— No lo haré, lucharé por ella — Exclamó Felipe yéndose del lugar corriendo, con su respiración agitada por todo lo que estaba sucediendo. Después de correr por quince minutos, decidió parar en medio de un semáforo donde se agacho colocando sus manos sobre sus rodillas mientras respiraba con dificultad recordando las palabras de su amigo “el que se enamora, pierde” una y otra vez, aunque le dolía aceptarlo a pesar de haberla buscado como una oportunidad, a la final se había enamorado de esas esmeraldas verdes que iluminaban todos sus días y hacían sus noches mojadas, con solo recordar sus gemidos.
Elena había quedado inquieta, donde se colocó de pie para acercarse a Henry a darle una cachetada con toda la fuerza, rabia y dolor que tenía acumulada por dos años, después de enterarse de
