Capítulo IV: El Galeón Alemán Durr Ru

2588 Words
Pasaron varios meses para la recuperación definitiva de Juan Fernando Tabares. De Felipe José de las Casas, no se sabía nada, si lo habían enjuiciado en la capital o no, o que suerte le tocaría. En cuando a sus ancianos padres corría rumores que habían sido alojados por personas buenas que habitaban en el pueblo de las Dunas. Del Hato El Crepúsculo, estaba sin jefe que lo dirija, su antiguo capataz trataba que todo marchara normalmente Cuando Juan Fernando Tabares se sintió mejor de salud, se dirigió a conocer su nueva adquisición el hato El Crepúsculo, allí en la casa Crepuscular se encontraba la servidumbre, al verlos llegar salieron a saludar al nuevo amo, Juan Fernando también los saludo amablemente, comentando que no conocía muy bien la hacienda, que si alguien sabía porque la llamaron crepúsculo Según la vieja cocinera Panchita de los anteriores propietarios los de Las Casas Ponce, le respondió a Juan Fernando que su nombre Crepúsculo se debía a la claridad que comienza a vislumbrarse desde el inicio del amanecer hasta la salida del Sol y desde que éste se pone hasta que cae la noche. En el primer caso, se habla de crepúsculo matutino, alba o aurora, mientras que, en el segundo, se trata del crepúsculo vespertino Y los crepúsculos que se observan desde este hato se divisa la gran montaña entre esos colores espectaculares del amanecer y el atardecer. Los campesinos de este hato continúan contando, - aquí donde se esconde o se asoma el día, queda la única salida del sendero a la gran montaña que comienza en el camino real-, muchos han entrado al sendero, pero no han salido Se dice que la montaña tiene la voz de una niña que corre dando alegría a quien la escucha, son espíritus libres que vinieron a salvarnos, pero es prohibido entrar porque hay fieras salvajes de ojos amarillos que persiguen a la gente. Entre el personal estaba el capataz llamado Macario Blanco Juan Fernando Tabares, lo convido a la biblioteca de la casa, le pregunto qué tan dispuesto estaba a servirlo, El capataz sabía que ese hombre, bueno o malo era el nuevo amo, así que había que aceptarlo y seguir en el trabajo si se podía, por lo tanto, le juró fidelidad y lealtad a aquel nuevo amo. En premio Juan Fernando lo nombro Capataz del hato Casa Grande ya que el Crepúsculo como hato desaparecería, y ese extenso territorio será ahora de Casa Grande, redistribuyo la servidumbre y los campesinos. La Casa de la hacienda del Crepúsculo, quedó desocupada, solo la vieja cocinera Panchita, quedo cuidándola junto con un chico que le llamaban El Rubio, nadie podía estar allí ni de visita. Juan Fernando Tabares, tomo su caballo junto con el capataz, se fueron a recorrer la hacienda, llegaron a la salida del sendero de la gran montaña, lo observaba con detenimiento, y al fondo escucho las risas de un niño El capataz lo observaba en silencio, Juan Fernando le preguntó –Alguna vez has ido por ese camino-, el capataz con la cabeza le dijo no, Juan Fernando volvió a preguntar –¿Por qué no? -, el capataz, vio hacia la montaña y le contesto –Patrón nadie debe ir allá, es tierra sagrada, solo los puros de corazón pueden pasar el sendero-, pero al final del sendero se divisaba todo oscuro y vio los ojos amarillos nuevamente, se sobre saltó, y le dijo al capataz –Viste los ojos amarillos-, contesto el capataz – A mi patrón lo persigue los espíritus de la gran montaña, yo no los veo pero Ud. sí, debe ir a consultarse con la bruja del pueblo para que lo ayude con eso, yo soy muy ignorante pero puede que Ud. tenga el mal de montaña- En el camino de vuelta pensaba, ¿una bruja? Eso es para viejas ignorantes, hasta ahora me entero que hay una bruja, siguió su camino hasta Casa Grande. Al llegar escucho las risas de un niño dentro de su casa, entro rápidamente, era Gustavo Antonio jugando con otro niño de una pequeña hacendada que estaba de visita. Estoy paranoico, pensaba Juan Fernando, tengo que tranquilizarme Al Puerto de Valle Abajo, llega un barco de gran tamaño, el Galeón Alemán Durr Ru que se asoma aguas afuera, de origen desconocido, pero con bandera alemana, sin amarar en el puerto, desde allí se escucha gritos de personas que provienen de la embarcación; la guardia de turno da aviso al Capitán José Manuel Escandón Morelos, quien ordena enviar una comisión de guardias en un bote para investigar que pasaba La comisión a cargo del Teniente Leonardo Andrade formada por seis hombres, se dirige a la embarcación anclada misteriosamente, al llegar unas señoras de dialecto alemán le hablan, pero los militares no le entienden. El teniente decide subir y comienza a trepar por las redes desplegadas en un lateral, cuando varias señoras le dicen que no con las manos El teniente decide regresar y dar parte a su superior, como en efecto hiso, necesitaba un traductor alemán, -el dueño de la Taberna del puerto es alemán-, expreso uno de los soldados, El Capitán ordeno traerlo, cuando llego se listo con la comisión de militares y volvieron en el bote al barco, ya estando allí las señoras hablaron y el buen cantinero traducía diciendo –Somos un grupo de familias de nacionalidad alemana, nos enviaron acá para comprar tierras y establecernos aquí, traemos oro, según fue estipulado por los presidentes de ambas naciones. Somos agricultores, carpinteros, herreros y constructores, nuestro barco tiene semillas frescas. Durante el viaje, uno de los campesinos tenia lepra, y nos contamino, la mayoría de la tribulación ha muerto, solo quedamos las mujeres y los niños y algunos hombres, No sabemos amarar el barco El Teniente muy alarmado les respondió –Informaré a mis superiores y volveremos con la respuesta, necesitan algo mas- ellas contestaron comida, agua y madera. El bote vino de regreso con semejante noticia. Las novedades corrieron por todas la Dunas y el Puerto. El Gobernador Don Rogelio Márquez Galván, convoco a toda la elite más prestante del lugar a una reunión obligatoria en la casa de gobierno, incluso todos los hacendados Con gran preocupación todos acudieron a la cita, El Gobernador tomo la palabra, comenzó por explicar la situación y termino con su exposición con la pregunta -¿Qué vamos hacer con esas personas?-. Las opiniones estaban divididas, entre dejarlos morir dentro del barco por miedo a una pandemia o bajarlo en un lugar donde no fuera peligroso para las Dunas y sus alrededores Pasaron horas debatiendo, entre insultos y golpes de los más exaltados, Juan Fernando Tabares encabezaba el grupo que prefería dejarlos morir, discutieron por tres días, solo descansaban a la hora de la comida. Lo someterían a votación, hicieron la lista de las personas que tendrían derecho al voto, incluyeron a la madre superiora del convento de las Hermanas Descalzas Concepción de las Mercedes Sánchez, al cura del pueblo Monseñor Óscar de las Mercedes, el dueño de la Taberna Frack Müller, todos los hacendados entre muchos otros. Transcurrió varios días, fijaron la decisión para el próximo Domingo, mientras, les llevaron comida, agua y madera, como pidieron, todos los días, incineraban un cuerpo. Muchas mujeres yerbateras o brujas del pueblo, preparaban brebajes y ungüentos para darles a los sobrevivientes del barco, leche para los niños, carne seca y todo lo que podía Llegó el domingo, en un solemne silencio, los elegidos se expresaron, se decidía entre la vida y la muerte de un grupo de personas incluido mujeres y niños. Terminó, y se procedió al conteo de votos, resultando ganadora la opción -dejarlos vivir-, desembarcarlos a un lugar donde no peligrara el pueblo de la Dunas. El Gobernador acompañado de su esposa tomo nuevamente la palabra, expresando en voz alta desde el balcón de la casa Gubernamental, diciendo: - Las autoridades más prestantes de las Dunas han decidido dejarlos vivir, esta decisión es incontrovertible y de obligatorio cumplimiento, acabo de firmar el Decreto Gubernamental respectivo. Ahora los grandes hacendados discutirán cuales serán las tierras que se les asignará y el terrateniente elegido será indemnizado por el resto de los factores económicos de la región, también discutiremos quienes donaran animales para cría y manutención, he dicho- El Juez Maximiliano Pérez del Corral, a sabiendas la facilidad con que Juan Fernando Tabares, había obtenido la segunda hacienda más grande de la región, El Crepúsculo, se dirigió a este hacendado y le dijo –Juan Fernando dona tú las tierras del Crepúsculo, las que están en la fila de montañas, son las que están más alejadas de las Dunas y por allá no hay población- Juan Fernando Tabares, respondió que lo pensaría y se retiró. Fue al puerto y observaba el barco a lo lejos, pensaba que esa gente debía morir ya que los podía contagiar. Si él fuera el Gobernador ya los había aniquilado. Se le vino una idea a la mente, llevarlos por la gran montaña para que desaparecieran, tal como había pasado con otras personas y así se resolvería la situación, sin que le pudieran acusar a él de esas muertes Al día siguiente fue a la casa de Gobierno, proponiéndole una solución al Gobernador, les regalaría la montaña que llaman La vid, la cual se encontraba hacia atrás de la gran montaña, ósea para llegar allí hay que atravesar la gran montaña. La mayoría de los presentes hicieron silencio, todos conocían los rumores de la gran montaña, para los nativos de las Dunas era como llevarlos al paredón, todos callaron, el Gobernador que no era nativo de ahí, expreso a viva voz –Excelente, yo acepto, convoca a los demás hacendados para cancelarle la montaña de la Vid a Juan Fernando Tabares, y que comiencen a traer los animales por donación-, llamo a su Teniente y le ordeno lo pertinente para bajar las personas del barco, cuando lleguen a tierra serán conducidos por la guardia por el sendero de la gran montaña y de allí a su nuevo hogar, proceda de inmediato El Gobernador tenía mucho afán por resolver la situación de los alemanes, ya que había recibido una carta con instrucciones del Presidente, donde le prohibía eliminar a los extranjeros y le ordenaba acogerlos, ya que el Presidente Alemán había amenazado militarmente su país si les pasaba algo, realmente como dijo aquella mujer del barco fue un tratado entre ambas naciones Los hacendados desfilaban por la casa de gobierno, pagando la proporción de dinero que le tocaba a cada uno por el valor de la montaña de la Vid, Juan Fernando Tabares, hiso el negocio de su vida, nadie le recateo, todos querían deshacerse de aquellos enfermos de lepra, entre más rápido mejor Mientras la guardia hiso lo suyo, le dieron botes y balsas vacíos, para que ellos mismos los conduzcan, allí colocaban sus bolsas de grano, herramientas, ropa y otras cosas personales que bajaron del barco. Sobre una recua de mulas con carretas, montaron las provisiones y se dirigieron al camino real. Ese día no dejaron pasar a nadie por este camino, comenzando por el mismo puerto, todo había sido evacuado de toda persona, los guardias colocados de ambos lados del camino manteniendo la distancia con los alemanes, con bufandas tapando sus rostros y sus bayonetas cargadas Los extraños se cubrieron con ropas el estilo musulmán, también taparon sus rostros, sus manos y sus pies completamente, para no contaminar a nadie muy agradecidos por la oportunidad que les estaban dando. Llegaron al sendero de la gran montaña, cuando todos estaba allí, el Comandante de Guardias, Capitán José Manuel Escandón Morelos, leyó una resolución gubernamental que decía - A partir de la presente fecha, Considerando: Visto que la Gobernación del Estado de las Dunas conjuntamente con su pueblo, han resuelto el conflicto acaecido con la tripulación del Galeón alemán Durr Ru, cediéndoles territorio, animales y provisiones para su subsistencia - Visto que la enfermedad que padece estas personas de origen alemán, es altamente contagiosa –Visto que es obligación del gobierno velar por la salud de los habitantes de las Dunas- Se decreta: Que la colonia Alemana que hoy es recibida y alojada en la Montaña de la Vid, no podrá salir de allí, no podrá bajar al pie de la misma, no podrá tener contacto con ningún nativo del Estado de las Dunas. Ordeno en mi condición de Gobernador y por el poder revestido en mí, Pena de muerte para quien o quienes desobedezcan la medida, sea hombre, mujer o niño- Firman: El Gobernador Don Rogelio Márquez Galván, Jefe Civil del pueblo Lic. Martín Elías de los Río, El Juez Maximiliano Pérez del Corral y el Comandante de Guardias, Capitán José Manuel Escandón Morelos Con este decreto enterraban aquella colonia alemana, los presentes los veían con tristeza. O morían por la enfermedad o por los animales salvajes o fusilados por los soldados, su suerte parecería marcada con la muerte. El Teniente Leonardo Andrade dio la orden y las bayonetas de aquellos militares fueron dirigidas a los colonos, apuntando a mujeres y niños; aquellas personas llorando se despidieron levantando la mano y se internaron por el sendero de la montaña sagrada Los militares se quedaron allí el resto del día, al caer la noche dejaron unos cuantos guardias con la orden de disparar, si algún colono se regresaba, marcaron un puesto de guardia en ese lugar Los colonos avanzaron muy lentamente, eran más de cincuenta personas, que a parte de las provisiones que cargaban, llevaban enfermos muy graves y el arreo de los animales que en su mayoría eran jóvenes, dificultaba la avanzada, sin embargo, quien estaba apurado, lo importante eran sus seres queridos que agonizaban Acamparon en una ensenada, hicieron carpas con tela, para resguardarse del sereno de la noche, ellos ignoraban los rumores y mitos de la gran montaña, por lo tanto, se sentían tranquilos no tenían miedo. Agotados de cargar y enfermos algunos, se quedaron profundamente dormidos, dijeron que iban a dejar a alguno vigilando, fue imposible el sueño los domino Fue el cansancio, o el aroma de las plantas llamadas Damas de noche, de florecitas blancas como el jazmín, que solo florecen de noche, siendo su perfume muy fuerte que adormece a los seres humanos, ocasionándoles un profundo sueño restaurador, renovando mente y cuerpo. Que bastante falta les hacía, después de los episodios vividos en los últimos días Los Colonos eran personas buenas, sencillas y honrados, vinieron con la esperanza de fundar su propio territorio, artesanos y agricultores en su mayoría, personas de buena fe, que fueron alcanzados por la maldad y el infortunio, pero a pesar de ello consiguieron la tierra prometida, porque la montaña de la Vid era extensa, productiva, de tierras fértiles con abundantes manantiales, grandes praderas, mucha madera y ahora toda esa riqueza les pertenecía, aunque todavía no llegaban a su destino Terminado el evento, Juan Fernando Tabares Morga, se retiró a su hacienda, en el despacho de su casa, hacia cuentas de las ganancias que había obtenido por la venta de la montaña de la Vid, pensaba: unas tierras que nunca nadie me las habría comprado, bosques espesos para que sirven, lo más increíble nadie recateo el precio, y quede como el salvador del pueblo. Que habrá pasado con esa gente, ya estarán muertos, o a lo mejor contagien al de los ojos amarillos que me sigue, dormir en esa montaña debe ser una pesadilla. Se sentía satisfecho de la labor cumplida
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