Yala Smith
Verónica abre los ojos asustada.
—Yala, cálmate, sabes que estar así no va a solucionar nada. Voy a pedir un vaso de agua con azúcar para que te tranquilices —ella sujeta el teléfono y marca el número de recepción.
Niego con la cabeza.
—No necesito eso, solo estoy enfadada de ver la cara de desvergüenza de este tipo. ¿Cómo puede decir que administrar hoteles no es para todos? Se ha llevado nuestra empresa, Verónica, por favor, tienes que hacer algo, avisar a la prensa sobre lo que hizo, porque es imposible que él esté tan bien mientras nosotros estamos en esta situación —niego con la cabeza, sin creerlo.
Ella suspira pesadamente.
—Yala, no podemos atacar a nadie sin pruebas, por desgracia, hasta que se demuestre lo contrario, él es inocente de todo esto. Pero dejaremos de
