Layla abrió sus ojos sorprendida al oír el ruido de los disparos, su supuesto padre había dado la orden de disparar a Albert y a Caín. El shock fue inevitable. Vió caer a su vecino al suelo abatido, la sangre rápidamente comenzó a manchar su camiseta y ella solo pudo horrizarse, entonces Albert quien la sujetaba también cayó al suelo. - Oh dios... - murmuró apenas audible. Las palabras que Caín había dicho volvieron a su mente, dijo que sus intenciones jamás fueron las que Albert mencionó. Pero... ¿Cómo creerle? Lamentablemente su confianza se había roto, no podía creerle a cualquiera así como así. - Cielo... Vámonos de aquí. - dijo Vladimir acercándose cuidadosamente a su hija. Las pupilas dilatadas de Layla revelaba el miedo y el shock ante la escena que había presenciado. Delicadam