Enzo e Isabella se abren paso entre la multitud de periodistas que está esperando en la recepción del Pasarella para hacerle una nota al nuevo viudo. El corazón de la castaña palpita fuerte a medida que avanzan hacia el ascensor. Lo hecho, hecho está y no hay nadie que pueda acusarla de nada. Acaban de venir de la cita con el juez. Esa maldita está legalmente muerta y ella pronto será la esposa de Enzo, como siempre fue su deseo. A solo unos pasos del ascensor y ya fuera de la vista de todos, se detiene de golpe y besa a Enzo, él le corresponde. El beso es furioso, demandante y sin tregua. Muchos jadeos salen de sus bocas y a la gente que sale del ascensor parece no importarle la extrema de demostración de afecto entre ellos, nadie se detiene a juzgarlos, ni siquiera a mirarlos y eso los