Adrián observa a la mujer dormida en el asiento del frente del avión y niega. «¿En serio será bueno llevarla en la mansión?» reflexiona mientras la mira detenidamente, en realidad lleva haciéndolo desde el mismo momento en que ella se quedó dormida, hace horas cuando despegaron del aeropuerto de México. Su mochila de flores y su apariencia de jovencita rebelde con el jean celeste, su blusa blanca con mangas al codo que pidió en línea con un dibujo extraño en el pecho y su cabello mal recogido en un rodete, le causa risa, por un lado, y pena por otro. Es obvio que no es una mujer pretenciosa y eso le parece encantador y tierno, aunque si supiera elegir mejor sus atuendos se vería muy distinta y mejor. Con todo el dinero que tiene su familia, no hay duda para él que ella nació en una cuna d