Ámbar salió afuera del salón, caminó a los jardines, y se recargó contra la pared, necesitaba aire, hizo todo lo que le indicó Malcolm, todo lo que ella creyó correcto, pero ante las pruebas, sentía que falló. Necesitaba volver, no se iba a dar por vencida, no podía hacerlo, necesitaba a Emilio, temblaba, preguntándose de donde salió el valor para hablarle de esa manera, porque no parecía tenerlo ahora, respiró profundo, dispuesta a volver, entonces encontró a ese hombre, el marqués de Girard, aunque quisiera hacerle un buen gesto, su cara denotaba fastidio
—Bella dama.
—Hola, marqués.
—Me temo que el señor Villa Rosa no tiene buen gusto, pero yo sí, además, tengo tanto dinero como él, así que no se preocupe.
Ámbar le miró con furia
—Cuide mejor su boca, marqués, ahora aléjese de mí,
