Capítulo 11 —¡Guardias, guardias, ayuda! ¡He encontrado un hombre muerto… asesinado! —Estas palabras llegaron en dialecto napolitano y con grandes voces desde la acera delante del bajo que alojaba el estanco y el taller de bicicletas. Había sido el reparador Gennarino Appalle el que había gritado, dirigiéndose al sargento Piombini y al brigada Bordin, los cuales, al contrario que sus superiores, vestían de uniforme. —¿Un solo muerto asesinado? ¿Han desaparecido todos los demás? —bromeó Marino impulsivamente, descargando así involuntariamente la tensión que acumulaba en su interior. A Vittorio no le hizo gracia y le lanzó una mirada heladora al referido. Luego se dirigió a Appalle, que estaba aproximándose al grupo y le dijo: —Dime, soy el subcomisario D’Aiazzo. Se pararon a un par de