CAPÍTULO 3

1907 Words
Yala Smith El sudor escurre por todo mi cuerpo mientras me concentro en mantener el equilibrio, tengo mi peso bien distribuido entre mis piernas, lo que me da más ligereza en cada movimiento que hago. Mi oponente también está firme en su posición, tiene los ojos cerrados, mostrando que está atenta a todo lo que hago. ¡Increíble! Eso es lo que más admiro de ella, la forma en que puede analizar toda una situación, aunque sepa que está en desventaja, ya que yo he anotado cuatro puntos, mientras ella no ha conseguido ninguno. Miro el reloj que está cronometrando el tiempo del combate, veo que llevamos cinco minutos en el tatami, es decir, es hora de terminar con esto. Paige se acerca a mí y ambas nos vamos al suelo, pero logro quedarme encima de ella, giro mi cuerpo rápidamente y le aplico una llave de brazo certera. Paige golpea mis brazos y se rinde en la lucha, y salgo victoriosa. ¡Terminó! —Yala Smith es la ganadora —Sensei Benjamin Black, quien también es el dueño de la academia, anuncia, provocando aplausos por el gran espectáculo que acaban de presenciar. Voy hacia mi amiga y le tiendo la mano para ayudarla a levantarse, cuando se pone de pie, noto que está disgustada por no haber ganado. —¿Estás bien? —le pregunto. Asiente con la cabeza, indicando que sí. —Fuiste increíble —dice una vez que logra afirmarse en pie. —Tú también lo fuiste —le digo. —Pero, perdí de nuevo —dice afligida. —Pero no te rendiste, y eso es lo que más importa. Sonreímos y salimos del tatami, porque una próxima pelea está por empezar. —¡Lo hicieron genial, chicas! —Benjamin Black se acerca con dos botellas de agua y una toalla en dirección a nosotras. —Justo lo que necesitaba —Paige habla, tomando primero y echándose algo de agua en el cuerpo. —Sin duda, ustedes son las mejores profesoras que tengo aquí en la academia —Benjamin nos elogia. Sonreímos. —Deja de halagarnos —Paige dice revolviendo los ojos. —Teme perdernos ante otras academias de artes marciales —digo para provocarlo. —Primero, ustedes están conspirando en mi contra —dice poniendo la mano en su pecho, mostrando cuánto se siente ofendido, lo que nos hace reír. —Segundo, ¿ya no puedo elogiar a mis queridas profesoras que acaban de dar un espectáculo para los demás alumnos? —pregunta. Miro a Paige y ambas ponemos las manos en la cintura, mirándolo de arriba abajo. —Está bien, Benjamin, ganaste —digo levantando las manos en rendición. —Exacto, me rindo en seguir hablando de este tema, porque al final, siempre quieres salir ganando —Paige también levanta las manos en señal de rendición. —Menos mal que saben que tengo razón —Benjamin dice convencido encogiéndose de hombros. Revolvemos los ojos. —Ahora, tengo una novedad, abrió un nuevo club nocturno aquí cerca y... —no dejo que Paige continúe hablando e interrumpo. —No, gracias. Necesito entrenar un poco, y sabes que estoy luchando mucho para cambiar de nivel —digo mostrando mi tan soñada faja marrón en la pared. Ella suspira. —Yala, sabes que esa faja ya es tuya, amiga, y una fiesta no le hace daño a nadie. ¿Sabes que hay vida fuera de este tatami, verdad? —pregunta poniendo la mano en la cintura. —Así es, Yala, hay vida fuera de esta academia, te recomiendo que salgas y te diviertas un poco, aprovecha el fin de semana —Benjamin nos orienta. Revuelvo los ojos, porque sé que no va a servir de nada negarme. —Está bien, iré. —¡Bien! —Paige salta de alegría. —Paso por tu casa esta noche para recogerte. —Está bien —digo sin muchas ganas. —Ahora voy a organizar mi apartamento. —Ok, y yo aprovecharé para ir a fumar rápidito —Benjamin dice acercándose a nosotros. Me rió. —Solo tú —le digo sacudiendo la cabeza de un lado a otro. —Hey, no me juzguen, adquirí este vicio cuando estaba a punto de la quiebra y nunca lo dejé —se defiende. —Desafortunadamente, esto afectó mi rendimiento, por eso ya no lucho, así que nunca hagan esto, chicas, solo terminará mal para ustedes —nos aconseja. Asiento. —Sabes que nunca te juzgaría —digo. Aunque no sea fumadora, nunca juzgaría a alguien que sí lo es, porque este mundo ya tiene demasiados críticos, y lo digo por experiencia propia. —Yo tampoco —Paige dice levantando las manos en rendición. Me despido de mis amigos cuando llegamos al estacionamiento, y me dirijo hacia mi moto. Podría ser una mujer tradicional y usar un coche de preferencia, pero nunca me gustó eso, claro que sé conducir un coche, pero es la alta velocidad lo que me excita. Me gusta la sensación de adrenalina que recorre todo mi cuerpo, es como si me sintiera en control cuando estoy pilotando mi moto, o incluso en el tatami, siento que tengo el control de mi vida. Cuando elegí el Jiu-Jitsu como deporte, ya soñaba con ser profesora y subir de nivel cada vez más, así que perseguí mis sueños.Mi padre siempre quiso que yo fuera una chica tradicional a la que le gustaran las fiestas temáticas de Barbie y el mundo de las princesas, pero siempre me han gustado las artes marciales y las motos, así que desde pequeña mis fiestas tenían que ser así, nada de Barbie ni ninguna otra princesa, tenía que ser alguien luchando karate, jiu-jitsu, o un tema que involucrara una moto, él se volvía loco, porque yo era diferente a las hijas de sus amigos, ya que todas ellas eran chicas mimadas de primera. No era mi intención hacer esto, pero realmente no encajaba en ese ambiente. Vengo de una familia rica, aprendí a comportarme adecuadamente a la fuerza ya que el entorno en el que vivía necesitaba dar una buena impresión a la alta clase de empresarios con los que mi padre se relacionaba, cuando entré a la facultad de administración, mi padre pensó que iba a hacerme cargo de los negocios familiares, ya que soy su única heredera, pero tan pronto me gradué, tuve una conversación seria con él, porque quería seguir mi propio destino, y no era detrás de un escritorio, por supuesto que mi padre quedó resentido, pero entendió que no deseaba ese mundo en ese momento, necesitaba tener el gusto de tomar mis propias decisiones, y aunque al principio se molestó, ahora solo quiere mi felicidad. Pero, por supuesto, espera que algún día quiera dirigir su imperio, el grandioso y magnífico Palacio Smith Duncan. Es una gran cadena de hoteles que mi padre tiene con su socio desde hace casi medio siglo, él ama ese lugar, suelo decir que la vida de mi padre es ese hotel, sin él creo que moriría.  Mientras yo sigo mi camino en otro país, mi padre está en Nueva York dirigiendo los negocios. Subo a mi moto y voy a mi apartamento que está cerca del gimnasio. —Miau Cuando entro al apartamento, mi gata Penny viene a frotarse entre mis piernas, la tomo en mi regazo y le acaricio la cabeza. Penny solía ser la gata de mis antiguos vecinos del apartamento de al lado, cuando se mudaron, dejaron a la gata atrás diciendo que no podían quedarse con ella, ya que su nueva residencia no aceptaba animales, por supuesto que encontré eso absurdo, así que cuando vi a Penny sentada frente a su puerta, esperando a que alguien la abriera, la llamé para que viniera a mi apartamento, y nunca más se fue, se convirtió en mi mejor compañía. —¿Me extrañaste, princesa? —pregunto. —Miau —ella maulla una vez más. —Voy a darte comida. Después de alimentar a Penny, pongo mi celular a cargar, lamentablemente olvidé llevar el cargador al gimnasio hoy, seguramente mi padre me ha enviado un mensaje como lo hace todos los días por la mañana, y nos quedamos algunos minutos conversando. Mientras el celular carga, entro a ducharme, cuando salgo del baño, me acerco a mi teléfono y lo enciendo, me doy cuenta de que no hay mensajes de mi padre, es extraño. Decido llamarlo, pero lamentablemente va directo al buzón de voz, esto me preocupa, mi padre no acostumbra a hacer eso, algo está mal. Una sensación de desesperación intenta apoderarse de mis pensamientos, pero me mantengo firme, porque el desespero en este momento no servirá de nada, ya que ni siquiera estamos en el mismo país. Decido llamar a la mansión, en el tercer tono, me contesta una empleada. —Mansión de la familia Smith. —Harper, buenas tardes, soy Yala. —Chica... ¿estás bien? —ella pregunta, pero percibo su nerviosismo. —Estoy bien, pero ¿algo le pasó al celular de mi padre? —pregunto. —Estoy tratando de llamarlo, pero va directo al buzón de voz. Ella se queda en silencio. —¿Harper está ahí? —vuelvo a preguntar. Escucho su respiración profunda al otro lado de la línea. —Señora, su padre me pidió que no le dijera nada. —¿Qué? ¿Dime qué pasa, Harper? —pregunto levantándome rápidamente de la cama. —Señora, su padre se sintió mal. —Mi corazón se acelera con sus palabras. —Tuvo un principio de infarto. Comienzo a respirar con dificultad. —¿Por qué no me lo dijiste, Harper? —mi voz suena llena de reproches. —Deberías haberme llamado cuando todo esto sucedió —pregunto nerviosa. —Lo siento, señora, pero usted sabe mejor que nadie cómo es su padre. —Percibo que está molesta por la forma en que le hablé. Cierro los ojos sabiendo que de todas formas no dejaría que nadie me lo dijera, porque mi padre siempre ha sido terco y no le gusta molestar a los demás con sus problemas, incluso siendo su hija, en este momento entro en ese requisito. —Disculpa, lo sé, pero ¿en qué hospital está mi padre? —pregunto. —Está en el hospital donde siempre recibe atención, señora, pero está bien, los médicos dijeron que tuvo un ataque al corazón leve, pero está bien, solo necesita cuidarse. Niego con la cabeza. —Voy hacia la ciudad. —Saco un bolso del armario. —Señora, su padre está bien, esto sucedió porque ha estado pasando por mucho estrés últimamente. Paro en el lugar sorpresa. «¿Cómo es posible que mi padre haya pasado por tanto estrés?», me pregunto en mi pensamiento. —Dime, ¿ahora qué sucedió para que mi padre haya sufrido un infarto, Harper? —Señora, por favor, no me ponga en problemas. Si está viniendo a la ciudad, puede hablar con él en persona, pero no me obligue a decirlo. Respiro profundamente. —Está bien, Harper, entiendo. Estoy regresando a casa y hablaré con él en persona. Gracias. Cuelgo. —Miau. Sostengo a Panny en mis brazos. —Princesa, vamos a regresar a la ciudad natal de mamá. La única pregunta que pasa por mi mente es: ¿Qué está sucediendo para que mi padre esté viviendo tanto estrés? «Pensé en el señor Steven ocultando algo de su hija», pienso mientras organizo mi mudanza a los Estados Unidos de América. Continúa...
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