Olivia se sobresalta cuando una mano grande rodea su cintura. Intenta gritar, pero en ese instante otra mano tapa su boca.
—Shhh, soy yo, mi amor —dice. Olivia se tensa de inmediato al reconocer la voz de su marido. ¿Qué está haciendo él aquí? —Necesitamos hablar, Oli. Quiero que vuelvas a casa.
El tufo a alcohol llega hasta las narices de Olivia, quien al instante siente ganas de vomitar. Intenta nuevamente zafarse, pero no lo logra.
—No te soltaré hasta que escuches lo que tengo para decirte. —Olivia niega llorando. —Lo que viste en la oficina en realidad no es lo que crees. Tu hermana me sedujo, Oli y como todo hombre tuve un momento de debilidad, pero eso es todo. No pasó nada más, mi amor, yo te amo. No puedes dejarme, eres mi esposa y te quiero conmigo por el resto de mi vida.
En ese momento la voltea y termina encima de ella en la cama. Olivia está aterrorizada por lo él pueda hacerle en el estado tan deplorable en el que se encuentra. Enzo se apodera de su boca y la besa de forma desesperada y violenta.
—¡Suéltame, Enzo! —Pide mientras lo empuja sin conseguir nada. Enzo en un hombre grande para el cuerpo pequeño y delgado de Olivia. Él la inmoviliza de inmediato sin darle ninguna tregua. —¡Suéltame o grito!
—No —Su esposo lo mira severo. —No voy a soltarte, porque eres mía, y ya es hora que cumplas con tus deberes como tal.
—Por favor... —Ruega Olivia, pero ya es tarde. Enzo rompe su camisón y se apodera de uno de sus pezones y chupa con ahínco. La primera y única vez que estuvieron juntos fue un tiempo después de que se casaron y la experiencia no fue tan buena como ella pensaba. Enzo fue brusco a pesar de saber que ella era virgen y lastimó mucho. No lo disfrutó para nada y pasó una semana entera con dolores. Desde ese día rogó al cielo que su marido no la volviera a tocar y cada noche, cuando él se acostaba a su lado, fingía estar dormida para no atenderlo.
—Si me atendieras como se debe, no estaría pensando en otras cosas fuera de la casa —dice, Enzo, en su afán de hacerle creer que la culpa de todo la tiene ella. —Un poco de cariño y pasión de tu parte nos ayudaría mucho. Soy tu esposo y te necesito. Necesito hacerte el amor todos los días, Olivia.
Olivia lo mira con los ojos aguados, hace rato que dejó de luchar porque sabe que en parte tiene razón. Por más de que están casados, ellos viven dentro de la misma casa como si fuesen amigos, o peor aún solo conocidos.
Enzo se quita el saco y la camisa en un santiamén mientras la mira. Pasa lo mismo con su pantalón y su bóxer. Está totalmente erecto y con la respiración pesada. A Olivia se le contrae el estómago al esperar lo peor, pero contrario a eso, su esposo comienza a besarla nuevamente, ahora con menos brusquedad, pero con mucha pasión mientras la recorre con ambas manos.
A Olivia se le escapa un jadeo cuando Enzo succiona de nuevo sus pezones, alternando entre uno y otro, mientras dos de sus dedos se cuelan entre sus pliegues íntimos.
Enzo juega con su clítoris con el pulgar para excitarla, entretanto la va penetrando con los dedos. Las sensaciones que indaven a Olivia son muy intensas y desconocidas. Nunca antes las había sentido y por un momento intenta resistir, pero no soporta más y explota alrededor de los dedos de su esposo.
Una sonrisa picarona se extiende en el rostro de Enzo al verla convulsionar sin control. Si la tuvo virgen, es obvio que es su primer orgasmo.
Antes de que ella pueda reaccionar, toma su v***a dura y adolorida y la coloca en su resbaladiza hendidura para penetrarla lentamente. Es muy apretada y si no fuera porque necesita tenerla controlada, la follaría duro y constante hasta saciar el instinto animal que lleva dentro para así amoldarla a su tamaño.
Va lento, primero, mientras trata de adaptarse a su interior, luego toma velocidad, aunque no tanta como quisiera. El sexo lento no es lo suyo, definitivamente. Prefiere rápido y brusco.
Los gemidos de la joven llenan el espacio, Enzo la sigue. Lo poco que él recuerda de la primera vez entre ellos fue un completo desastre, ni siquiera se había sentido complacido debido a las quejas continuas de su esposa en ese momento y luego de terminar, fue a buscar a alguien más para que le dé todo lo que necesitaba.
Poco tiempo después y dejándose llevar por el intenso placer que siente, ella se vuelve a correr y Enzo la sigue.
«Al menos esta vez no estuvo tan terrible» piensa Enzo mientras se echa a un lado de la cama y trata de relajar su respiración. No tarda en quedar dormido, al igual que Olivia.
Al día siguiente, la rubia despierta y Enzo ya no está a su lado.
Observa su cuerpo desnudo debajo de la sábana y se ruboriza al recordar lo que pasó entre ellos anoche. Mira la hora y aún tiene tiempo de ir a la editorial. Su vida debe seguir y estar llorando día y noche por Enzo dentro de estas cuatro paredes no soluciona nada. Además, el dinero que gana allí es su sustento. No puede darse el lujo de faltar más días y ser despedida.
Luego de una ducha larga, se viste en su habitual jean, pero esta vez opta por uno en color blanco y una blusa en tono rosa pálido. Con algo de pesar recuerda que todos sus libros y anotaciones se encuentran en la otra casa. No le queda de otra que ir por ellos.
Antes de tomar su cartera, llama a un taxi y baja por las escaleras. Aún es temprano y para su bien, el salón está despejado a esta hora.
Media hora después, pide al taxista que la espere mientras ella va por sus cosas.
—Señora —Juana se sorprende al verla llegar. —Es bueno verla en casa nuevamente. El señor Enzo ya salió para el hotel hace unos minutos.
—Solo vine por algunas cosas de mi trabajo que necesito —Responde Olivia, desconfiada por la amabilidad tan repentina de la ama de llaves. —Un taxi está esperando por mí.
—¿No es mejor que el chofer la lleve, señora? El señor nos comentó que quizás podría venir, por eso preparamos un desayuno para usted.
Olivia la mira extrañada sin comprender lo que sucede. ¿Tan seguro estaba su esposo que volvería después de lo de anoche? Sacude su cabeza y se dirige a la escalera.
—Agradezco el desayuno, Juana, pero no tengo tiempo para eso. Tengo quince minutos para llegar a la editorial.
Sin esperar a que Juana conteste, Olivia sube a la habitación directamente.
Se conmueve al abrir la puerta. Ella ama a Enzo desde siempre, desde que era una niña. Siempre se imaginó ser su esposa y cuando él al fin le pidió ser su novia, se sintió la mujer más feliz del planeta. Un sueño hecho realidad.
Sacude la cabeza para apartar esos pensamientos y toma sus cosas del armario y baja a toda prisa nuevamente.
La cantidad de trabajo que encuentra acumulado en la editorial, despeja su cabeza de los problemas durante un tiempo largo, ni siquiera sale a almorzar para poder ponerse al día. Con Martina no se ven hasta llegada la tarde, en la universidad.
—¿Ahora al fin me dirás por qué traes esa cara? —Su amiga la increpa a la salida. —No has dicho más de diez palabras en toda la clase, Oli. Y tú no eres así. ¿Qué pasa?
—Ya sabes lo que pasa, Tina.
—¡No! —Martina la toma de ambos brazos para evitar que escape. —Te pasó algo más y antes de que salgas con excusas, de una te digo que te conozco más que tú misma y sé que esto es diferente a lo de hace dos días. ¿Qué te hizo ese maldito de Enzo nuevamente?
—En realidad no me hizo nada, Tina. Bueno, al menos no algo malo.
Olivia retoma la salida de nuevo y Martina la sigue de cerca. Justo antes de salir a la calle, la toma nuevamente del brazo y la detiene.
—¿Qué te hizo, Oli? ¡Dime lo que sea, que pienso ir hasta ese hotel personalmente y despellejarlo con mis propias manos!
La reacción de Martina causa mucha ternura en Olivia.
—¿Qué haría yo sin ti, amiga? —La abraza.
—Morir, supongo —Su respuesta causa una risa repentina en ambas. Van de la mano hasta un café donde ella le cuenta todo lo que pasó en la noche con su marido.
—Debes estar loca si piensas creerle, Oli. —La respuesta de Martina hace suspirar, desganada, a Olivia. —Ese hombre no te ama en absoluto. Un hombre que ama no trata a su esposa de ese modo, amiga. Te está mintiendo.
—Anoche se comportó muy cariñoso. Debiste verlo, Tina.
—Pero lo viste follando con tu hermana, Oli. ¿Qué más pruebas quieres que esa?
—Dijo que Isabella se le había insinuado.
—Eso tampoco lo dudo —Replica Martina, al momento. —A tu hermana se le nota lo golfa desde lejos, créeme. Y para nadie es un secreto que le echa los perros a tu marido desde siempre.
—¿Pero?
—Pero eso no justifica a Enzo, Oli. Te humilló. Al menos déjalo sufrir un rato, hasta que entienda que lo que te hizo está mal.
Olivia deja su sándwich a un lado y suspira nuevamente con tristeza, llevándose ambas manos a su vientre. Sabe que su amiga tiene razón, pero, ¿Qué hace con lo que siente? Ella ama a Enzo y aunque no quiera aceptarlo, lo extraña.
También está el hijo que esperan. ¿Va a dejarlo sin padre?