se masajeó la sien con dos dedos, sintiendo que por primera vez en su vida iba a tener una resaca sin haber bebido antes. —¿Por qué eso, si se puede saber? —No se lo consulté. —Mentiroso. —¿Seguimos?. Sugirió Mike con una sonrisa ladeada—. Los gastos de la boda correrán por cuenta de Carlos, y luego de que se casen, y Mariana viva en tu apartamento, te presentarás formalmente ante los accionistas del Grupo Empresarial Global San Clemente y presentarás tu candidatura El Chief Excutive Officer, serás el CEO. Todo esto es un protocolo, porque realmente, todos te elegirán a ti. Carlos asintió—. Y luego de un año de casados… Mike suspiró—. Deberán presentarse nuevamente ante mí con un heredero. —¿Qué?. Gritó Mariana poniéndose en pie. Carlos quedó sin aire por un momento, y luego se dio cuenta de que Mariana estaba en peor estado que él. —Puede ser que para la fecha esté en camino, no importa. —¿Por qué papá exigió una cosa así? —Quiere asegurarse de que el matrimonio sea consumado. —¿Por qué dudaría él de algo así?. Preguntó Carlos y miró a Mariana que se giró a él con algo por decir, pero se quedó con la boca abierta y de ella no salió nada. —Tal vez es sólo una simple precaución. —¿Y si no hay herederos?. Preguntó Mariana con un hilo de voz. —Es como si todo esto no hubiera servido de nada. Cuando el niño, o niña, nazca, se leerá un nuevo testamento que le implicará, y sólo hasta entonces, serán libres de Eduardo. —No me hagas reír. Dijo Carlos con una carcajada a punto de salir—. Él sólo quiere controlarlo todo aun desde el más allá. Incluso la matriz de su hija. Vio a Mariana ponerse ambas manos en el vientre, aún de pie. Ella seguía pálida—.¿ Hay algo más?. Preguntó Carlos. Mike hizo una mueca. —No, eso es todo. Yo seré el vigía para comprobar que todo esto se cumpla. —Necesitarás una prueba de ADN que certifique que el presunto heredero sea realmente un Juárez.—San Clemente? —¡Carlos!. Exclamó Mariana, y él la miró sonriente. —Llegados a este extremo –sonrió él con candidez—¿qué más da? —No, no necesitaré una prueba de ADN. Y tú tal vez debas disculparte con tu novia Carlos miró el techo respirando profundo. Vio a Mike recoger sus papeles y dejó con cuidado la carta con los requerimientos de Eduardo sobre la pequeña mesa de café ubicada entre los muebles—. Los dejo. Imagino que tienen mucho que hablar. Mike se puso en pie y salió de la sala. Carlos observó a Mariana, que seguía en pie, pálida, y sin mirarlo. Se puso en pie también y caminó a ella. —Es cierto que tenemos mucho que hablar?. Ella movió levemente la cabeza al sentirlo cerca. Él la miraba desde su estatura con las manos en los bolsillos en una pose relajada. —Se supone que los novios hablan mucho entre sí, aunque siempre son las novias quienes planean la boda. —Mmm… ¿Crees que puedas hacer por ti misma un presupuesto para la fiesta y eso?. Ella lo miró un poco duramente. —Claro que soy capaz. —Bien, entonces, cuando tengas ese presupuesto, por favor avísame para pasarte el dinero. —¿Tengo un monto, o un límite?. Él sonrió de medio lado. —Bueno, tengo mi propio dinero, pero no soy millonario. No puedes tirar la casa por la ventana. Ella lo miró, y notó que Carlos ahora estaba más cerca que antes. Sus manos empezaron a temblar, y cerró sus ojos. —Parece que has terminado adaptándote a todo esto. Susurró ella, y Carlos sonrió. —¿Adaptarme? No, no termino de adaptarme. Creo que ni siquiera he empezado a hacerlo; tengo una prometida sin haberlo buscado, me voy a casar sin haberlo propuesto. Es difícil de aceptar. —Puedes… proponerlo ahora. —No traje un anillo. Sonrió él, y ella asintió cabizbaja. Esa actitud un tanto sumisa de ella le llamó la atención. No recordaba ni un momento en el pasado en el que ella fuera sumisa. Se acercó un poco más y puso su mano en la delgada cintura de ella. Mariana abrió los ojos un tanto alarmada y lo miró a los ojos—. No te asustes, no te voy a violar. —No… no es eso. —Eres mi novia ahora, Mariana. Se supone que en público deberemos mostrarnos, por lo menos, cómodos el uno con el otro. —Sí… sí… —Esperarán vernos juntos en cenas, fiestas y salidas. —Cumpliré con mi papel. —Tendrás que. Seguramente, también deberás organizar más cenas como esta, y veladas. —No es problema para mí. Él sonrió al ver que ella aceptaba casi todo sin titubear. Se acercó mucho más a ella hasta besar la pequeña arruguita de su entrecejo, y en ese beso hubo más ternura de la que se propuso. Ella al sentir sus labios en su piel, apretó en un puño la tela de su camisa. Carlos no supo si aferrándose a él, o rechazándolo. Ella estaba quieta como una estatua. Volvió a acercarse y besó entonces su mejilla. Mariana olía tan bien, y su piel era tan suave. Su cabello, aunque corto, invitaba a sus dedos a meterse entre ellos. —¿Ya me perdonaste?. Susurró ella. Daniel la miró interrogante. —¿Perdonarte? —Por haberte llamado invisible. Seguías enojado ayer. Él sonrió un poco irónico. —Es probable. Volvió a acercarse y husmeo su cuello. Quería besarla, quería rodearla con sus brazos y pegarla a su cuerpo, hacerle sentir lo mucho que la deseaba. —Y me perdonaste… ¿por lo de Jhon? –Qué? Quiso preguntar él un poco fuera de sí. Por qué ella mencionaba a ese sujeto ahora que estaban tan bien, cerca el uno del otro, tal como lo había soñado por tanto tiempo? . Se alejó de ella dando unos pasos, molesto. —Es posible que no lo olvide, si tú lo mencionas así de la nada. Mariana no dijo nada, sólo miró a otro lado. Carlos respiró profundo esperando ponerse a sí mismo en calma, y bajo control—¿Hay alguna cosa que esperes de mí? preguntó. Ella lo miró de nuevo con una pregunta en la mirada—. No me pedirás siquiera que sea fiel, o alguna cosa de esas? —No te estás casando conmigo porque quieres. No puedo exigirte nada. —En serio, ¿Mariana?. Rió él, aunque sin humor. —¿Qué podría exigirte? —No lo sé, usa un poco tu imaginación. ¿Y hazme creer que esto no es un castigo. Llamarte de vez en cuando, quizá? Invitarte a comer, o a tomarte algo …¿ Es hoy la fecha que deberemos recordar como el día que iniciamos una relación? —Si es importante para ti…Él quedó en silencio. Increíblemente, había dado con una mujer a la que todas esas cosas no le importaban. Y le molestaba. Esto era una muestra de cuán indiferente era ella a todo lo que estaba sucediendo entre los dos. Y él que pensó que ese vestido lo estaba luciendo para él. Qué iluso. Dejó caer sus hombros y se rascó una ceja. —Tranquila. No importa. Sin embargo, como te dije, en algún momento tendremos que salir y eso. Supongo que yo te avisaré cómo y cuándo. —Te lo agradeceré. —Nos vemos, entonces. La miró a los ojos, esperando que ella se despidiera y mostrara un poco de pesar porque la dejaba sola en esta enorme casa. Pero ella no hizo un gesto de hacer o decir nada. Ella, obviamente, no lo invitaría a quedarse esta noche—. Terminé mi relación con Emma, por si te interesaba saberlo. La vio tragar saliva y asentir. —Gracias. —No lo hice por ti, sino por ella. Hemos roto su corazón. Y sin agregar nada más, salió de la sala y de la Mansión.
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