—Entiendo. En cuanto a los hombres de tu pelotón, imagino que quedaron desorientados, al ver los precintos de la puerta a su llegada. —Eh, sí, señor. Yo no lo imagino, sino que lo sé con seguridad: cuando llegamos esta mañana a la Plazuela del Nilo, me lo contaron los que se habían quedado en la zona: el grupo, al ver vuestros sellos en la entrada y no estar yo, al principio no supieron qué hacer. Luego, cinco de los míos, los que me han contado las cosas, decidieron esconderse en la oscuridad y esperar a mi eventual llegada, mientras que sus compañeros prefirieron volver al liceo para recibir nuevas órdenes. Los primeros han tenido la enorme suerte de que no han pasado alemanes ni fascistas por la zona hasta el final del toque de queda, después del cual han podido quedarse más tranquilos