Capítulo 18

3943 Words
“No espero contar con el agradecimiento de todos al terminar esta carta rezaba el testamento de Eduardo—, por el contrario, soy consciente de que, aun después de haber muerto, recibiré unos cuantos insultos y reproches. Y los aceptaré. Pero viendo que ustedes, mis hijos, no fueron capaces de tomar el destino con sus propias manos, me vi en la obligación de hacerlo yo y forzarlos a tomarlo también. Lo siento si mis decisiones parecen arbitrarias, pero fueron pensadas a conciencia, durante más de diez años, con cabeza fría y corazón dispuesto. Todas las decisiones y disposiciones que ahora Mike Carri, mi amigo y albacea leerá, las tomé pensando en ustedes, y por el profundo amor que le tengo a cada uno. Así que, los bienes por los que trabajé toda mi vida, quedarán repartidos de la siguiente manera: "A Susana mi amiga y administradora de la Mansión San Clemente, que trabajó para mí por casi treinta años, le dejo la hacienda en New Jersey, que a ella tanto le gusta, y que se merece para que la habite o disponga de ella como le plazca. Además, de una pensión que alcance para que viva dignamente, sin escasez de ningún tipo, hasta el día de su muerte”. Carlos miró a Susana con una sonrisa, y ella le correspondió apretando su mano. —Bien, eso es lo dispuesto para Susana. Tendré que pedirte, señora mia que abandones la sala. Es una petición de Eduardo. —No hay problema –dijo ella, poniéndose en pie. Puso una mano en el hombro de Carlos y salió de la sala. Carlos respiró profundo, imaginando que ahora seguía él, y lo harían salir también. Luego, él se iría, dejaría a los San Clemente quizá para siempre, y sería libre al fin de la promesa de obedecer a Eduardo hasta el día de su muerte. Legalmente, Eduardo moría hoy para él. “A mi hijo Ricardo–siguió Mike y Carlos frunció el ceño, sorprendido—. Dejo el total de las propiedades en Miami, New York y Barcelona. También la casa de su madre en Washington, los negocios que en principio fueron de ella y se conservaron independientes, y que espero que disfrute con prudencia. Todo esto suma la totalidad de setecientos cincuenta millones de dólares; espero lo administre con prudencia”. —¿Qué? –exclamó Ricardo mirando a Mike con ceño—.¿Sólo eso? Sólo somos Mariana y yo. ¿Me vas a decir que la fortuna del anciano era tan pequeña? —Si te hubieses interesado por los negocios de Eduardo lo sabrías con exactitud. ¿No te parece? –contestó Mike sin mirarlo. —¿ Y qué hay del Grupo Empresarial Global San Clemente?¿Le va a quedar a Mariana? A duras penas sabe sumar y restar —Cálmate, Ricardo. Esto es lo que dejó tu padre para ti. Acéptalo o renuncia a ello en este instante. Te recuerdo que la ley te otorgará mucho menos si te vas a pleito. Ricardo apretó sus dientes, pero no dijo más y se recostó en su asiento —¿ Podrías salir? —¿De qué hablas? —Debes salir. Ya se leyó tu parte. —¿No entiendo. De Susana lo acepto, era una sirvienta, pero por qué tengo que salir yo? —¿Tengo que repetirme? Sal de aquí, Ricardo. Yo no tengo la paciencia de tu padre! —Pero… —FUERA! o ¿llamo a seguridad ?. Gritó Mike y Ricardo no tuvo más remedio que obedecer. Miró con odio a Carlos, y salió de la sala. Mike tuvo que tomarse unos segundos, y unos tragos de su vaso de agua para ponerse en calma otra vez. Carlos estaba cada vez más nervioso. Tenía que admitir que él tampoco sabía con exactitud a cuánto ascendía la fortuna de Eduardo. Hasta ahora, no había tenido conocimiento de la mitad de los bienes que le dejó a Ricardo, por lo tanto, no podía calcular qué porcentaje quedaba. Era consciente de que al menos el diez por ciento de todo se iría a las obras de caridad y fundaciones de las que Eduardo se ocupaba. Entonces, eso dejaba más del cincuenta por ciento de la herencia entre Mariana y él. Pero dudaba que hubiese dejado a Mariana con menos de lo que le dejó a Ricardo. "A mi hija Mariana–siguió Mike y Carlos sintió que algo apretaba su estómago. Definitivamente, lo habían dejado a él de último en la lectura—, le dejo la totalidad de mis acciones en el Grupo Empresarial Global San Clemente con total poder de decisión, voz y voto en la mesa de juntas, y con capacidad de traspasar este poder a quien se convertirá en su esposo bajo la aprobación de mi amigo y albacea Mike Carrie. La casa familiar, los bienes en Los Ángeles e Italia. La colección de pinturas y demás obras de arte de la familia. Además del efectivo en las cuentas bancarias, lo cual, suma ochocientos millones de dólares. Sin embargo–siguió leyendo Mike echando una mirada suspicaz a Carlos—, éste legado va especial y estrictamente vinculado al siguiente…” —¿Vinculado? –interrumpió Mariana—. ¿Qué significa eso? —Es un segundo gravamen. Explicó Mike pero al ver que Mariana seguía sin comprender, siguió —No podrás hacer uso de esos bienes si no acatas ciertas… órdenes. —Ah. “A Carlos Juárez.–siguió Mike y Carlos no levantó su mirada—. A quien quiero como a mi propio hijo, cedo mi derecho a la presidencia del Grupo Empresarial Global San Clemente, para que sea él quien la presida de aquí hasta que haya un nuevo heredero San Clemente y que tome control de ella”. —¿Qué? . Preguntó Carlos. Y recordó que eso había sido lo que le dijera Eduardo cuando le pidió ir a Harvard junto a Ricardo. Que le obedeciera hasta que hubiese un heredero con la sangre San Clemente para que lo sucediera a él. El viejo de verdad había tenido todo planeado desde el principio. “Con este legado, le son otorgados todos los derechos legales y jurídicos para que la represente en todo sentido, y le dan a él plena potestad para dirigirla, encauzarla, redireccionarla y obrar con ella conforme a su criterio y voluntad. Será la primera y última instancia en las decisiones importantes, y demando que los demás ejecutivos se adhieran a esta orden mía, bajo pena de despido en caso de presentar alguna querella en su contra”. Carlos cerró sus ojos y se dejó caer en el espaldar del mueble. Sintió la mirada de Mariana, pero no dijo ni hizo nada. Eduardo lo estaba condenando aún desde el más allá a seguir metido entre los San Clemente “El diez por ciento de mis bienes serán otorgados a las diferentes fundaciones que en vida respaldé –siguió la carta de Eduardo—, y las obras de caridad. El cumplimiento de este mandato recaerán en Carlos Juárez, quien presidirá la empresa de aquí en adelante”. “Y este es mi último bien –siguió Mike, y se aclaró la garganta. Esto inquietó a Carlos. Mike hasta el momento, no se había mostrado inseguro ni nervioso —: Mi última voluntad es, que ni mi hija Mariana San Clemente, ni Carlos Juárez mi protegido, reciban nada de lo que aquí se ha estipulado para ellos hasta que presenten ante los testigos de este testamento un acta que certifique su unión matrimonial ante un juez notarial”. —¿Qué? Gritaron Mariana y Carlos a la misma voz. “Los traspasos se harán efectivos con dicho documento cuando sea presentado ante Mike Carrie amigo y albacea, y los abogados designados. Y dado que una boda no se puede organizar dignamente en poco tiempo, se les otorga un plazo de tres meses para presentarse legalmente casados”. —¡Esto es una locura!. Exclamó Carlos poniéndose en pie—. !Eduardo estaba loco! —No lo estaba. Dijo Mike.—. Tengo todos los certificados psiquiátricos que quieras para comprobarlo. —¿Pero cómo pudo haber ordenado una cosa así? —¿Quieres que vuelva a empezar para que comprendas? —¡No! ¡Esto es absurdo!. —Carlos no he terminado. Podrías… —¿Hay más? —Sí, me temo. Carlos, temblando, casi, se sentó de nuevo y Mike siguió: “Cuando mi hija y Carlos Juárez hayan contraído santo matrimonio, todos estos designios se harán efectivos”. Carlos escuchó la voz de Mariana, que salió en lo que pareció un quejido. Sin embargo, si pasados los tres meses, ninguna de las partes accede a contraer matrimonio, se comprenderá que han decidido no acatar mi última voluntad, y en consecuencia, la totalidad de mis acciones será rematada en bolsa, los bienes, tangibles y no tangibles, serán subastados y donados a la caridad, y la participación de los San Clemente será borrada para siempre de las empresas, la cual se disolverá en sus diferentes dependencias, no importando el riesgo económico que esto conlleve”. —Desgraciado. Dijo Carlos tapandose el rostro con ambas manos y sin saber ya cómo acomodarse en su silla. —Él no puede hacer eso. ¿ Cierto, Mike?. Preguntó Mariana.—. Él no puede! —Puede y lo hizo. —!Eduardo no era dueño de mi vida!. Exclamó Carlos golpeando con la palma de su mano la superficie de la mesa de juntas—. No puede, no puede hacerme esto! —Él, curiosamente, me pidió que te recordara el voto de obediencia que le hiciste. —¡En vida!. Gritó Carlos—. Prometí obedecerlo en vida! Esto es… esto es enfermo! Es una locura. —Carlos… —empezó a decir Mariana, pero Carlos se puso en pie dispuesto a salir. —¿Qué! –gritó él—. Qué me vas a decir? —Sólo cálmate, tal vez… —Yo no tengo por qué obedecer este testamento. No tengo nada que perder, así que Mike no cuentes conmigo. —Carlos. Volvió a llamarlo Mariana. —No, Mariana Olvídate. Contestó él entre dientes—. No te necesito a ti, ni a tu padre, para dirigir una empresa. Tengo dos manos y un cerebro muy aptos para conseguirlo por mí mismo. —Carlos. Le recordó Mike—, tienes tres meses para pensártelo. —Oh, por mí puedes poner el cartel de “se vende” ya mismo. Ya fui manipulado por esta familia demasiado tiempo. No necesito a los San Clemente. Tengo mil ofertas allá afuera que fácilmente pueden satisfacer mis expectativas. Puedo ascender por mi propia fuerza de voluntad. —Nunca llegarás tan lejos. Dijo Mike. —¿Y qué? ¿Por qué querría yo vivir como ellos? —Carlos …Volvió a susurrar Mariana, pero esto encendió más el furor de Carlos. —No me hables. Gritó Carlos—. ¿Dime una cosa, por qué rayos, querría yo casarme contigo? ¿Qué te crees que eres, Mariana? ¿Que se creía tu padre que eres tú? —Yo… —¿Por qué me casaría con una mujer que a toda vista me desprecia? ¿Una mujer a la que se le hace muy fácil decir que soy invisible? —Te expliqué eso. —Estás asustada. ¿Verdad? –siguió él—. Te quedarás en la calle, pero acaso es mi culpa. Yo no tengo todo el dinero que tú y tu hermano, pero tengo inteligencia y fuerza de voluntad; no importa qué tan bajo esté ahora, llegaré lejos. Pero ustedes ¿Qué tienen? –No contestó la pregunta, ni esperó a que nadie lo hiciera, y salió de la sala de juntas tirando la puerta. Mariana quedó en silencio, aceptando sus palabras, aceptando que él tenía razón en estar furioso, dolido; en sentir que, otra vez, había sido traicionado. Tragó saliva y cerró sus ojos. Ahora. ¿Qué iba a hacer? —Tienes que convencerlo, Mariana. Dijo Mike. Y ella no pudo más que reír. —¿Él… él me odia, no lo ves? —Son más de cien mil familias, Mariana. —¿Qué? —Si Carlos no acepta, y las acciones de Eduardo se rematan, la empresa entrará en una crisis sin precedentes, lo que llevará a la reducción de personal o la bancarrota. Son más de cien mil familias las que se quedarán sin empleo, sin ingresos, y sin seguridad si tú y Carlos deciden no seguir adelante. Mariana tragó saliva, pero Mike. Siguió diciendo. — Carlos lo sabe perfectamente; él incluso conoce personalmente a un gran número de esas familias. Mariana cerró sus ojos y recostó su cabeza al sillón. Esto simplemente debía ser una muy mala broma, no tenía sentido. ¿ Por qué querría su padre casarla con Carlos? Nunca se imaginó que albergara ese tipo de esperanzas. —Y no sólo eso, Mariana. Siguió diciendo Mike, como el mensajero que sólo trae malas noticias—, la economía se tambalearía seriamente, y… muchos otros empresarios se verán afectados. Entre ellos él, pensó Mariana. Y esto afectaría también a Elena y a Alberto… y a cientos de personas más. ¿Pero, qué podía hacer una mujer para atraer a un hombre y obligarlo a casarse, cuando toda su vida no hizo sino alejarlo? Carlos entró a su oficina queriendo romper cosas. No sabía con quién estaba más enojado, si con Eduardo, que desde la tumba quería seguir manipulando su vida, o con Mariana por la cara de espanto que hizo cuando Mike leyó que debían casarse.¿ Y por qué rayos debía él casarse?¿ Por una presidencia? . De verdad había pensado Eduardo que sería el único modo en que él llegara a tan distinguido lugar? Él podía llegar a construir su propia empresa, tal como él había hecho, y tal vez le tomara algunos años, pero era tenaz, así que tarde o temprano llegaría a su meta. No necesitaba matrimonios concertados para conseguirlo. Y Mariana oh, ella. Mariana lo odiaba. A pesar de que había dicho que lo del baile había sido de la boca para afuera, había muchas otras cosas más que indicaban que en realidad ella no le tenía la más mínima consideración. ¿Por qué iba a casarse con alguien así? . Dayana llegó hablándole de sus citas y compromisos, pero él no le prestó atención; simplemente recogió su maletín dispuesto a irse. —¿Va a salir?. Le preguntó su secretaria un poco sorprendida por su actitud. —Lo más probable es que no vuelva, Dayana. Voy a presentar mi renuncia. —¿Qué? ¿Por qué? —Porque ya no trabajaré aquí. Dayana abrió grandes sus ojos. Cuando lo vio salir de la oficina, lo siguió. —¿Entonces nos dejará?. Él se giró y la miró a los ojos con una dura respuesta a flor de labios, pero no dijo nada al ver la expresión de desamparo en sus ojos—. Todo está hecho un caos. Todo el mundo lo ha llamado, y sé que lo hacen para preguntar cuál es su posición. Todos los empleados están nerviosos, también… ¿Nos quedaremos sin empleo? ¿Quién presidirá?. ¿Lo hará el joven Ricardo? Si es él, presentaré también mi carta de renuncia, hoy mismo. Carlos le dio la espalda y se pasó la mano por el cabello. —Lo siento, Dayana. Susurró sin mirarla, y siguió su camino. Dayana se quedó con la agenda en la mano y viéndolo alejarse con el corazón en un puño. ¿Era su jefe el primero en abandonar el barco? ¿Ahora, qué le contestaría a las personas que estaban llamando? Al no estar Eduardo San Clemente, la persona a cargo era Carlos, su jefe, y por eso todos acudían a él, para saber qué seguía. Todos habían esperado a la lectura del testamento de Eduardo San Clemente y según tenía entendido, ésta se había hecho ya. Pero el aspecto de él no anunciaba buenas noticias. Se giró lentamente y volvió a su escritorio. Los teléfonos repicaban, pero ella los ignoró. No sabría qué contestarles, de todos modos. —¿Está Daniel?. Preguntó Mike llegando. Dayana se puso en pie. Mike Carrie era uno de los accionistas más importantes del Grupo Empresarial Global San Clemente. —Señor… No, señor. Acaba de salir. Mike hizo una mueca y salió, pero al escuchar los teléfonos, y ver la actitud de la secretaria, se detuvo. —¿No es eso importante? No podemos desoír las llamadas de los socios en estos momentos. —¿Y qué podría contestar?. Preguntó Dayana a su vez—. El señor acaba de irse… y creo que no piensa volver. —Eso es una tontería. Carlos Juárez ha sido nombrado nuevo presidente. —¿Qué? —A todo el que te llame, dile que él será el nuevo presidente del Imperio San Clemente. Trata de sonar feliz. —Oh, lo estoy… pero él no mucho, por lo que vi. —No ha aceptado aún. Contestó Mike—, pero lo hará. Me aseguraré de eso. Y acto seguido sacó su teléfono. Como era de esperarse, Carlos ignoró su llamada. Jordanys abrió la puerta de su apartamento, y vio a Carlos recostado a la pared. Sonrió y lo convidó a entrar. —Qué cara traes. ¿No es extraño verte por aquí en horarios de trabajo? —¿Y tú. No trabajas?. Jordanys sonrió sin contestar, pero Carlos no estaba de ánimo para sermonear—¿ Por casualidad, tendrás una botella de whisky ? . Jordanys lo miró de reojo. —No, no tengo. Eso extrañó a Carlos. —¿De veras, no tienes? . Cuando él no dijo nada, Carlos se sentó en el pequeño sofá de la pequeña sala de Jordanys. Era increíble que justo cuando necesitaba alcoholizarse, en la casa de Jordanys no hubiera con qué. También era extraño. Miró en derredor el apartamento. Estaba limpio, y las cortinas corridas para que entrara abundante luz. Parecía como si recientemente hubiesen hecho la limpieza aquí. —¿Contrataste servicio de limpieza? —No. —¿Entonces, limpiaste tú?. —Algo así. Carlos sólo alzó sus cejas. Vio a Jordanys abrir la nevera y traerle un jugo natural y luego, permaneció de pie recostado a la encimera de su estrecha cocina. Carlos se echó a reír. —¿Qué pasa contigo? —Acepto tu oferta. Dijo Jordanys—. Acepto la propuesta de trabajar para ti. —. Sí aún estás interesado en contratarme, yo… estudiaré duro para ponerme al día en mi carrera y me esforzaré para ser un buen abogado. Carlos lo miró con ojos entrecerrados. —¿Qué? —Bueno, eso si aún tienes intención de contratar. Carlos se puso en pie y cerró sus ojos.¿ Por qué ahora? Cuando tuvo el poder para ayudarlo, Jordanys lo rechazó. Ahora que había renunciado a todo, él aceptaba su ayuda. En el momento, el teléfono de Jordanys le repicó su teléfono móvil y él contestó con monosílabos. La llamada no tomó ni un minuto y Carlos no dejó de pensar en lo injusto que era todo. —Yo… acabo de renunciar al Grupo Empresarial Global San Clemente. —¿Renunciaste? ¿Por qué? —Bueno, aún no es oficial. Pero ya no trabajaré más allí. Supongo que venderé mi apartamento, y mis autos, y con ese dinero, tendré que iniciar una nueva vida. No dependeré más de los San Clemente. —¿Es todo por la muerte de Eduardo?. Carlos hizo una mueca antes de contestar. —Sí. Jordanys lo miró por unos segundos en silencio. —¿Tiene algo que ver con Mariana?. Carlos lo miró suspicaz. —¿Mariana, porque, preguntas éso? —Pasaste la noche con ella. ¿No es así?. Carlos se echó a reír, pero en su risa no había alegría. —No, no del modo que imaginas. Su expresión se agrió, y Jordanys no perdió de vista el cambio en sus emociones. —¿Entonces es por eso que quieres embriagarte?. —Sí, y vine al sitio equivocado. Dijo él mirando su jugo de fruta. Escuchó a Jordanys respirar profundo y volvió a mirarlo. Él permanecía de brazos cruzados y mirando lejos. Siempre se había preguntado qué atormentaba a este hombre, qué lo había traído hasta aquí, por qué no quería levantar cabeza. Miró de nuevo su jugo y se preguntó si él terminaría del mismo modo. Estaba solo, sin padre, ni madre, ni hermanos. En algún momento de su convivencia con los San Clemente, alcanzó a fantasear con que ellos eran su familia, pero no había sido así, sólo Eduardo había sido su padre, y ahora lo había traicionado, tal como había hecho su propia madre. Siempre tomando decisiones a espaldas suyas, siempre planeando su vida sin consultarle. Se puso en pie y dejó el vaso en la pequeña mesa. —Me voy, supongo. Jordanys lo miró con expresión grave. —Siento no haberte ayudado. —No, yo lo siento más. ¿Sin embargo, si inicio mi propio negocio, me ayudarás?. Jordanys sonrió. —En lo que pueda. —Gracias. Carlos se encaminó a la puerta, y ya estando fuera, vio el auto de Mike Carrie detenerse al lado del suyo. —Al fin te encontré. Dijo Mike, entre dientes bajando de su auto y mirando fijamente a Carlos, que miró al cielo molesto. —¿En serio? ¿ Me seguiste hasta aquí? —Mariana ha aceptado casarse contigo. —¿Qué? —Sólo falta que tú des tu consentimiento. Carlos apretó tan fuerte sus dientes que un músculo latió en su mejilla. Claro, en el momento en que veía que su estabilidad económica tambaleaba, ella, otra vez, acudía a él.¿ Qué se pensaba ella? —Ya di mi respuesta en la sala de juntas. —No. Tendrás que decírselo a Mariana. Mientras uno de los dos esté de acuerdo con el matrimonio, yo insistiré. —Bien, entonces déjame ir y decírselo. —Carlos, estás despreciando la oportunidad de tu vida. —Es curioso que todos piensen eso. Yo, por el contrario, creo que puedo fabricarme mis propias oportunidades sin que me tenga que vender por ellas. —Estás actuando como un estupido. Te están poniendo en las manos todo lo que un hombre puede soñar, y tú lo desprecias —¿Qué es todo lo que un hombre puede soñar? ¿Una esposa que te odia y que accede a casarse contigo por salvar su dinero? ¿Una empresa que más que satisfacciones me traerá amarguras? ¿ Crees que soy feliz ocupando el lugar de Ricardo?. —Ese lugar nunca fue de Ricardo. Siempre fue para ti. Desde que te conoció, Eduardo lo supo, supo que serías tú quien lo sucediera. —¿Qué? —Me lo dijo. Desde que llegaste a su casa, tuvo el plan de casarte con Mariana no sé por qué, no sé qué vio en ti o en ella, pero ese fue su plan. La presidencia siempre fue tuya. Mariana siempre fue tuya. Algo se movió en el estómago de Carlos y tuvo que pestañear intentando aclarar sus emociones—. Habla con Mariana. Dijo Mike interrumpiendo sus pensamientos—. Lleguen a un acuerdo. Recuerden que tienen tres meses para la boda—. Hugh no agregó nada más, y subió de nuevo a su auto. Carlos lo imitó subiendo al suyo, tomando rumbo hacia la Mansión San Clemente. Sí, hablaría con Mariana. Acabaría con esta locura de una buena vez.
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