1; EL MONSTRUO
EL MONSTRUO
Desnuda, jadeando de placer, fundida en el éxtasis, no pudo percibir la rara mirada de su amante, quien le estaba acariciando su esbelto cuerpo, se detenía por momentos en sus redondos y macizos senos los cuales se agitaban rítmicamente al compás de sus gemidos.
Ella se encontraba cerca al punto máximo de placer, estaba cegada por su último clímax, quedo atónita cuando su amante le cogió su adorado seno derecho, que según ella era más grande y redondo que el otro. Se lo agarro muy fuerte con la mano derecha, mientras que con su mano derecha saco de debajo del asiento un poderoso cuchillo con el cual a la vez que eyaculaba dentro de ella, le arranco su tética. En un segundo el rostro de la mujer cambio de parecer que estaba deleitando un postre a una mezcla de tragedia y asombro, los gemidos se hicieron gritos, su corazón latía muy rápido, él también gritaba, pero porque experimentaba un gran orgasmo que culmino arrancándole el otro seno y callando sus gritos de un golpe con la cacha del arma.
—Gonzalo —así se decía,-mira, qué lindos trofeos me llevaré a mi casa, qué hermosos, cuando los vi supe que eran para mí, sí, sí, sí, sí, sí.
Diciendo esto, analizaba sus premios, los estaba palpando y descubrió que estaban rellenos de un extraño material, —¡me robaron! —Dijo, —¡maldita perra estafadora!, loba mentirosa, me ilusionaste, jugaste con mis sentimientos, lo tuyo era una maldita mentira.
Cada cosa que decía iba acompañada de una puñalada o de un fuerte golpe a la mujer agonizante y lleno de odio, la alzo estrellándola contra el vidrio trasero de su auto. Un primo sesenta y ocho, muy bien conservado, abrió la puerta sacando a su hermosa víctima jalándola del cabello cuyos gritos ya parecían mudos porque en aquel desolado lugar ni siquiera había eco. Aparte de estos gritos y súplicas, solo se escuchaba la palabra “perra” además del resonar del cuerpo al recibir una fuerte dosis de patadas, hasta que decidió alzarla lo más que podía para luego estrellarla contra el suelo. Finalmente, la miro a los ojos, la levanto abrazándola le dio un beso estallando en llanto suplicándole que lo perdonara y que rezara por él, la joven en una última súplica, con lo que le quedaba de aliento susurro: —no me mates; Gonzalo la abrazo más fuerte cogiéndole el cabello diciéndole: —tú sabes lo que tiene que ocurrir, alégrate hoy conocerás el infierno donde te acomodaras muy bien, ¿maldita z*rr*!; y su mano se empezó a mover como una máquina de coser, con el cuchillo en lugar de aguja y por supuesto que no la cosía sino todo lo contrario? Cuando ya la hizo pedazos la aventó por un precipicio.
En la autopista conducía furioso, al punto que casi no puede ver una pareja de extraños que estaban en medio de la empinada carretera. Era un joven de 20 años a lo sumo, cabello n***o, tez blanca y un bigote simple, nada que llamara su atención. Gonzalo no se hubiera parado a ayudarlos de no ser porque ese hombre que mostraba el pulgar estaba junto a una hermosa rubia, que poseía un hermoso par de ojos azules, su cabellera dorada terminaba en una estrecha cintura que era seguida por una gran cadera con un firme y redondo trasero, razón por lo cual Gonzalo freno en seco.
— ¿qué les paso? - les pregunto.
—es que estábamos acampando y nos perdimos del grupo, ¿será que usted nos puede llevar? —manifestó el muchacho.
—pues súbanse— contesto Gonzalo.
El joven mientras se subía se presentó se llamaba Nacer y la joven resultaba ser su hermana, Jenny, él vestía una cachucha roja, chaqueta y pantalón azul de muy buena marca junto a unos tenis de tela, que igual que todo su atuendo eran del extranjero. En cambio, ella tenía un ajustado y corto vestido n***o, algo muy anormal para un campamento, pero que causo que Gonzalo dejara de pensar en esto, cuando ese espectacular trasero se agrandó cuando la dama se agachó para entrar al auto.
Todo iba muy normal, Gonzalo trato de ser gracioso para encontrar oportunidad con ella, y seguía como hipnotizado las indicaciones que lo llevaron a un terreno solitario donde Nacer saco un revolver de su pretina para colocárselo en la cabeza de Gonzalo y acompañando la maniobra con una serie de insultos y amenazas de que si no colaborara lo matarían.
—esperen por favor sufro de convulsiones – expuso Gonzalo— tengo que tomar una droga que está en la guantera.
Comenzó a llorar con desespero, se sacudió y lanzo babaza, hundiendo al fondo el acelerador a fondo, Nacer muy asustado saco las pastillas de la guantera y se las metió en la boca a Gonzalo, quien se las trago de inmediato, respiro profundo, freno el carro contestando. —estoy bien, bien estoy.
Nacer, aunque atónito, todavía no dejaba de apuntarle, esta vez pegándole el cañón en la cien. Gonzalo abrió un poco la boca, pasando la lengua de derecha a izquierda, y en un movimiento muy rápido y ágil le agarro el brazo a su atacante para desviar el arma, la cual efectivamente fue disparada por los nervios o reflejos de Nacer, rompiendo el vidrio panorámico.
El ladrón siguió luchando hasta que vio como la mitad de su brazo fue separada por un gran cuchillo, sus gritos provocaban risa en la víctima que ahora se transformaba en victimario.
—no nos mate por favor— rogaba Nacer, —solo lo íbamos a robar.
Pero los ruegos caían en saco roto porque aquel puñal, aunque parecía tener vida propia, no tenía ni pizca de oído.
Jenny asustada corrió por el bosque, se cayó varias veces, sus tacones se hundieron en el lodo y le toco dejarlos. Miraba hacia atrás, porque escuchaba pasos que se le acercaban, pero no podía ver bien, puesto que sus lágrimas le empañaban la vista. Camino durante horas que le parecieron siglos, sus gritos de pedir ayuda se convirtieron en graznidos. Tuvo suerte, pues encontró una cabaña con las luces prendidas, golpeo la vieja puerta, hasta que una señora de avanzada edad la recibió, ella entró de una casi empujando a la dueña, es encontraba en una cabaña de una sola pieza donde era el dormitorio, la sala, la cocina y tal vez el baño a la vez.
— pasa a cenar —la anciana la convido. Jenny al mirar la mesa, especialmente al plato fuerte, su cuerpo se estremeció, sus gritos y llanto se enmudecieron. En una bandeja adornada con vegetales estaba la cabeza de Nacer con una manzana en la boca, un anciano que se encontraba en la silla principal tenía por sombrero una gran roca. Detrás de la anciana estaba Gonzalo, quien la movía como una marioneta, con una mano en su garganta que le movía la boca a manera de títere de media.
Jenny se tumbó de rodillas cerrando los ojos y se puso a rezar deseando que solo fuera una pesadilla, Gonzalo le acaricio el cabello, le saco las lágrimas con ambas manos para luego darle un dulce beso en una mejilla. La acostó en el piso de manera que le quedo la espalda hacia arriba, le rasgo el vestido y lentamente con un cuchillo le quito las nalgas mientras ella luchaba en vano.
Gonzalo se llevó su trofeo y en celebración le prendió fuego a esa cabaña a manera de las quemas que celebraban en su pueblo cuando llegaba el año nuevo, para luego irse a su linda y tranquila casa.