Capítulo 10. Los príncipes valientes

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El viaje se realizó sin contratiempos. De vez en cuando se detenían para ir al baño, comer o descansar. Brett y Uziel, cada tanto, se ofrecían a conducir para que su chofer pudiese descansar y, así, viajar más rápido. Cuando llegaron al pueblo, fueron recibidos por el alcalde, quien les ofreció alojarse en su mansión para que pudieran completar la misión. A modo de gratitud, besó dos veces las manos de la reina y, con lágrimas en los ojos, le dijo: - Bendita sea la mujer que la tuvo y la cuidó para estar al mando. Ha llegado en el momento justo. En verdad estoy muy desesperado. - Calma y cuéntame todo, señor alcalde – le pidió Panambi, con una sonrisa gentil. El alcalde respiró hondo, se secó las lágrimas y le explicó lo sucedido. - Debido a las desapariciones, hemos prohibido la

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