—¿Entonces? —me pregunta por millonésima vez.
—Entonces… Luis.
Estoy en mi habitación fingiendo dormir una siesta mientras mi madre está en la cocina preparando lo que sería una de las recetas que Fernando le pasó. Sin deseos de querer ayudarla, le dije que me sentía cansada y con sueño. Ella me mandó a dormir. Eso es lo bueno de padecer una enfermedad mortal, siempre podías utilizar el chantaje emocional para obtener beneficios.
Pero, Luis me había llamado justo en el momento en que cerré los ojos y pues… ya no me dejó dormir. Nunca pensé que pudiera ser un verdadero dolor de cabeza cuando está enojado. Al parecer, llegó a su casa luego de que lo dejará en su auto medio imposibilitado para pensar con coherencia luego de tremendos besos. Él era un hombre muy pasional. Pero la verdad es que debería tener mucho cuidado con él. Es… demasiado fácil dejarse llevar, y sobre todo porque en el fondo de mi corazón también lo deseaba y con mucha fuerza.
—No me gusta que no me hables, no me gusta que me ignores y que no me valores —reclama. Contengo una risa, porque en otra realidad esas palabras las debería de decir yo.
—De nuevo te comportas como un novio celoso y desatendido. Y apenas hemos salido hoy por primera vez.
—Es que nunca me han tenido en las sombras. Y no es que me queje es solo que es extraño.
—Mira, mañana Abigail tiene que ir al museo o algo así. Escuche que ayer hablaba de eso con mi mamá. Entonces, tal vez puedas venir y hacer la tarea conmigo. ¿Eh? ¿Te agrada la idea de pasar tiempo a solas conmigo?
Intento recompensarlo, pues en parte tiene razón y sé que es un chico excepcional que no merecía lo que le estoy haciendo.
—Dime la verdad… ¿Por qué no quieres que nadie sepa de nosotros?
—Porque no hay nosotros, tenemos un trato… Luis, estamos comenzando y ya estás queriendo más en menos de ¿qué? ¿Dos días? ¿Me engañaste? ¿Me dijiste que aceptabas algo no serio solo para que aceptara salir contigo? ¿Ese era tu plan?
—… No —responde luego de un silencio prologado. Obviamente está mintiendo.
—¡Mientes!
Sé que debería cortar la llamada ahora, aprovechar que está vulnerable, sin embargo, no quiero hacerlo su voz me gusta o tal vez sea que él me gusta todo.
—Entonces, mañana después de clases ¿te parece? ¿O Prefieres que faltemos a la escuela? —me pregunta, creo que él tampoco quiere cortarme por ser una maldita con él. Sé que intenta cambiar la conversación y llevar las cosas en paz.
—¿Quieres que todos se den cuenta de que los dos faltamos a clases? Fernando nos va a llamar por teléfono.
—¡Por Dios, Alondra! Dame una maldita razón, valida, del por qué no quieres que nuestros amigos sepan que estamos saliendo.
—Soy como la muerte en persona. Te toco y…
—¡¿Eso piensas de ti?!
—Sí y las razones por las que no deseo que lo sepan ya te las di.
—Necesito que me las repitas porque siento que solo estás jugando conmigo.
—No es verdad. Ya hemos dicho todo, ya te lo he explicado. No tienes, no hay ningún futuro conmigo. Nunca seré tu novia a la que planees llevar a la cama por o no por diversión, nunca seré la novia a la que planees llevar al altar, no seré aquella mujer con la que sueñes que sea la madre de tus hijos. No puedo amarte como una chica amaría a su novio, loca y desesperadamente que sería capaz de entregarse a él sin condiciones. ¿Así o más claro?
—Yo… quisiera que no fuera así.
—Pero lo es. Y si no puedes entenderlo y si insistes en que todos lo sepan, lo único que ocasionaras es que te duela todavía más. Todos te dirán lo que te he dicho y solo serán pequeñas heridas sangrantes sí, pero que te lastimarán. Al final cuando te canses o muera, todos dirán: «Te lo dije». Sin embargo, si nadie sabe… nadie te mirará con lástima, nadie te molestará preguntándote: «¿Estás bien?». Nadie dudará de tu integridad física porque nadie pensaría que pude haberte contagiado y no lo sabes o lo estás ocultando.
—… Después de clases llevaré a Fernando a su casa y luego iré a la tuya.
Al fin, se rinde y deja pasar el asunto.
—Me parece bien. Me darás oportunidad de llegar antes que tú.
A la mañana siguiente, en la escuela, Luis y yo no nos dirigimos la palabra, tan solo lo necesario. Fernando que, está sentado detrás de mí, sirve de enlace entre los dos. Luis ha recibido otro mensaje de Sandra y Fernando, quien en ese momento tenía el teléfono de Luis pues estaba utilizando una app de edición de video para su exposición, vio el mensaje y lo leyó en voz alta.
«Luis, solo quería agradecerte y decirte que la pase super ayer. Espero podamos reunirnos otro día».
—¿Ayer? Esto va enserio, ¿eh? —se burla Fernando.
Estaba por iniciar mi lista de deseos, pero cuando escuché lo que leyó Fernando fue como recibir un golpe en el estómago. Por inercia, y solo por inercia, porque no era como si realmente yo quisiera mirar a Luis y lanzarle mil dagas encima, giré mi rostro hacía él. Quien estaba pálido, nervioso y sus ojos pasaron de verme a mi a ver a Fernando con los ojos bien abiertos.
—¡Cállate, dame eso! —Luis le arrebata el teléfono y lo guarda en el bolsillo de su pantalón.
—¿Qué te pasa? Mi exposición ya casi la terminaba —la indignación con la que habla Fernando me da risa.
—Jódete —responde Luis.
—¿Por qué tan tímido? —Fernando estaba riéndose de su actitud infantil.
—No quiere que le robes la novia —dije con una sonrisa torcida a Fernando, siguiendo el juego.
—Ayer cuando llegué a casa me encontré con que Sandra me había ido a busca, pero al no encontrarme, mi mamá la recibió y le dijo que podía esperarme adentro con ella si quería. Se pusieron a hornear. ¿Qué clase de madre hace aquello? Así que cuando llegué me encontré con que ahora esas dos son buenas amigas.
—Y luego la invitaste a… —Fernando indaga.
—No, solo la acompañé a su casa y en el camino ella insistió en comprarse un maldito café. Así que la acompañé por él. Solo eso.
—¡Ah, segunda cita! —Diego grita.
—No creo que estar formados en una fila esperando comprar el maldito café cuente como una cita —refunfuña un poco decepcionado de que sus amigos se rían a su costa.
—Sí estás dentro de un café, sí —me burlo. Él me lanza una mirada furiosa.
—Créeme, Alondra, si quisiera tener una cita con ella la llevaría a comer sushi —responde enojado—. ¡No hablaré más sobre ella!
—Oye, si tienes a una acosadora encima no te desquites con nosotros y mucho menos con Alondra, que solo te ha hecho una broma —sé que Fernando siente verdadera simpatía por mí, pero nunca me imaginé que al grado de actuar como mi defensor.
—No la defiendas, ella apenas y me habla. No tiene derecho de bromearme.
—De acuerdo, Luis, no volveré a meterme contigo —le informo medio indignada, medio en broma.
Cuando salimos de la escuela Luis le dijo a Fernando que lo llevaría a su casa, el cual aceptó de inmediato.
—¿Y Alondra?
—No gastaré mi gasolina en ella —su tono mordaz me hizo levantar ambas cejas, sorprendida. Hasta Fernando ha quedado con la boca abierta.
—¿Por qué esa agresividad con ella? —David le susurra a Fernando, que simplemente niega con la cabeza.
—Porque lo rechacé y es malo para asimilar que existen chicas que su cara bonita y poca inteligencia pueda no atraer a alguien —mi voz a sonado un poco más fuerte de lo que realmente quería.
—Espera… ¿me acabas de llamar tonto?
Entonces, miro a Fernando y le digo sonriendo:
—¿Lo ves? Acaba de preguntarme si lo he llamado tonto.
Fernando quien estaba entre sorprendido y divertido terminó por echar una carcajada. David no parecía menos afectado. Luis tenía cara de pocos amigos.
—¡Camina, Fernando! —dice tras darse media vuelta e irse con tal indignación.
—Adiós, linda. Me voy o me dejará.
Nos despedimos con un beso y luego sale corriendo tras Luis.
Cuando llego a casa, como he predicho antes, no hay nadie. Salvo mi tía en la planta baja, por lo que le digo.
—Tía, ¿si viene un chico a buscarme me avisa? Vamos a preparar una exposición.
—Oh, si claro que sí cariño.
—Gracias.
Subo las escaleras hasta el pequeño departamento y comienzo a ordenarlo lo más rápido que puedo. Estoy terminando de lavar los trastes que ocupamos por la mañana cuando escucho a mi tía gritar que Luis ha llegado. Ella le ha dicho que siga las escaleras. No es necesario porque él ya conoce el camino. Cuando llega a la azotea estoy esperándolo ya, me asomo hacia abajo y agradezco a mi tía. Ella sonríe y se va a seguir viendo la tele en la sala. Hoy es su día de descanso.
Miro a Luis a la cara y tiene plasmada una sonrisa y ojos soñadores, ellos me hacen ver que no está molesto por lo que ha ocurrido en la escuela. Le sonrió de vuelta. Es cuando se acerca y me abraza enterrando su rostro en mi cuello. Aspira profundo y luego dice en mi oído soltando el aire que contuvo hace un momento.
—¡Quería hacer esto desde que te vi llegar a la escuela! Si alguien me hubiera dicho que era posible extrañar al amor de tu vida, incluso, teniéndola enfrente tuyo, me habría reído.
—No soy el amor de tu vida.
—Tonta, lo eres.
Luis no me da oportunidad de refutar, se lanza a mis labios dándome un beso. De esos besos que te cortan la respiración y ponen tu mente en blanco. Cuando me suelta estoy jadeando.
—Si un hombre no te besa de esta manera, Alondra, entonces no te ama —dice con una sonrisa.
Niego con la cabeza, tomo su mano y lo conduzco adentro.
—¿Hacemos primero la tarea o vemos películas? —le pregunto justo cuando estamos en el centro de la estancia entre el comedor y la sala.
—¿Y si mejor nos besamos todo lo que no hemos podido besarnos esta mañana?
Ruedo los ojos, pero de inmediato ya estoy sujeta a su cuello, de puntitas acercándome a sus labios. Él es muy alto por lo que me levanta y por inercia rodeo su cintura con las piernas, y cuando me doy cuenta de que él me ha llevado a mi habitación es demasiado tarde puesto que me ha recostado en la cama.
—No, Luis —le digo aterrada. Intento alejarlo con la palma de mis manos abiertas en su pecho.
—No te haré nada. Solo quiero besarte.
—Pero aquí no.
Luis besa mi frente. Antes de levantarse y ofrecerme la mano y ayudarme a levantar.
—Películas —me dice sonriendo.
No parece molesto porque lo he rechazado y eso está bien. Antes de salir de la habitación llama su atención mi tocador. No sé lo que mira tan intensamente hasta que va y sujeta una foto mía y de Esteban. El escenario es un prado, estamos sentados en el pasto, entre sus piernas y me sujeta con sus fuertes brazos. Él está mirándome mientras que yo miró a la cámara. Me doy cuenta en este instante que en realidad Esteban nunca oculto sus verdaderos sentimientos hacia mí, es solo que yo nunca quise darme cuenta.
No sé cómo describir su reacción. Su mirada sobre la foto es intensa pero su rostro no muestra ninguna emoción.
—Estábamos en el cumpleaños de…
—No quiero saber, tampoco te pido una explicación. —Sus ojos ahora evalúan mi rostro—. Sé que es tu mejor amigo. ¿Cómo va todo con él?
Ahora sé que él no está molesto.
—Bien, hablamos todos los días.
Salimos de mi habitación dirigiéndonos hacia la sala. Se sienta en el sofá y yo a su lado.
—Me alegra que ahora todo esté bien entre ustedes.
Le sonrío.
—Mira lo que podemos ver, mientras tanto, haré palomitas.
Él asiente, y luego lo abandono. Desde la cocina lo miro encender la televisión, y comenzar a cambiar canales.
Al final no vemos peliculas, la pasamos hablando, conociéndonos más. y cuando ha comenzado a anochecer sabemos que debe irse. Mi hermana no debe de tardar en llegar. Nos despedimos quince minutos en el departamento, besándonos, abrazándonos diciéndonos cuánto nos vamos a extrañar, antes de que finalmente él me suelte y se vaya.
Mi hermana llega a casa cansada y rezongando acerca de que su día fue un verdadero asco y cuando mi madre llega también comienza a decir lo mismo. Las noto tan afligidas que les preparo la cena y las consiento con un masaje en los pies. Así me gano su amor infinito.
La semana transcurre y mi relación con Luis en la escuela no mejora. Él aparenta tenerme un rencor infinito, me ataca con comentarios sarcásticos y de mal gusto, mientras que yo le respondo igual o peor. La mayor parte de las veces siempre termina haciéndose el enojado y alejándose del grupo. Pero la verdad es otra, me manda mensajes de texto diciéndome lo bonita que me veo cuando me sonrojo de rabia, o simplemente amenaza con dejarme callada con un beso. En cualquiera de los dos casos yo sonrío y le mando un corazón. No le he dicho que lo quiero o que lo amo. No quiero ilusionarlo de más y no quiero hacerme daño, nuestra relación no es normal.
Estamos en la clase de matemáticas, cuando recibo un mensaje suyo, es viernes, al fin.
«Vamos hoy al cine», propone.
«No, puedo. Es día de lavado».
«Mañana».
«Abigail a discutido con David no le toma las llamadas y creo que estará todo el día en casa. Si le digo que saldré a dar una vuelta ella querrá venir conmigo».
«Dile que irás a la biblioteca».
«No funcionará».
«¿Cuándo no veremos?».
No respondo a su mensaje, porque realmente no lo sé. Cuando termina la clase me prepara para recibir un montón de mensajes suyos preguntándome cuándo nos veremos, molesto porque no le respondo. A veces es tan caprichoso que me pone de nervios. Sin embargo, lo que en realidad pasa no me lo espero.
—¡Chicos! Vamos al cine.
David se gira para mirar a Luis con cara de pocos amigos.
—No puedo —dice fastidiado.
—¡Uy! ¡Qué cara! ¿Te cortó la novia o qué? —Luis lo bromea, pero solo ha notado su infelicidad porque yo le dije lo que estaba ocurriendo con mi hermana.
David me mira un momento.
—¡No me mires así yo no hablo de mi hermana y tampoco hablo de mis amigos! —le sonrió con dulzura pues, la verdad es que si el idiota habla muy mal de ella lo mataré con mis propias manos.
Al parecer el chico estaba con tantas ganas de despotricar contra el mundo y no lo hacia porque yo estaba allí con ellos, la hermana de su novia o ex, no lo sé.
—Me grita, me responde mal y…
—Es de familia —lo interrumpe Luis, mirándome a los ojos. Le saco la lengua. Fernando ríe.
—¿Me dejarás hablar o vas a interrumpirme en cada momento para pelear con ella? ¿Sabes? Creo que simplemente necesitas llevártela a un lugar oscuro y besarla apasionadamente.
—Eso intenté en un principio, pero ella me rechazó y ahora simplemente la odio.
No podía creer, de hecho, ninguno de los presentes podía creer que lo hubiera dicho en voz alta. Que hubiera aceptado que la supuesta aversión hacia mí fuera porque lo rechace. Eso era un secreto a voces entre ellos y lo peor es que en mi cara lo ha dicho sin temor o pena alguna.
—Me siento halagada de causar sentimientos tan profundos en ti. Llámese de amor o de odio.
Le hablo con falsa empatía y dulzura. A lo cual responde:
—Pudiste ser el amor de mi vida. Pero no, ¿verdad? Pues tú te lo pierdes. Puedes continuar, David.
Fernando frunce el ceño, y se queda pensativo, más no dice nada.
—Está loca, Abigail, está loca. Ella…
Y es así como luego de que David se desahogara, termináramos todos en el centro comercial comiendo helado y consolando a David. Luego entramos al cine.
De alguna manera Luis logró dejarme sentada entre él y David, porque vamos, Fernando era una persona astuta y muy fijado.
Coloco mi suéter en mis piernas, y por debajo de la charola de dulces que Luis y yo compartimos, estamos tomados de la mano.
Luis nos lleva a todos a casa. Primero a Fernando, luego a David y por último a mi. No hace falta mencionar que terminamos en nuestro callejón del amor abrazados y comiéndonos a besos.
—Siempre te sales con la tuya, ¿verdad? —estamos en el asiento trasero de su auto, abrazados escuchando música.
—Sí, siempre busco la forma.
—Eres un tonto.
Cuando llego a casa son pasadas las nueve de la noche.
—¿Dónde estabas Alondra?
—Fui con los chicos al centro comercial, comimos helado y fuimos al cine.
—Fernando llamó hace una hora, quería asegurarse de que Luis te había traído sana y salva. Dice que no se llevan muy bien. Lo cual me parece extraño porque tu tia me dijo que había venido el otro día a hacer la tarea contigo.
Abigail que fingía ver la tele y mirar su celular cada rato, me dio una mirada de:
«Yo lo sé todo».
—Luego del cine Luis llevo a todos a nuestras casas…
—Eso ha dicho Fer…
—Luis me invitó a tomar un café —le miento descaradamente. Me siento en medio de ambas mujeres y les cuento—: Luis estaba enamorado de mi o más bien quería salir conmigo, ya lo sabes. Y como lo rechacé y luego anduve con Diego… Pues eso le molestó porque cree que soy una hipócrita.
—Yo también lo crearía —dice mi hermana. La miro feo—. Sales al cine con el enemigo.
—Si por enemigo te refieres a David, discúlpame, Abigail, pero él no habla de ti y si tu me hubieras dicho antes que ya no son nada…
—¿Eso dijo él? ¡Es un imbécil! —toma su celular de la misilla y se va a la recamara.
—Luis quiso hacer las pases conmigo, mamá.
Tomo mi bolsa y sigo a mi hermana, aprovechando su huida dramática para hacer la mía. Y ya no responder más a las preguntas de mi madre.
Pero al entrar encuentro a mi hermana de pie mirándome con los brazos cruzados.
—Fui a comprar la cena y vi el sedan blanco de Luis estacionado en el callejón. Me acerque para ver si estaba con él David y me encuentro que eras tú besuqueándote con él.
Lo dice con un tono de voz molesto pero la media sonrisa en sus labios y sus ojos muestran su diversión.
Cubro mi rostro con las palmas de mi mano y gimo angustiada.
—Si no se lo cuentas a nadie yo te diré todo lo que David dice de ti.