02| Pinturas

1304 Words
CAPÍTULO II — • — Cabello n***o, cejas fruncidas y ojos de colores diferentes, tomé un poco de la pintura y le di los últimos retoques a su piel. De reojo vi como el profesor se me acercaba, sus gafas caían en la punta de su nariz y su mano tocaba su mentón mientras analizaba mi trabajo. El día de hoy debíamos dibujar el rostro de una persona, para ser sincera no tenía ni idea de a quien dibujar, pero una vez que mis dedos tocaron el lienzo no pude parar y en unas horas ya habían pintado a este sujeto el cuál no tenía ni idea de quién era. —Un ojo azul y la otra miel, muy creativo, me gusta como resaltas la heterocromía —mencionó el profesor, sus ojos observaba con mucho cuidado cada extremo de la pintura —deberías pasarles más color a sus labios —pensó. —Si profesor —él asintió y continuó con su recorrido por la clase, todos pintaban concentradamente, intentando llegar a la perfección. Suavemente pasé el pincel sobre los labios del chico, los había pintado un poco rosados, dándole una apariencia húmeda. Al terminar la clase el profesor nos dio indicaciones para la próxima clase, yo lo escuchaba como un eco lejano ya que no podía apartar la mirada de los labios que había pintado. Antes de guardar mis cosas toqué un poco la pintura, deseando que aquel chico fuera uno de carne y hueso. Ojalá existiera. ¿Y si no solo lo había imaginado? Me quité esos pensamientos de la cabeza y terminé de guardar mis útiles de pintura, las pinturas estaban aún húmedas así que las dejamos en el salón de clases, una de mis compañeras, Mary, me sonrió y se despidió agitando su mano. Estaba semana había sido entretenida, he pintado varías cosas que nunca he visto en persona, simplemente aparecen en mi cabeza y las debo plasmar en el lienzo. Pinté una casa vieja al lado de un bosque y también una cueva rodeada del lago, no tenía ni idea de por qué esas imágenes aparecían en mi mente de un segundo a otro, como si fuera un ligero recuerdo, quizás lo había soñado. Salí de la universidad y me tuve que cubrir el rostro por culpa del sol, este brillaba muy alto en el cielo, como diciendo "mírenme, soy inalcanzable" —Rayos del sol para el alma —escuché decir a mi profesor, lo miré con una sonrisa amable. —Demasiado diría yo —respondí, no me gustaba tanto sol y mi pálida piel me delataba. —Sabes Yden, estaba observando tus trabajos, hace unos años compre un retrato de un atardecer, era de una estudiante de un internado en Transilvania, usan las mismas técnicas. —Bueno, hay muchas personas que utilizan las mismas técnicas —Me encogí de hombros y acomodé la mochila en mi hombro. —Si, tienes razón. —El profesor se despidió al llegar su taxi y yo me quedé pensando, pobre chica en aquel internado, yo no podría estar encerrada por mucho tiempo. Empecé a caminar hacia mi casa, no estaba tan lejos de la universidad, asiqué me ahorraba aquel pasaje yéndome a pies. Mientras caminaba perezosamente pensaba en el chico que pinté, de algún lugar tuvo que salir su imagen, pero por más que le daba vueltas al asunto, mi mente quedaba en blanco. Al llegar a casa mamá me recibió con un fuerte y cálido abrazo, el olor a galletas inundó mis fosas nasales, era extremadamente satisfactorio llegar a casa y oler el aroma de estas delicias, el solo hecho de pensar en su sabor se me hacía agua la boca. —¿Qué tal las clases? —preguntó, recogiendo su cabello rubio. —Entretenidas —Respondí antes de besar su mejilla para agarrar una galleta sin que se diera cuenta y corrí escaleras arriba. Me detuve en seco frente a la puerta de mi habitación, frente a la ventana había una persona de espalda, era un chico. Entré con cuidado en espera de saber quién era esta persona y por qué estaba en mi habitación y no en la sala como cualquier visita normal. —Tus pinturas son muy curiosas —mencionó al girarse, sus ojos color miel me observaron con atención, su sonrisa creció de oreja a oreja. Debo admitir que me ponía los bellos de punta cada que sonreía de esa manera. —¿Cold? ¿Qué haces aquí? —lo admito, estaba muy sorprendida. —Pasé frente a tu casa y quise saludarte, estás encantadora como siempre. —Solo me has visto dos veces —recalqué, el siguió sonriendo y dando vueltas en mi habitación husmeando mis cosas —Ya en serio, por qué estás aquí, en mi habitación. Metió las manos en sus bolsillos y se detuvo frente a una de mis pinturas, exactamente donde salía una casa cerca de un bosque. —Dime, Yden ¿Te incomoda de que esté aquí? —No —solté de inmediato, quizás estaba siendo un poco maleducada, pero es que su presencia aquí era inesperada —Es solo un poco.. extraño. Su risa había desaparecido, volvió su mirada a mí, pero esta vez sin expresión alguna. —Te quería dar esto personalmente —me tendió una nota enrollada, la acepté con curiosidad, antes de responderle él salió de la habitación rápidamente, dejándome anonadada. Dejé con cuidado la carta sobre la cama y saqué la pintura de su paquete para colocarla al lado de las demás. Volví a quedarme hipnotizada por un largo tiempo observando la imagen, había pintado sus ojos tan reales que parecía como si de verdad él estuviera aquí, frente a mí, aún sabiendo que no era real, que había salido de mi imaginación, algo dentro de mí deseaba que algún día el destino me hiciera el milagro de verlo en carne y hueso. Bajé a la cocina, mi madre aún sacaba más galletas del horno. —Oye mamá ¿Por qué dejaste que un desconocido subiera a mi habitación? —Me apoyé en la isla de la cocina, ella frunció su ceño y sus ojos claros me miraron como si yo estuviera loca. —¿De qué estás hablando cariño? —Cold.. estaba en mi habitación, no hace mucho se fue. —Oh cariño ¿Quién es Cold? No se de qué me hablas, nadie ha venido hoy, ven ayudarme a terminar las galletas. —Pero.. —Sus ojos insistentes me hicieron callar. Agarré la masa de chocolate y empecé hacerle las formas. ¿Entonces Cold entró a escondidas? Solo de pensarlo mi cuerpo se estremecía de los nervios. ¿Quién era él? . . . Mi padre llegó al atardecer, después de cenar en familia subí a mi habitación, encontrándome con la nota que Cold me había dado, se me había olvidado por completo. Me senté en el borde de la cama y empecé a leer la carta con calma. “En otra vida respondiste tres acertijos para revelar la verdad, hoy tienes la suerte de revelar tres más. Te veré en nuestro atajo al final de la calle, cuando la fase náutica del atardecer llegue a su final, pero solo si estas dispuesta a revelar nuevamente la verdad.” ¿Revelar la verdad? ¿Qué verdad? Me froté el rostro con frustración. Desde mi ventana podía ver como la fase dos terminaba y le daba paso a la oscuridad de la noche, tenía tanta curiosidad, además ¿Por qué no me dijo los acertijos cuando estábamos en mi habitación? ¿Por qué tiene que ser en ese atajo cerca del bosque? Al demonio. Me coloqué mi abrigo y guardé una linterna en mi bolsillo, salí sin que mis padres se dieras de cuenta. Iba a averiguar cuál era este juego tan tonto de los acertijos.
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