Los insistentes golpes en mi puerta me hicieron despertar. -Enana, tienes visita. -Llamó mi hermano desde el otro lado de la puerta, restregué mis ojos con el dorso de mi mano para acostumbrarme a la claridad. -Ya voy. -Grité o eso intentaba ya que mi voz salió en un murmuro porque acababa de despertar. Miré la hora, j***r las nueve, se me hace tarde para ir a clases. Me levanté rápidamente, para arreglarme, pero recordé que es sábado. Qué tonta soy. Fuí al baño y al mirarme al espejo casi salto del susto. Dos palabras. ¡Qué horror! Mi cabello estaba tan despeinado, que parecía un nido de pájaros, las ojeras más grandes que había tenido en mi vida y baba seca en mi mejilla. Y hasta ahora me daba cuenta que aún tenía la ropa de anoche. En menos de diez minutos ya estaba bañada y