Capítulo 6

2914 Words
Otra vez le dolía el cuello como el infierno. Pasar la noche tirado en el piso no había sido una buena decisión después de todo. Se despertó de a poco por el golpe insistente de un pie al lado de su cabeza que lo estaba poniendo de mal humor. No necesitó levantar la mirada para saber de quién se trataba. Rápidamente las imágenes de la noche anterior se agolparon en su mente, recordándole cada detalle con escalofriante nitidez. ¡Dios, había sido un completo imbécil con ella! — Tu cuello — dijo incorporándose de golpe y sintiendo un leve mareo apoderarse de él. — Veo que no hiciste tu parte. Mejor te levantás porque si no vamos a llegar tarde. Dejá esta mierda como está y andá a bañarte. Desayunamos en el auto — La morocha lo miraba desde su altura con sus ojos fríos como dos hielos. Se odio al ver que llevaba un pañuelo envolviendo su delicado cuello. “Seguro le dejé marcas”. Después de todo no controlaba su fuerza cuando estaba colocado —. Apurate — le ordenó y él simplemente obedeció, sintiéndose aún más mierda que antes. —----------------- La Panamericana estaba vacía, por lo que se desplazaban entre aquellos cerros del pedemonte con relativa facilidad, mientras él comía sin ganas ese desayuno para llevar que le sabía a la nada misma. Estudió a su acompañante unos fugaces segundos, intentando que ella no notara su inspección. Maiia casi ni le miraba y con suerte le decía tres palabras seguidas, realmente estaba enfadada con él y con más que justa razón. La había cagado a lo grande. Mientras se acercaban a su destino notó como la morocha apretaba con fuerza el volante mientras se mordía el interior de sus mejillas. Alex frunció el entrecejo pero prefirió no decir una palabra, después de todo ella tampoco le iba a decir ni una sola cosa que explicara su repentino nerviosismo. Los recibió una enorme entrada de rejas negras que daban acceso a un espacioso jardín con césped perfectamente recortado. El aroma a jazmines los golpeó con fuerza mientras las suaves sombras de los árboles formaban extrañas figuras sobre el camino de ingreso a ese gigante edificio que emergía entre tanta naturaleza, con la montaña de cimas eternamente nevadas de fondo. La fachada, con aquel estilo antiguo, de color blanco, los intimidó un poco ante tanta sobriedad de aquella estructura que se elevaba por tres pisos, con pequeños balcones que sobresalían delante de unas cuantas ventanas de vidrio partido y hermosos marcos de igual color que el edificio en general. Varias personas caminaban sin prisa por ahí, aunque también se veían unos cuantos que se movían insistentemente en su lugar o miraban en todas direcciones, con ojos vidriosos, que delataban el estado de paranoia en el que se encontraban sumergidos. Alex inhaló profundo, realmente no quería perder la cabeza y aquellas personas no le estaban dando un buen panorama. Miró en dirección a Maiia que, por primera vez, le regaló una sonrisa nerviosa. Trató de devolverle el gesto, pero fue tan débil, tan fugaz, que la morocha casi no lo notó. Se estacionaron delante del edificio y subieron los pequeños escalones hasta la entrada. Las enormes puertas de vidrio se abrieron dejando ver el interior de la sala de recepción, tan cálida como Maiia lo recordaba. Una señorita pulcramente vestida, los recibió con una enorme sonrisa. Maiia intentó devolverle el gesto mientras que su compañero se despeinaba el cabello y mantenía su mirada tercamente puesta en el piso. — Bue-buenos días — dijo la morocha en cuanto se detuvo frente a la mujer. — Buenos días — respondió con calma. — No-nosotros. Él, en realidad. Tie-tiene una visita con el Doctor Gordman — indicó. La mujer asintió, tecleó algo en su computadora y los invitó a esperar en esos cómodos sillones. Esperaron veinte interminables minutos hasta que el doctor salió a recibirlos, veinte minutos que los tuvo al borde del colapso, que los empujó al máximo de sus resistencias. Lo acompañaron por los pasillos hasta su consultorio. Alex se sentó delante del hombre mientras Maiia ocupaba el pequeño sillón a la derecha del consultorio. Él seguía pasando sus manos por el cabello que ya lograba darle cierto aspecto de desquiciado. Maiia simplemente se apretaba las manos con nerviosismo. Ninguno levantaba la mirada, no tenían la valentía para hacerlo. — Bueno — comenzó el doctor con su voz gruesa y firme —. ¿Qué podemos hacer por vos? — le preguntó a Alex que lo miró fugazmente. — Yo-yo tengo un problema de-de consumo — explicó sintiéndose juzgado. — Bien. ¿Y qué querés hacer? — Alex levantó la mirada, ¿no era obvio?. — Em… ¿sanar? — ¿Es una pregunta o una afirmación? — Sanar. Quiero sanar — dijo ahora seguro y desvío su mirada a Maiia que se veía tan nerviosa como él. “¿Qué carajo pasaba?”. Miró al doctor y notó que era un hombre atractivo, tal vez Maiia tenía algo con ese sujeto, después de todo ella conocía todos los detalles de esa institución. Volvió a mirar a la morocha un instante y regresó sus oscuros ojos al doctor, agradeció que no lo juzgara, es más, se notaba satisfecho por su presencia allí. Suspiró un poco aliviado pero aferrándose al silloncito, sentía que en cualquier momento saldría corriendo de allí si no se sostenía al mobiliario que lo rodeaba. — Eso es bueno — interrumpió sus pensamientos el hombre —. Ahora te explico cómo será todo — Alex asintió con un solo movimiento de cabeza —. Tenés que internarte durante todo el proceso. No podés contactar a nadie de afuera hasta que yo lo autorice. ¿Lo entendés? — volvió a asentir sin mirarlo. Dios, que esto terminara pronto —. Sí tenemos un cuarto con una batería que estaría a tu disposición siempre pidiendo los turnos correspondientes. — ¿Pu-puedo traer la mía? — preguntó sintiéndose un pequeño. — Podemos arreglarlo — asintió el doctor. Alex volvió a mover su cabeza en un gesto bruto y seco —. Estarás acá bajo estricta vigilancia el primer tiempo. Si seguís los pasos cada vez tendrás más beneficios. — Bi-bien. — Debés tirar todo lo que tengas en tu casa y que consumís — El morocho levantó la mirada tan rápido que se pudo haber dañado el cuello. ¿Cómo que tirar todo?—. No lo vas a hacer vos, por supuesto. Vas a buscar a alguien de confianza que se encargue. Le indicás a esa persona cada lugar donde guardes algo. Es importante que no mientas ni ocultes información, ¿está claro? — Alex asintió mirando de reojo a la morocha que ahora movía su pie con nerviosismo —. Maiia vos no podés hacerlo, ¿lo sabés, verdad? — Y los oscuros ojos del morocho se abrieron tan grande que podrían haber saltado de sus cuencas. Ahora todo tenía sentido. Todas esas señales. Ella, ella estaba luchando contra las drogas tal como lo hacía él. Mierda, ¡hasta le había ofrecido drogarse juntos! — Maiia — susurró y ella le devolvió una fugaz mirada. — Ella te contará cuando se sienta preparada — afirmó el doctor —. Pero ahora nos concentraremos en tu recuperación — volvió a asentir, ahora más despacio, sin poder apartar los ojos de aquella nerviosa muchachita. Todavía en su mente se estaba procesando el último descubrimiento. Salieron tres horas después, con muchos folletos informativos, fichas a llenar y un pequeño frasco que volvería al día siguiente lleno de orina. Caminaron en silencio hasta el auto y subieron sin decir una palabra. Alex la miraba desde su posición y ella intentaba ignorar su mirada clavándose en su perfil. — Carlos es mi acompañante terapéutico. Él-él es un ex adicto que me ayuda cuando… cuando tengo algún problema. Solo-solo me escucha. Casi no nos vemos en persona — explicó sin dejar de mirar la ruta. — Maiia… yo… Dios, lo siento tanto. No tenía idea — exclamó. — Está bien. Nunca lo dije — respondió restándole importancia al asunto. El resto del camino lo hicieron en un incómodo silencio. Una vez dentro del departamento Maiia se internó en la cocina para preparar algo de almorzar. Alex entró minutos después y con lentitud desenredó el pañuelo del delicado cuello de la morocha para encontrar sus dedos grabados con fuerza en su deliciosa piel. Suspiró pesado y dejó caer su frente en el hombro de la muchacha. — ¿Es muy malo? — preguntó luego de unos instantes en silencio. — No te voy a mentir, no es un cuento de hadas. Principalmente los primeros días. Pero vos — dijo volteándose para verlo de frente, haciendo que él se incorpore —. Vos lo vas a hacer bien — finalizó con una sonrisa llena de orgullo. Era un paso muy importante para el morocho y le invadía el miedo a lo que vendría. Era difícil imaginarse el resto de su vida sin meterse nada dentro, pero debía intentarlo. Debía intentar ser feliz porque realmente quería que su vida tuviera algo más que sexo y alcohol, algo que parecía estar oculto debajo de la bonita piel de Maiia. — Dios, espero que sí — susurró despeinándose nuevamente. — Vamos a comer y después leemos esos folletos — ordenó ella de una manera maternal y él asintió. La comida pasó en silencio, cada uno hundido en sus pensamientos. Al finalizar se acomodaron en el enorme sillón y Alex, aunque jamás pudo explicar el por qué, tiró de ella para envolverla entre sus brazos. La necesitaba cerca, estaba aterrado y su perfume lo lograba calmar de una manera casi estúpida. Leyeron con calma cada folleto y buscaron en Internet las dudas que éstos no contestaban. Vieron los distintos programas de actividades extras y organizaron qué batería se llevaría el muchacho. Maiia acordó con el resto de la banda cómo llevaría adelante los ensayos, ya que incomunicado debía hacerlo solo, y se dedicaron a armar el bolso que llevaría el morocho. Al caer la noche sus amigos lo visitaron. Sólo confiaría en ellos para que tiraran toda la mierda que tenía oculta. Además ellos notarían si escondía información o les mentía. Esos malditos lo conocían tan bien que podrían leerle la mente. — Y eso sería todo — finalizó despeinándose una vez más. Donato lo miraba con el entrecejo fruncido, jamás se imaginó que guardaba tanta mierda en ese bonito departamento. — Bien. Nosotros nos hacemos cargo — dijo Luca sacándolo de sus pensamientos. — Maiia… ella… — Lo sabemos — lo interrumpió Leo. Alex levantó la vista para clavarla en su amigo. “¿Siempre lo supieron?” — ¿Por qué no dijeron nada? — masculló enojado. La muchacha se había marchado antes que él comenzara a contar de todos sus escondites. Ella no podía estar presente y eso demostraba que aún le quedaba un largo camino que recorrer en su recuperación. Camino que Alex comenzaría a transitar y para el cual no se sentía preparado realmente. — Ella no quiso — explicó Leo —. Conozco a su hermano, es uno de los abogados de la discográfica, y estaba desesperado porque la mina no conseguía trabajo. En cuanto supo de esto me aseguró que nadie mejor que ella se iba a poder encargar. Primero no estábamos seguros, pero después ella fue increíblemente convincente. Nos aseguró que podía y ¡mierda que lo hizo! — sonrió amplio haciendo que su amigo imitara el gesto. — Maiia necesitaba la guita y nadie la contrataba por su… condición — explicó con el mejor tacto que pudo Luca —. Nosotros le pagamos bien y no íbamos a señalarla. Se acordaron cada una de las pautas. — Le ofrecí cocaína. Se-se la puse e-en la cara y prácticamente casi-cassi la obligo a inhalar — confesó con irritación. Sus amigos abrieron los ojos muy grande, jamás pensaron que podía llegar a esos extremos. — Alex, ¿qué carajo? — murmuró Donato con sorpresa. — Fui-fui un imbécil, pero no lo hizo. No-no la probó —dijo y miró al piso sonriendo con orgullo. Él esperaba ser la mitad de fuerte de lo que había sido la morocha —. ¿Saben su historia? Digo, los-los detalles — Dios, estaba al punto del colapso, necesita meterse algo, pero primero observó a sus amigos,quería conocer algo más de la bonita mujer. Los tres negaron, solo conocían algo de la historia pero ambos hermanos se habían mantenido bastante en silencio. —----------------- A la mañana siguiente Maiia pasó por él. No quería que estuvieran allí todos para despedirlo, solo la quería a ella. La muchacha le recordaba que debía ser fuerte y mantenerse enfocado en alcanzar la meta. Ya llevaba un día entero sin consumir y sus nervios comenzaban a dispararse, pero el aroma de Maiia lo estaba tranquilizando de una manera increíble. — ¿Me podés dar tu pañuelo? — pidió señalando la nueva prenda que envolvía el cuello de la morocha. Ella lo miró desconcertada —. Me gusta tu perfume. Creo que será lindo sentirlo de vez en cuando, cuando todo se quiera ir a la mierda —. Maiia sonrió y le entregó la prenda impregnada de su aroma. Alex la recibió gustoso y la guardó en su mochila. Sería un infierno no verla —. ¿Luca me deja hacer esto? — preguntó tomando su celular al mismo tiempo que recorría el enorme estacionamiento subterráneo del edificio en el que habitaba. — Es tu vida Alex, y vos decidís qué contar — explicó ella con una sonrisa. La cámara se encendió y miró a la morocha —. Sí, ya estás en vivo — afirmó ella riendo. — Oh, mierda. Nunca hice esto. Em… hola — saludó a la cámara mientras miles de corazones volaban por la pantalla. La cámara lo apuntaba directo a él —. Yo no sé bien cómo es esto, asique disculpen si no sale como un profesional — Rió como un niño provocando que varios seguidores de la red social estallaran en corazones —. Estoy acá, frente a ustedes, para contarles lo que estoy por hacer. Resulta que yo… yo tengo un serio problema y decidí pedir ayuda. En este momento voy a un lugar donde pasaré algún tiempo, tratando de volver a encontrar al Alex que estaba dejando atrás — explicó evidentemente nervioso. Intentaba leer los comentarios pero pasaban demasiado rápido —. Gracias Valentina por tu comentario — Rió al leer aquel mensaje que decía cuánto lo amaba y esperaba casarse con él —, pero no creo que me case algún día — Volvió a reír nervioso. Vaya, se sentía extraño hablar con un aparato —. Volviendo al porqué estamos aquí. Quiero que sepan que no sabrán demasiado de mí, pero para que me extrañen un poco menos Maiia — Y enfocó a la muchacha que sonrió a lo lejos a la cámara — estará publicando cosas en mis redes. Pueden estar al tanto de mis avances, o bien, revivir antiguas épocas. No sé qué irá a publicar en realidad. — Va a ser buen material — gritó ella con su voz tan profunda que miles de comentarios llegaron para alabar lo sexy que sonaba. — Che, Maiia, acá la gente dice que sos sexy — explicó él volviendo a enfocarla para registrar esa bonita sonrisa que tenía. — Gracias — se limitó a responder antes de abrir el auto. — Bueno. Sepan que si tienen un problema deben pedir ayuda. No se dejen vencer y enviénme todas sus fuerzas. Las voy a necesitar — explicó terminando de meterse al auto —. Y no sean malos con ésta chica si no habla demasiado de mis asuntos — dijo enfocándola a su lado mientras le plantaba un fuerte beso en la mejilla. Maiia lo miró enfadada por el gesto frente a miles de seguidores, provocando tantas reacciones de envidia como de buenos deseos. Los fanáticos ya esperaban una nueva pareja en la banda y ellos eran realmente adorables juntos —. Los veo del otro lado — finalizó guiñando un ojo antes de cerrar la transmisión. ----------------------------------------- Estampó su teléfono contra la pared. ¡¿Qué mierda había sido eso?! ¡¿A dónde carajo iba?! Encima esa estúpida estaba a su lado, seguramente forzándolo a ir a un lugar que él no quería. ¡Ah, como odiaba a esa mierda de Maiia!¡Cómo odiaba que fuera tan cercana a él cuando su existencia era patética! Es que Maiia era una imbécil que se creía demasiado buena para el mundo. Ella no merecía estar al lado de un hombre como Alex, de un Dios perfecto bajo cualquier mirada. Ella solo merecía tristeza y dolor, le correspondería vivir bajo las peores condiciones posibles y morir sola en una horrible habitación de una espantosa pensión. ¡Pero no!¡La maldita disfrutaba de una vida al lado de Alex! Recibiendo atenciones que no merecía, disfrutando de comodidades que eran demasiado para su estúpida existencia. Pero bueno, debía calmarse y pensar con la cabeza fría. Si dejaba que ella le arrancara así su paz interior solo la estaría dejando ganar y ¡jamás dejaría que una imbécil como ella sea mejor que él! Se levantó enfadado de su silla y subió las escaleras, necesitaba pensar con claridad antes de decidir qué iba a hacer.
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