Ámbar y Emilio volvieron a casa, apenas el auto se detuvo, ella bajó de prisa, sin permitir que Emilio la ayudara, él intentó alcanzarla, pero ella entró rápido, sentía su corazón latir con fuerza, tenía miedo de que Augusto estuviera ahí, vio a Yulia, y la tomó del brazo —Dime, ¿Aún está Augusto Larios aquí? —¿Quién? —exclamó la mujer dudosa —El hombre que vino de visita. —Ah, no, se fue, no hay ninguna visita en la mansión, el hombre se fue poco después de que te llevaran al doctor, ¿Cómo estás? Aún te ves muy pálida. Ámbar pudo respirar en paz —¡Ámbar! —exclamó Noah, bajando de la habitación y abrazándola con fuerza, ella la sostuvo entre sus brazos y sonrió—. Pensé que no volvería a verte, ¡Te quiero mucho! Ámbar sonrió y la cargó, besado su frente, Emilio las observó con ternu