LA OBSESIÓN DEL MULTIMILLONARIO LA REDENCIÓN

PRÓLOGO

—No, ¡no puedes hacer eso! —la rabia se apodera de todo mi cuerpo nuevamente, porque no puedo creer que estoy en esta situación.

Él sonríe fríamente ante mi desesperación.

—Puedo hacer lo que quiera —su tono es firme, mostrando una actitud de victoria.

—¿No sientes remordimiento al hacerme esto? ¿Eres tan desalmado? —pregunto tratando de no mostrar debilidad, pero fallo miserablemente cuando una lágrima solitaria escapa de mis ojos.

Siempre supe que él era una persona fría, pero pensé que lo que vivimos hubiera podido cambiar algo dentro de él, pero nada ha cambiado, sigue siendo el mismo, un hombre sin escrúpulos para conseguir lo que quiere.

—Nunca he sido hombre de arrepentirme de mis decisiones, querida, y puedes estar segura de que esta no será la primera. —Se voltea para irse, pero antes me mira. —Sabes qué hacer, agradece, porque podría ser mucho peor.

Sonrío con ironía, él debe estar bromeando.

—¡Lo que estás haciendo es peor que la muerte! —declaro enojada. —Te odio, maldito.

Él sigue con su postura impenetrable, demostrando que mis palabras son insignificantes.

—Puedes odiarme todo lo que quieras, querida...

—¡No me llames querida, desgraciado! —le gruño interrumpiendo sus palabras. —Ya no tienes ese derecho, no más —señalo con el dedo en su cara, mi deseo es golpearlo de tanto odio que siento en este momento.

Él sonríe fríamente.

—No vamos a hacer de esto el fin del mundo, y que te jodan con tu odio, no me importa, ni a ti tampoco —me dice mirándome con desprecio. —Ahora traga tus lágrimas, porque no concuerdan con la mujer que eres.

Sus palabras son como disparos de una pistola directo a mi corazón. Realmente es un ser despreciable, alguien tan infeliz que es capaz de fingir sentimientos solo para conseguir lo que desea. Estoy tan enfadada que mi cuerpo entero tiembla, las lágrimas corren por mis ojos sin que pueda contenerlas, y me pregunto si ¿todo lo que vivimos fue una mentira? ¿Realmente me engañó todo el tiempo?

Son tantas preguntas, pero la única respuesta que tengo es que debí haber seguido mi intuición, pero me dejé llevar y ahora estoy pagando el precio.