Virginia
Durante aproximadamente 15 minutos estuve parada en el área de urgencias de la autopista, esperando a que Izan regresara, luego comprendí que eso no iba a pasar y que en realidad me había dejado tirada en este peligroso lugar.
Cuando Lorenzo, el chófer de Izan se detuvo a mi lado y me dijo quién era, me sentí realmente furiosa, a pesar de estar aliviada por no tener que pasar más tiempo en ese lugar
— ¿Valeria y Victoria son mis hijas? — Me doy cuenta de lo impulsiva que he sido al preguntarle eso a Izan, en el hospital, tenía la intensión de hablar primero con Vera, porque aparte de ella, nadie sabe los problemas de memoria que sigo teniendo y es difícil de comprender por qué he olvidado a mis hijas. Ni siquiera yo lo entiendo.
— ¿Eres consciente de la pregunta que me estás haciendo, Virginia? — Su respuesta es lógica y a pesar de que en realidad quisiera no hablarle más y seguir golpeándolo, tengo que averiguar la verdad, así él crea que soy la peor madre del mundo.
— Solo respóndeme, Izan ¿Lo son? — Me mira detenidamente, estoy segura de que va a mandarme al mismísimo infierno. Abre la boca, como si fuera a decir algo y luego se calla.
Necesito una respuesta, sé que muchas cosas coinciden, pero tengo que estar segura. Si Izan estuvo conmigo en Francia, además es padre soltero y tiene unas gemelas que se la pasan con mi hermana; podría no estar completamente equivocada.
— Izan ¿Por favor? — No soy una persona que ruega y él lo sabe, me toma de los brazos y continúa mirándome, me está poniendo sumamente nerviosa.
— No las recuerdas ¿Verdad? No es que no te interesen, es que no tienes ningún recuerdo de ellas ¿Seguiste perdiendo la memoria?
— Su mirada inquieta y su voz suave sin juicios me conmueve, las lágrimas vuelven a acumularse, pero no deseo llorar, no puedo hacerlo, no frente a él — No entiendo por qué Vera no te dijo nada — Susurra.
— Yo le pedí que no lo hiciera y tampoco quise hablar del bebé que había tenido, pensaba que era uno solo y no quería saber de él — Su mirada fría me deja sin respiración.
— Entonces ¿Para qué quieres saberlo ahora? — No sé qué decirle, en realidad no hubiese querido saberlo, pero ya las he visto y son tan hermosas.
— Yo... Yo no sé ...
— ¿Izan? — Veo a una chica caminando de manera sensual hacia nosotros, acompañada de Aria, no tengo la menor idea de quién es.
— ¿Cómo está Vera? — pregunta Aria quien me saluda rápidamente, ella no me soporta.
— Aria, Ámbar. En este momento se encuentra en la sala de parto con Dante, no sé nada más — ¡Dios mío! No he preguntado por mi hermana, a ratos soy completamente egoísta y me dejó llevar por mis necesidades e intereses.
— Tú debes ser la hermana de Vera, hola. Soy su amiga, nos conocimos en la productora de Dante — Al parecer esta chica, se toma muchas confianzas, especialmente con Izan a quien ha tomado del brazo y no ha parado de acariciar.
— ¿Eres actriz? — Le pregunto.
— No, no todas las mujeres queremos resaltar y brillar — ¿Perdón? Aria sonríe por lo bajo y yo la fulmino con la mirada— trabajo en el departamento de Artes, Izan me ha recomendado ¿Cierto, querido? — ¿Es que no puede dejar de tocarlo? Y el otro idiota ni siquiera se aleja.
— Estos dos son un poco melosos, Virginia, no les prestes atención — Aria en realidad es una rubia hermosísima, es la PGD de la productora y si en realidad quiero volver a trabajar con ellos, debería intentar estar bien con ella.
— No sabía que el señor padre soltero, ejemplar, tenía novia — Le respondo y soy consciente de la mirada llena de fuego de Izan. Tengo que controlar mi impulsividad.
— ¿Princesa? — Greg entra corriendo, como un caballero sin armadura en busca de su adorada princesa. A veces es algo dramático! — ¿Tu hermana está bien? — se acerca y me besa frente a todos, miro de reojo a Izan que desvía su mirada, no sé por qué me siento incómoda.
— Estamos esperando — respondo rápidamente.
— Hola a todos — Greg sonríe y se detiene en cada una de las personas que me acompañan — ¿Aria Wesley? ¡Dios mío! Admiro mucho el trabajo de vuestra productora — ¡Mierda! Olvidé advertirle a Greg que Aria y yo no somos amigas y que odia que la acosen o le hablan de trabajo, cuando no está trabajando.
— ¡Son niños! — La voz emocionada de Dante nos distrae a todos, él se acerca a Aria y la abraza, claro, es su mejor amiga.
— ¡Que maravilla! Ya quiero ver a Vera entre tanto hombre — Le dice — ¿Cómo se encuentran los tres? — Dante nos dice que todo está bien y que pronto podremos ver a los niños, se llamarán David y Dominic.
Al ver la emoción de Dante, comprendo por fin el daño que le hice al separarlo de Mathis.
— Dante — me acerco a él, verlo con sus amigos me hace sentir diferente, excluida — ¿Puedo ver a Vera? — Espero que no me vaya a decir que no, aunque nuestra relación ha mejorado visiblemente, no somos amigos.
— Claro, imagino que querrá verte — Me acerco a Dante y lo abrazo.
— Gracias — Sé que están analizando mi comportamiento y que Aria no confía en mí y Dante estoy segura de que no lo hace completamente.
— ¡Hermanita menor! — Le digo al entrar en su habitación, veo la cuna con los dos niños en ella y los observo — ¡Son hermosos! En serio, te lo juro, por lo general los bebés no lo son. Felicidades, hermanita.
Vuelvo a mirarlos y me acerco a ellos, pero en seguida mi mente me juega una mala pasada y soy yo la persona que se encuentra en la cama del hospital y de nuevo en el pasado.
Giro y veo a mi lado una cuna de hospital con dos bebés dormidas
— ¿Qué hacen aquí? — Me altero y le pregunto a mi hermana, que al parecer no comprende — Dije, ¿Qué hacen aquí? No quiero verlas, no me interesa verlas, Vera.
— Virginia, cálmate. Podrías al menos cargarlas, amamantarlas — Debe estar loca si me pide eso.
— ¿Qué? ¡No! ¡No! — empiezo a gritar, sé que estoy fuera de sí, pero no puedo verlas, no quiero recordarlas — ¡Sácalas! Llévatelas, Vera — empiezo a hacerme daño con el catéter que tengo en mi brazo — ¡Que te las lleves maldita sea! — Grito y las bebés se despiertan y empiezan a llorar, Vera intenta calmarlas y veo como Izan entra corriendo con una enfermera detrás de él.
— ¿Qué diablos pasa? — habla bajo, calmado, letal. Sin mirarme, se dirige a la cuna y carga a una de las nenas, la otra es cargada por Vera — Deberías estar contenta porque las niñas no necesitaron de incubadora y se encuentran bien.
— ¡Llévatelas! — Es mi única respuesta — Quiero que las saques inmediatamente de aquí — Necesito estar sola, no quiero ver a nadie y al parecer a nadie le importa.
— Virginia, son tus hijas — me responde Izan, mientras la enfermera intenta revisar mi catéter por dónde empiezo a sangrar.
— No lo son, no son nada mío, no las quiero — vuelvo a gritar, siento que las lágrimas van a desbordarse pronto y no podré contenerme — Lárgate, lárgate con ellas. No quiero volver a verte, ni a ti, ni a esas niñas en mi vida — Todos me miran impresionados, la enfermera deja de tocarme y las niñas vuelven a llorar.
Abro los ojos y siento las lágrimas humedeciendo mis mejillas y la mirada compasiva de mi hermana sobre mí, ya no necesito que Izan o Vera me confirmen nada, acabo de recordar a mis niñas ¡Dios! ¡Cómo me dolió dejarlas partir!
— ¿Has recordado? — Vera extiende su mano derecha y me acerco a ella, me siento en la cama a su lado y la abrazo mientras lloro desconsolada. — Ellas están bien, las cuidé por ti — Me dice mi increíble hermana, que a pesar de acabar de dar a luz, tiene tiempo para consolarme.
— ¡Son tan hermosas! — Ayer las vi y el recuerdo sigue vivo en mí, no lo he olvidado y eso me da esperanzas — Son idénticas a Izan — le digo a Vera entre gemidos.
— Pero tienen tu cabello y son perseverantes, talentosas e inteligentes, cómo tú — Escuchar eso, me llena de felicidad, muero por tenerlas conmigo — Las viste en mi matrimonio ¿No lo has recordado? — niego con mi cabeza — No dejaste de mirarlas y yo moría por decirte que eran tuyas — Concluye.
— No son mías, Vera — Le digo con tristeza.
— Yo sé que Izan estará encantado de que quieras participar en su crianza, esperó durante mucho tiempo a que tú volvieras — La miro y niego.
— No puedo tenerlas Vera — limpio las lágrimas que se atrevieron a mojar mi mejilla —Te juro que están mejor sin mí.
— No sé por qué todavía confío en que las cosas puedan cambiar contigo, ¡Qué idiota soy! — Escucho la voz profunda de Izan y me vuelvo hacia la puerta — Felicitaciones, Vera. Llevaré las niñas a tu casa, para que conozcan a sus nuevos primos — En segundos desaparece de nuestra vista.