Efectivamente Carlos se dirigió para la Mansión. San Clemente. Se estacionó al frente y se estuvo allí largos minutos odiándose a sí mismo, criticándose, riñéndose por haber venido. Pero su cuerpo desobediente actuaba por sí solo, así que abrió la puerta del auto y bajó. Se encaminó a la entrada e hizo ademán de tocar el timbre, pero se detuvo. Él tenía llaves, era sólo que había perdido la costumbre de entrar por su cuenta. Entró suavemente, y encontró todo a oscuras. Afortunadamente, se conocía de memoria las salas y los pasillos, y empezó a recorrerlos sin necesidad de encender las luces. ¿Dónde rayos estaba Mariana?. Le preocupaba su estado. Luego de que la vio salir aquella vez en la sala de velación acompañada de Elena, Carlos las había seguido, encontrando a Mariana llorando d