El ambiente en el auto de Izan es tenso, él no me mira y conduce con maestría y parece totalmente concentrado en la ruta, pero puedo notar los nudillos de sus manos blancos de apretarlos contra el volante.
— ¿Qué pasa? — le pregunto, me molesta su lenguaje verbal, como si estuviera todo el tiempo juzgándome.
— No sé de lo que hablas — me responde y me mira un segundo para de nuevo concentrarse en la vía.
— Desde aquí puedo escuchar tus pensamientos, juzgándome como si tuvieras todo el derecho de hacerlo — le digo con desprecio, no soporto su gran moralidad.
— Tendría derechos, Virginia. Así que déjame tranquilo y concéntrate en tu hermana — me responde molesto, como si le fastidiara respirar el mismo aire que yo.
— No sé quién diablos te crees para juzgarme, llegas, me besas y luego me miras como su fuera la peor mujer del mundo — Debo pensar en mi hermana y no en las sensaciones que me provoca este idiota.
— Me has besado y si yo hubiese querido, te hubiese desnudado y follado en esa pequeña habitación, como lo hice en el baño, el día del matrimonio de tu hermana — me mira — ¡pobre iluso, no sabes en lo que se está metiendo contigo!
— Eres un mojigato redomado. Tú me besaste, así que déjate de estupideces, eres igual que yo, porque sé que te mueres por tenerme abierta de piernas y a tu servicio — Me quedo callada cuando escucho mis palabras ¿Pero qué estoy diciendo?
— Vamos a dejar esto aquí, Virginia, estoy conduciendo y si a ti no te importa tu vida, la mía es muy valiosa, tengo responsabilidades que no quiero dejar a la deriva — pareciera que desea dejar las cosas así, casi que lo he insultado.
— Claro, tus niñitas ¿Verdad? ¡Oh! Tú y tu puta imagen del pobre padre soltero ¿Quién sabe qué mierda le hiciste a la madre de esas niñas? O ¿Por qué te dejó? — Se sale del camino bruscamente y frena en una salida de emergencia, su maniobra hace que mi cuerpo se sacuda con fuerza, no he logrado recuperarme cuando tira de mi cuerpo y sus ojos destilan el odio más intenso que he podido ver en una mirada.
— No vuelvas a hablar de mis hijas, son un tema prohibido para ti. Eres una maldita madre desnaturalizada que ni siquiera se interesa sus propios hijos — Me grita como un loco.
Mis ojos se llenan de lágrimas, al parecer él está al corriente de que fui madre y decidí regalar a mi hijo o hija, no recuerdo absolutamente nada, solo los sueños donde veo unas gemelas idénticas a Vera y a mí, pero con los ojos azules intensos, como los de Izan. Que me diga eso ha tocado una fibra en mi ser. Creo que debo parar de huir y hablar con Vera sobre mi bebé, así nunca pueda encontrarlo.
— ¡Bájate de mi coche! — Sus palabras me dejan fría, estamos en plena auto ruta, nadie va a ayudarme.
— Pero... — intento calmarlo
— ¡Que te bajes te he dicho! — toma mi mentón con fuerza — ¡Que ... Te... Largues! — pasa su mano sobre mi cuerpo y abre la puerta del pasajero.
— Izan, no puedes dejarme aquí tirada, es peligroso — En realidad es difícil de conseguir que alguien detenga su auto y te lleve, pero no es imposible.
— Me importa una mierda, tú dejaste a tus hijas recién nacidas. Eres grande, puedes arreglártelas — Lo miro furiosa y con unas ganas inmensas de llorar por escucharlo hablar de algo que casi nadie sabe y que me duele en el alma, he recordado por qué las dejé, pero no a quien.
¡Dios mío! ¿Tengo dos hijas?
— ¡Baja! — orgullosa desciendo del auto y lo veo alejarse por la auto ruta.
Recuerdo el nombre de las hijas de Izan: Victoria y Valeria y mi corazón se encoge y no puedo parar las lágrimas que, desde hace años, no me permitía derramar.
Izan
A veces siento que la odio como no he odiado a nadie en mi vida. Entiendo que no recuerde lo que pasó en Francia, está claro que después de que Ronnie le disparara bien podía culparla por haber sufrido de amnesia y haberme olvidado, así que organicé todo con Vera para poder ocuparme de las niñas.
Sabía que necesitaba tiempo para recuperarse, sin embargo, los años pasaron y a Virginia le importaron cinco sus hijas, es que cada que la veo, tranquila, vanagloriándose de su vida de soltera y pienso en mis niñas, la furia me invade.
Golpeo con fuerza el volante del auto e intento calmarme.
— Lorenzo — Saludo al hombre que se encarga del traslado de mis hijas y de la niñera cuando yo no estoy. Lisa, la niñera, es su esposa — ¿Todo bien? — Espero que todo esté en orden.
— Perfecto Izan, sabes que las gemelas son un amor y que Lisa las adora — Es verdad que cada que me alejo de ellas, quisiera saber cómo están cada cinco minutos, no sé cómo voy a organizarme ahora que regrese a trabajar.
— Gracias Lorenzo, ¿Podrías por favor recoger a la señora Levy? Te envío la ubicación — estoy muy enojado con Virginia, pero no soy una mala persona que va a dejarla tirada en medio de una autopista, donde nadie va a tomarse el tiempo de detenerse para ayudarle.
— ¿A la madre de las niñas? ¿En serio? No puedo creérmelo, esto tienes que contármelo — Desde que Lorenzo y Lisa llegaron a mi casa para ayudarme con las niñas, recomendados por mis padres, estos se han vuelto grandes amigos míos.
— No vayas a decirle nada de las niñas o de mí, no se merece absolutamente nada — refunfuño, estoy llegando al hospital y tengo que buscar una plaza para parquearme.
— Claro y por qué no se merece nada me envías a recogerla — me responde riéndose.
— No soy una persona insensible — Lorenzo continúa riéndose a mi costa y decido terminar la llamada.
Me reúno con Dante que se encuentra muy nervioso y que pronto deberá pasar a la sala de partos.
A pesar de tener un hijo con Vera, es la primera vez que asistirá al parto, ya que cuando nació su primer hijo, Vera y él estaban separados gracias a las maquinaciones de Virginia, la misma que es la madre desinteresada de mis hijas. No entiendo cómo he podido sentirme atraído por ella.
Dante es acompañado por una enfermera a donde se encuentra Vera y yo me quedo solo, recostado contra la pared.
— Eres un imbécil — Su cara es un desastre, parece que hubiese llorado. Esperaba que estuviera enojada, pero no que llegara a la violencia física. Tomo con fuerza la mano de Virginia y la retiro antes de que vuelva a golpearme — Me has dejado tirada en una vía rápida, ¡pude morir atropellada por un loco! — grita perdiendo el control.
— ¡Cálmate que estamos en un hospital! — la agarro del brazo y la llevo hasta una pequeña terraza — Deja el drama que he enviado a Lorenzo a recogerte ¡La loca pareces tú! — Ganas, no me faltan de darle varias azotainas.
— ¡Eres un maldito imbécil! — vuelve a gritar — No soy ninguna loca.
— Deberías renovar tus insultos, Virginia. Ya empiezas a aburrirme con lo mismo después de tres años — Vuelve a levantar la mano y la tomo con rapidez — Y ni te imagines que voy a tolerar otra falta de respeto como está — su mirada desafiante, sé que quiere responderme, pero pareciera que no logra encontrar las palabras — A veces el fuego se encuentra en las piedras, my lady, pero debe ser controlado — Le susurro y siento como nuestros cuerpos se acercan.
Su mirada se detiene en mi boca y mi corazón palpita a mil por hora. Maldito el día en el que vine a fijarme en esta mujer que ha vuelto mi vida patas arriba.
—¡Izan! — Su ronca y sensual voz me embriaga y la recuerdo pegada a mi cuerpo, una madrugada, entre dormida, susurrando mi nombre mientras me perdía en ella, en su calidez y en su olor.
— Deberías intentar ser un poco más leal — le susurro mientras deslizo mis dedos y mi mirada por el valle de sus senos y luego me detengo en sus pezones — No deberías estar tan excitada con mis caricias, cuando tu noviecito está corriendo hasta aquí solo para acompañarte y tu hermana está intentando traer al mundo a tus sobrinos— Casi le hablo de las gemelas, pero siento que no se lo merece. Beso su mejilla y observo los cambios, en su cara, desconcierto, vergüenza, rabia.
La dejo en la terraza y me dirijo a la sala de espera.
— ¡Izan! — Espero que no siga con esta discusión porque está acabando con la poca paciencia que me queda — Valeria y Victoria son mis hijas, ¿Verdad?
La miro como si estuviera loca, ella misma las dio a luz, me las entregó y me pidió que las llamara de esa manera. Esto es insólito, una madre no debería preguntar este tipo de cosas, una madre debería amar y cuidar a sus hijas.