Prólogo

426 Words
6 de diciembre Hora 11:42 pm —No te escondas de mí, prometo no hacerte daño —su voz hizo eco por toda la casa, aunque esa voz sonara tranquila, sabía que detrás de esas palabras se escondían malas intenciones. Toqué con cuidado las paredes para no tropezar, mis ojos poco a poco se acostumbraron a la oscuridad del lugar, mi cabeza daba vueltas, mis oídos intentaban escuchar el mínimo sonido, el miedo y nerviosismo crecía dentro de mí al igual que la adrenalina. Me estremecí al escuchar la madera crujir por arriba de mi cabeza. Estaba buscándome arriba. Llegué a la cocina, la cual conocía tan bien, con cuidado de no hacer ruido, abrí la gaveta de la isla y saqué uno de los cuchillos que le había regalado a Él para su cumpleaños. Limpié las gotas que empezaban a deslizarse desde mi ceja derecha hasta mi mentón con el dorso de la mano, quisiera decir que eran gotas de sudor, o a causa de los nervios, pero no era así, el olor a metálico llenó mis fosas nasales e inconscientemente pasé el dorso de igual forma debajo de mi nariz, arrepintiéndome de inmediato, ya que las gotas de sangre que limpie hacen unos segundos ahora ensuciaban mi nariz. Mi cara en estos momentos era un completo desastre, aunque no podía verme, lo sabía. Mis labios también sangraban al igual que la cortada en mi muñeca izquierda, pero no podía concentrarme en el dolor que desprendía de esas partes de mi cuerpo, necesitaba salir de aquí, viva. —¿En serio crees que puedes huir de mí? —Su voz se escuchaba cerca, ¿Qué posibilidades tenía de escapar? Mis ojos viajaron a una esquina donde estaban las puertas corredizas que daban al jardín —Te tengo una pequeña sorpresa —dijo, me agaché a un lado de la isla y agarré con fuerza el cuchillo, no quería que se me resbalara de las manos. Suspiré, el piso estaba frío bajo mis pies descalzos, estaba lista para correr hacia las puertas corredizas, cuando el jardín empezó a arder en llamas, las flores que tanto adoraba ver y oler, el fuego empezó a consumir todo, desde la más pequeña planta hasta la más grande. Una lágrima se deslizó por mi mejilla y cubrí mi boca al escaparse un sollozo, no podía creer lo que veía, todo esto había empezado por ese jardín, el cual ahora no quedaba nada, nada podría salvarse de esas llamas, y para ser honesta, siquiera sé si yo podré escapar de ellas.
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