Cuando entro a la casa mi madre está mirando televisión, ella voltea hacia mí y su vista se fija en mi cabello húmedo. La veo levantar una ceja, por lo que n tengo más remedio que ser honesta con ella y explicarle que, durante esta semana, Diego estará rondando la casa. Que posiblemente le pida permiso algún día para llevarme a cenar o algo así.
—¿Por qué tan tarde?
—Diego, esta en fase terminal de cáncer y… decidimos intentar algo.
—Alondra…
—Mamá, solo quiero tener algo normal en mi vida.
—Un chico que está muriendo no es normal.
—Sí lo es, cuando el chico solamente quiere tontear conmigo, sin miedo, por parte de ambos, a que se contagie. Necesito un poco de normalidad. Aunque sea una mentira, es lo más que podré tener en mi vida.
Mi madre se conmueve y tras un suspiro largo…
—En el cajón de Abigail hay anticonceptivos.
Mi madre sigue mirando la televisión. Sé que no está feliz con eso, pero no me importa. Esta es mi vida. Me levanto para tomarme la pastilla de emergencia, pero mi madre me dice antes de alejarme:
—Esteban te llamó. Dice que es urgente.
—Gracias.
Voy a mi habitación y me encuentro con Abigail hablando por celular con David, ella me saluda con la mano. Voy a su cajón y saco las pastillas, al parecer llamo su atención lo suficiente como para mirarme de reojo y regresar en un segundo la vista hacia mí, con la boca abierta bien grande.
—Diego… Diego, cariño debo colgar. Te llamo más tarde.
—…
—Sí, sí todo está bien solo tengo que ir al baño.
Par cuando corta su llamada ya me encuentro cambiándome de ropa.
—¿Por qué estás tomando anticonceptivos?
—Tengo novio y se llama Diego —realmente no quisiera contar la historia otra vez, así que solo intento darle los detalles importantes.
—¿El chico de primero?
—Sí, ¿es tan obvio?
—¿El raro?
—Sí, el raro.
—¡Alondra…!
—Yo sé lo que hago, él está muriendo y solo estamos pasándola bien. ¡Ya!
Ella se ha quedado muda. Tras un suspiro hondo, toma de nueva cuenta su celular y llama a Diego.
——Listo, amor.
He logrado que ella me deje en paz, ya que me he cambiado de ropa, le mando un mensaje a Esteban.
«¡Hola!»
«¿Es cierto lo que dice Ofelia? ¿Rogelio te drogó esa noche?»
Maldigo por dentro. Ofelia abrió la boca y no sé por qué. Marco su número.
—¡Alondra! —Esteban se nota agitado.
—¿Qué te dijo esa idiota?
—Muchas cosas, casi mato a Alonso —su tono de voz furioso casi me hace querer volver a Guadalajara—. ¿Por qué no me lo dijiste?
—Precisamente porque temía de tu reacción.
—Pues ha sido peor. ¡Somos amigos, Alondra! Metí al maldito a mi casa, soy el único en el pueblo que le habla normal.¡Dios mío! ¡Metí a mi casa a un violador!
—Lo siento de verdad. Ofelia me pidió que no hablara de eso si no iba a ayudarla a escapar de su casa. ¿Qué le hiciste?
—Ofelia llegó el otro día a mi casa a mitad de la noche. Dijo que Alonso la había forzado y que no quería volver con él. A la mañana siguiente Alonso se presentó, sabía que Ofelia estaba con nosotros. Ellos comenzaron a discutir y Ofelia le dijo que ustedes dos iban a demandarlo por violación. Que tú estabas más que dispuesta, entonces yo les pregunté de qué demonios hablaban y Ofelia me contó todo. Golpeé a Alonso hasta la inconciencia.
—Espera, Esteban… no interfieras. ¿Dónde está Ofelia?
—Dormida en mi habitación.
Abro la boca enormemente. ¡Esa maldita!
—¿Le has dado tu habitación?
—Está embarazada.
—Aléjate de ella y de Alonso —le ordeno. No quiero que lo contaminen con su drama tóxico.
—Voy a matarlo a él y a Eduardo. ¡te lo juro!”
—¡No! No harás tal cosa. ¡Pásame a Ofelia!
—¡Alondra!
—Ofelia, ¿Por qué le has contado todo a Esteban?
—Alonso vino a buscarme y quería obligarme a volver con él. Pero, gracias a que Esteban me defendió.
Ella se suelta a llorar, sé que ésta fingiendo.
—¡Él no te defendió a ti! Él solo está molesto porque odia a la basura como Alonso.
—Como sea, le dio su merecido. ¿Por qué te enoja tanto? Eduardo y Alonso nos hicieron daño y…
—¡Ofelia, eres una egoísta! —le grito—. Te dije que los denunciaría y me pediste que no lo hiciera. Ahora has hecho que mi amigo se meta en problemas y arriesgue su vida. ¿Qué no ves que pudo haberse contagiado mientras golpeaba a Alonso?
—… No digas tonterías. El sida se contagia teniendo sexo y compartir agujas con un infectado.
—No solo así, si Alonso sangró y Esteban tocó su sangre u tenía alguna cortada en la maldita mano, puede infectarse. ¡Aléjate de Esteban, Ofelia! O…
—¿O qué?
—Te juro que iré allá y te sacaré de su casa.
—No te ha importado dejarlo, no lo amas a pesar de que siempre te quiso, y ahora lo defiendes como sí te lo estuviera robando cuando tú lo has despreciado. ¡Qué vanidad la tuya! Él no es tuyo puede hacer lo que le plazca. Y si quiere ayudarme y que me quedé lo haré. Tú no eres más que su amiga.
Corto la llamada no quiero seguir escuchando a la mustia, y busco a mi madre, ella está por acostarse.
—¡Mamá tengo que hablar contigo!
Entonces sin detalles le explico lo que sucedió realmente esa noche, con mis nuevos recuerdos y lo que Ofelia ha provocado. Le pido que llame a la madre de Esteban, para que saquen a Ofelia de su casa. Ella, era una chica egoísta que solo pensaba en sí misma y en nadie más. Manipuladora, que siempre manejaba a las chicas de la preparatoria para que hicieran lo que ella quisiera. Ofelia estaba utilizando a Esteban.
Mi madre promete hablar mañana con la madre de Esteban.
Abigail ha escuchado toda la conversación por lo que cuando entro de nuevo a la habitación me dice.
—Esteban te está llamando.
—Lo sé, pero no quiero hablar con él ahora.
Por la mañana Diego me encuentra en la entrada de la escuela. Cuando nos acercamos él besa mis labios con tan solo un roce y luego, me saca la bolsa del hombro y luego sujeta mi mano. Caminamos juntos hasta mi aula.
—¿Te regañaron? —le pregunto, realmente tengo curiosidad.
—No. Y a ti.
—No.
—¿Te pasa algo?
No puedo creer que él note mi mal estado de ánimo.
—Sí. Mi mejor amigo golpeó a otro chico para defender mi honor y el de otra chica.
—¿Y cuál es el problema? —él está sonriendo.
—Que el otro chico tiene VIH. Esteban ha hecho algo tan peligroso. Y todo porque ella le ha metido cosas en la cabeza.
Le explico rápidamente la situación. Él ya no sonríe en cambio, está atento a cada palabra que le digo.
—Alondra, ¿puedo preguntarte un par de cosas?
—Sí, claro.
—¿Estás enamorada de él?
Mis ojos se abren más de lo necesario, estoy asombrada por la conclusión a la que ha llegado. No entiendo, por qué lo ha hecho.
—No, ¿Por qué preguntas tal cosa?
—Porque, creo que estás celosa. —En ese momento la alarma de su reloj de pulsera suena—. Mi clase de Biología comienza ahora. Adiós, nena, no coquetes mucho con Luis, ¿de acuerdo?
Se da media vuelta sin más nada qué decir o hacer. Me deja de pie mirando su espalda como una idiota.
Entro al aula y noto que Fernando está sentado en mi lugar. Lo que hace que frunza los labios, era muy temprano para discutir, pero me siento todavía enardecida por lo de anoche con Ofelia.
—¡Hola, Fer! —Intento ser amable, porque Fernando, no merecía mi coraje.
—Hola, Alondra. Hoy voy a sentarme aquí. No te molesta ¿verdad?
Respiro hondo, y me digo que realmente no importa.
—No, sin embargo, quiero saber ¿por qué?
—Luis me llamó anoche y me pidió de favor que me sentará aquí. Creo que le pegó demasiado lo de tu nuevo novio.
Fernando, aunque no está molesto si parece un poco desconcertado.
—Pues no entiendo ¿por qué? Nunca le hice sentir que me gustaba. Y lo rechace ya dos veces.
—No es por eso, exactamente que está molesto, me refiero al rechazo. Sino porque él te dijo que te quiere y tu lo rechazaste porque querías estar sola, es el motivo o debo decir el pretexto. Piensa que no has sido honesta con él y que no merece eso. Luis tiene problemas con las personas que no son honestas. Entonces, pasan unas horas y llegas a tu casa a la media noche, con un chico al cual besas y le aceptas su propuesta de noviazgo. Luis, simplemente no te comprende y para ser honestos, tampoco yo.
—Para empezar, lo que yo haga o deje de hacer no es de su incumbencia, no es obligatorio que siempre haga lo que digo ¿es que no puedo retractarme? Y no me importa si me entienden o no. De todas formas. ¿Qué hacía espiándome?
Fernando chasquea la lengua.
—No lo sé. Pregúntale a él. Allí viene.
Luis pasa por mi lado y luego se sienta en su silla.
Tras mirarle un buen rato me doy cuenta de que está ignorándome. Me molesta su actitud caprichosa. Irritada, más todavía, me levanto de la silla, han pasado veinte minutos y sé que el profesor ya no llegó para impartir la clase.
Así que me levanto y me dirijo a las escaleras y comienzo a subir a la azotea. Me siento en la pequeña barda y cierro los ojos. Estoy molesta y sentir el aire fresco de la mañana sobre mi rostro me tranquiliza. Estoy tan concentrada en mi paz mental que, no, noto que alguien se acerca a mi espalda hasta que es ya demasiado tarde. Esta persona me sujeta por la cintura y me quita de mi santuario.
Al abrir los ojos me encuentro con Luis.
—¿Qué haces? —le pregunto.
—Pensé que estabas dormida.
—No. —Me suelto de su agarre—. ¿Qué es lo que quieres? Se supone que no me hablas.
—Este es mi lugar favorito, yo te lo mostré. Por lo tanto, la intrusa eres tú.
Luis se siento justo donde antes yo estaba.
—¡Bueno, pues quédate con tu sitio!
Me doy media vuelta, para marcharme sus cambios de humor me estresaban, más de lo que debería y ya sentía que tenía suficientes cosas en qué pensar y en qué preocuparme.
—¡Alondra!
Me detengo en seco. Sé que busca una respuesta.
—¿Por qué?
Me giro, para enfrentarlo de nuevo. ÉL está allí sentado frente a mí. Así que intento ser honesta, con lo que deseo de él.
—Un día me dijiste que Esteban tenía que aceptar mi decisión, que sus sentimientos eran su problema y que si realmente me quería sería solo lo que yo quisiera que fuera para mí. Luis quiero que seas mi amigo.
Él suspira hondo, se nota arrepentido seguramente porque he utilizado sus propias palabras contra él. Pero es verdad, solo quiero ser su amiga. Por que le estimo, me gusta, y no quiero hacerle daño. Nunca podría ni siquiera si yo lo amara profundamente.
—Quiero ser tu amigo.
—¡Entonces, deja de actuar como un novio celoso e idiota!
Doy un paso hacia él.
—No manejo muy bien los rechazos, ¿ok? Intentaré olvidarlo. Solo dime, ¿por qué?
Pero no quiero hablar de la muerte, sea mía o la de alguien más.
—Luis, lo sabrás a su tiempo.
Diego me ve a la salida de la escuela y me acompaña hasta la estación del metro. En el camino a la estación del metro, me compra una nieve. Hablamos de nuestros compañeros de clase de los profesores y de nuestra próxima cita. Al llegar al andén, mi tren llega al mismo tiempo que yo, así que apenas soy consciente de que aquí nos separamos Diego me besa y me deja ir con una sonrisa en los labios. Cuando estoy dentro del vagón me sonríe desde afuera y me dice adiós con la mano.
Suspiro.
Durante el trayecto a mi casa pienso en Esteban y si mi mamá pudo hablar con la suya y maldigo porque no lo sabré hasta que ella llegue a casa.
En casa hago los quehaceres y la tarea. Y cuando estoy por guardar mis cosas, Esteban me llama.
—Los padres de Ofelia han venido por ella —me dice, lo noto serio.
—¿Ella les llamó? —Aunque sé que no fue ella de todos modos le pregunto.
—No, fue mi madre.
—Bueno, por algo lo hizo.
—Sí, porque tu madre habló con ella, porque tu le pediste que la sacara.
—¿Eso te dolió? ¿Qué quiera protegerte de personas manipuladoras, arribistas y unos parásitos?
—Pudiste evitar esto si me lo hubieras dicho. ¿Y convertirme en una Ofelia que te indujo directa o indirectamente a medio matar a un chico? ¿Qué clase de amiga sería yo, entonces?
—Ofelia dijo que denunciaría a Alonso. Me pidió que te avisará.
—Qué haga lo que quiera, no haré nada, no la ayudaré con eso.
—¿Por qué?
—Ella actúa más por sí misma que porque realmente quiera justicia. No sé qué pasaría para que ella actuara de esa manera con Alonso, cuando unos días atrás, no quería que lo denunciara.
—Volvió a forzarla.
—Es asunto suyo. No quiero perder el tiempo con eso, no quiero volver a revivir algo que solo está en mis pesadillas. No quiero volver a ver a ninguno de ellos, Esteban. ¡Que se jodan! Al que hubiera querido hundir en la cárcel, ya está muerto.
—Fui a realizarme la prueba, salió negativa en seis meses me haré otra y luego una cada año.
—Eres un idiota, Esteban.
—Lo reconozco estaba cegado de solo pensar en lo que te hicieron, honestamente, no entiendo por qué no quieres denunciarlos a ellos. Incluso, Eduardo, quien no lo planeó, pero participó debería pagar.
—Ya te lo dije. Dejemos eso así, tal vez un día me levante y diga ¡Los quiero refundir en la cárcel! Pero, ahora no.
—No merecen estar libres, podrían volverlo hacer, de echo Alonso ya lo hizo.
—Lo sé, pero eso queda más en Ofelia. Yo le hice un favor ahora solo quiero olvidarme de todo eso.
—Está bien, respetaré tu decisión.
—Ya no te metas en problemas.
—No. Te lo prometo. Por cierto, Fernando me dijo que estás saliendo con alguien.
—Sí, se llama Diego y es un gran chico.
—¿Por qué has aceptado salir con él?
—Porque es una historia muy larga, él me entiende y bueno ahora es mi novio y si no lo aceptas será tu problema, Esteban.
—Está bien… por mí, si te hace feliz, y no es un patán como Rogelio… eso es lo único que quiero.
Esteban siempre se preocupaba no solo por mí físicamente. También por mis sentimientos. Esta era la enorme diferencia entre Esteban y Luis.
—No, él es un buen chico. Sin malicia te lo aseguro, tan bueno que siento que soy el diablo.
Ambos reímos. Continuamos hablando una hora más de trivialidades, es evidente cuanto extrañamos estar juntos. Su amistad siempre ha sido algo muy valioso. No sé que tanto he lastimado su corazón con lo de Diego, pero sé que por mí, siempre encontraría la manera de ver lado bueno a todo.
A la mañana siguiente, Diego no llega temprano a la escuela. Por lo que no me queda más remedio que entrar a clases. Le envío un mensaje, pero me contesta hasta dentro de tres horas. Las palabras no están completas en su mensaje. Eso me causa extrañes. Me dice que me buscará entre clases, pero luego de las últimas horas él no se presenta. Es hasta la última él viene.
Los chicos, Fernando y Luis, están en el pasillo mientras que me apuro a adelantar las tareas, realmente odiaba hacer tareas en casa. Siempre las olvidaba.
Levanto la vista cuando Luis se acerca y se pone de pie frente a mí.
—Oye tu novio está afuera y creo que está drogado, —Me pongo en pie y Luis me sujeta antes de que dé un paso—. Te gustan los chicos problema ¿verdad?
—No es tu asunto.
Me suelto de un jalón y voy a la entrada del aula. Diego está recargado en la pared mirando al frente o debería decir con la mirada perdida al frente.
—¡Hola!
Parpadea y gira su rostro hacia mí.
—Lo siento, mamá no quería que viniera a la escuela, así que aproveche cuando ella fue a hacer las compras para venir. Me pase una estación de metro… Lo siento si llego tarde.
—¿Tomaste algún medicamento?
—Sí, ayer comenzaron a ponerme morfina. Los medicamentos ya no hacen mucho efecto, pero este definitivamente me cae muy mal.
—No te preocupes, yo te cuido. ¿Llamamos a tu madre?
—No, dejé una nota.
—Sí la dejaste como me escribiste… Mejor le escribo yo.
—¿Y qué le dirás?
—¿Qué estoy contigo que me de tu dirección y te llevaré a casa cuando salgamos de clases?
Lo ayudo a meterse al salón y lo llevo hasta mi lugar o él que era mi lugar antes de que Fernando se sentará allí.
—Fernando, puede sentarse Diego aquí.
—Está drogado, Alondra. Tener amigos drogadictos me perjudica, estoy en el equipo de atletismo —Luis de inmediato responde por Fernando—. No lo quiero a mi lado.
—Por fortuna no soy tu amigo y no te preocupes, nadie dirá que te drogas solo por sentarte al lado de alguien que ha tomado medicamento para su cáncer —Diego se burla de Luis.
Fernando que estaba entre la espada y la pared toma su decisión de ponerse en pie y ceder su asiento. Diego se sienta después de agradecerle a Fernando.
La clase transcurre sin problema, Diego se ha quedado dormido recargando su rostro en la pared. Cuando es la hora de irnos lo despierto moviéndolo muy quedamente.
—Diego es hora de irnos.
—Sí —se despierta e intenta ponerse de pie, ya se encuentra más consciente. Pero eso no significa que esté menos mareado.
—¿Llamaste a mi mamá?
—Sí le dije que habías llegado bien a la escuela y que estaba cuidándote. Está muy agradecida. Y por lo que veo, gané el premio a la nuera del año.
—¡Qué horror! Y pensar que terminaremos este fin de semana.
—Sí, será una lástima. Anotamos en tu lista, ¿tomar una clase de tercer grado?
—¿Cuenta si me la pasé dormido?