—¿Yo?— preguntó Devina. —¡Sí... usted!— asintió él con firmeza—, como ha dicho con tanto acierto, nuestro mayor enemigo por el momento es la prensa. Desde luego, hay reporteros a bordo— continuó Jake—, que saben que la señorita Vanderholtz viaja a Inglaterra y que está en edad casadera. Buscarán cuanta información puedan conseguir. —Eso es lo que yo... pensé...— murmuró Devina. Se había dado bien cuenta, mientras estuvo en Nueva York, que los periodistas pretendían obtener información sobre los Vanderholtz, como lo hacían sobre todas las otras familias importantes que pertenecían al famoso grupo de los Cuatrocientos. Ella había visto reporteros que esperaban en la escalinata de la casa cuando salían en carruaje y estaba segura de que asediaban continuamente a la servidumbre con pregunt