Caín despertó por el alboroto que provenía del pasillo. Decidió asomarse, le importaba poco quien fuera el causante pero estaba interrumpiendo las pocas y escasas horas de sueño que lograba tener. Cuando entre abrió la puerta, se llevó una gran sorpresa. Conocía a ese idiota, había sido uno de sus... "hermanos" pero se había cambiado de bando metiéndose en cosas peores, donde la muerte era casi un juego de niños.
-Ábreme de una maldita vez. -exigía el chico molesto en la puerta de su nueva vecina.
-Déjame tranquila... Por favor. -oyó la voz quebrada de la chica.
-Iré por tu tía, te lo juro Layla. -amenazó y Caín bufó, era un jodido imbécil.
Entonces vio como la chica abría la puerta dejando pasar a su agresor. ¿Acaso estaba loca? Sus instintos le decían a Caían que interviniera, estaba seguro que esa chica no saldría ilesa después de ver la furia que cargaba encima el que ahora se hacía llamar David, podía sentir su cuerpo tenso y la necesidad de hacer algo pero el no iba a interferir, después de todo eran asuntos ajenos, no le incumbía.
Sin más decidió volver a lo suyo, intentar seguir durmiendo. A eso de las cuatro de la madrugada despertó por el gran portazo que sintió afuera, joder... Su vecina tenía un novio muy escandaloso. Ignoró lo que sucedía a su alrededor y decidió ver televisión. Hoy tendría un día atareado pero como siempre se las arreglaría, después de todo seguro "padre" tendría a alguien vigilando sus pasos.
Encontró una vieja película de acción y se perdió en ella pero unos débiles sollozos captaron su atención. Se puso alerta, quizás habían herido a alguien y el ni siquiera se había dado cuenta. Al salir de su departamento observó una escena lamentable, su nueva vecina yacía recostada sobre la pared con su labio roto y la muñeca en mala posición, su ropa estaba desgarrada. Sintió furia, impotencia por no haber hecho algo, quería matar a ese hijo de puta por tratar así a una mujer, no pensó que David llegaría a tanto.
-Chica... -recordó su nombre.- Layla, mírame. Necesito que me digas donde tienes las llaves así te llevo dentro. -intentó sonar suave pero estaba molesto y su voz lo delataba.
-El... Las tiró por las escaleras. -murmuró ella.
Caín gruñó y bajo por las escaleras buscando las malditas llaves, estaban unos cuantos escalones más abajo. Las tomó y cuando subió sintió lastima por la chica, estaba metida en la mierda y con una escoria a su lado, no saldría de eso y jamás podría librarse de David. Así era el mundo oscuro en el que el y sus hermanos estaban metidos. Nunca imaginó que la pequeña chica de ojos tormenta también estaba metida en ésto.
-¿Puedes pararte? -preguntó, ella asintió.
La ayudó de igual manera a pararse y entraron al departamento de la chica. Caín la hizo llegar hasta su habitación, re ubicó su muñeca a pesar de los gritos de ella y la vendó. Buscó pastillas para el dolor en su departamento y se las dio, limpió su herida en el labio y la dejó durmiendo. Ella había caído rendida ante los brazos de morfeo.
Caín observó detalladamente el lugar, colorido, lleno de vida y cosas llamativas. Adornos, cuadros, luces, todo era tan... Opuesto a el. Negó divertido, seguro era una niñata de dieciocho que recién se independizaba. Salió de ahí y bufó, ni siquiera en su propio hogar podía descansar en paz. Cuando se recostó en su cama repasó en su mente el rostro y cuerpo de la chica, no era delgada, lo pudo notar. Era algo pesada para su estatura pero no era, en absoluto fea. Tenía facciones finas, una nariz pequeña, labios gruesos y ni hablar de sus bellos ojos.
Se veía como una pobre alma inocente, entonces pensó en frío... Layla podía ser parte del bando en el que estaba metido David y eso sería una jodida mierda, Albert no toleraría esos maleantes en su territorio.
-Que pena que alguien como ella esté tan jodida... -murmuró para si mismo, más tarde encontró nuevamente el sueño y durmió.
[...]
Layla observaba aturdida la imagen que le devolvía el espejo, se veía rota, destruida. Suspiro y sonrío a medias, debía ser fuerte a pesar de todo. Ésto era por su tía y su prima pequeña, no se merecían ningún daño. Recordó lo acontecido la noche anterior y no pudo evitar sentir vergüenza, su vecino le había cambiado la ropa rota que llevaba por un pantalón corto y una sudadera vieja.
Había estado expuesta a él y más que nunca sintió pena por no tener un buen cuerpo. No quería ni siquiera imaginar que el pudiera haber echo cara de asco al verla. Se vistió y limpió nuevamente la herida que el chico de ojos azules le había ya curado. El sabía su nombre, no sabía como pero el lo dijo anoche... Su nombre había sonado de maravilla en su voz rasposa y gruesa.
-Debo conseguir eso para David... Cuanto antes. -dijo para sí misma y salió rápidamente del departamento.
Luego le agradecería a su vecino por la amabilidad que tuvo al ayudarla. Se apresuró a montarse en su pequeño auto y salir a las afueras de la ciudad. Encontró al "árbolito"(1) y le dio la suma de dinero que David le había entregado por euros. La adrenalina y el miedo recorrían su organismo haciéndola actuar con nervios, estaba cambiando dinero de manera ilegal por Dios.
Tomó la importante suma de dinero ahora en euros y condujo de nuevo a su departamento, se suponía entraba a trabajar a las dos de la tarde y faltaban dos horas para eso. Preparó su almuerzo y antes de irse al trabajo, llamó a la puerta de su vecino, sintió temor cuando se topó con su mirada fría como el hielo.
-¿Qué quieres? -soltó el con molestia.
-Agradecerte por lo que hiciste... Siento el alboroto... -se disculpó.
-No es nada pero no volveré a hacer algo por tí, sólo fue anoche y porque sinceramente dabas lastima. -dijo eso y cerró la puerta en la cara de Layla.
Ella frunció el ceño, anoche parecía amable pero notablemente el chico era un patán muy desagradable. Sin más volvió a salir de su departamento, caminó a la cafetería donde atendía. Necesitaba juntar dinero para pagar la cuota de ese mes de su carrera universitaria y además ahora se sumaba el alquiler del departamento. Jesús, ojalá pudiera con todo.