Isabella.
Después de que Bryce y Jonathan se fueron, nosotras nos sentíamos como un par de colegialas. Mi amiga estaba completamente emocionada por Jonathan, mientras que yo me encontraba sorprendida por la invitación directa de Bryce.
—Clement, es que no sé qué hacer. Bryce me invitó a salir, bueno, a tomar un café, y yo... no sé, no tengo tiempo —comenté con incertidumbre.
—¡Bryce te invitó a salir! ¡No puede ser! —exclamó Clement, emocionada—. ¿Cómo es que no sabes qué hacer? Pues sal con él, amiga, eso es lo que tienes que hacer. ¿Qué necesitas? ¿Ropa? Yo te ayudo con todo —ofreció con entusiasmo.
—No, bueno, sí, también necesito eso. Siento vergüenza por mi aspecto, pero necesito que me cubras en la mañana en la biblioteca, porque, como te das cuenta, siempre estoy ocupada trabajando, y con la situación en la cafetería, no puedo fallar.
—¿Se trata de eso? Claro que sí, amiga, por supuesto. Yo te cubro las mañanas que sean necesarias para que puedas verte con Bryce. Yo también voy a verme con Jonathan pronto. ¿Cuándo te vas a ver con Bryce? —preguntó Clement, dispuesta a ayudar.
—No lo sé, él me dijo que saliéramos, pero no me dijo ni dónde ni cuándo, tampoco me pidió mi número.
—Isabela, no puede ser, entonces ¿de qué forma te vas a ver con él?
—Si no me preguntó, es porque tal vez solo estaba bromeando, y me tomó del cabello, pensándolo bien me siento estúpida. —digo con cierto deje de decepción, mi amiga tenía razón, ¿Cómo se supone que iba a contactarme?
—No te trates de esa forma, amiga. Tal vez por la emoción del momento, ambos olvidaron ese detalle tan importante, pero tranquila, yo te ayudaré con Jonathan.
—No, amiga, no es necesario. Si él en realidad quiere salir conmigo, provocará ese encuentro.
Al día siguiente, regresé a la biblioteca y a la cafetería a trabajar. Ya eran casi las 6 de la tarde, había perdido la esperanza de que Bryce fuera, y no por la propina, sino por la invitación que me había hecho de ir a tomar café. Me sentía una ilusa, no pretendía que un hombre como él se fijara en mí. No era un multimillonario, pero sí tenía mucha más clase que yo. Resignada ya para cerrar la cafetería, mis ojos se sorprenden al ver que José y Bryce llegan corriendo.
—Buenas, señorita, ¿aún hay café? —preguntó Bryce. Mi tía abre los ojos como platos, sabía que la propina era buena, pero eso no me interesaba en realidad. Simplemente les sonrío y les señalo una mesa.
—Sí, claro que sí —les indico.
Ellos entran y hacen la habitual orden. Entonces, Bryce se levanta de la mesa y se acerca a donde estoy.
—Isabela, perdóname, ayer no te pedí tu número, y no me dijiste cuándo nos podíamos ver —se disculpa.
—Sí, lo sé. Mira, este es mi número. Solo puedo hacerlo en la mañana, porque aquí trabajo tiempo completo. ¿Podría ser el lunes, si quieres? —le entrego una servilleta con mi número anotado. Y aunque las manos me tiemblan si no me lanzaba al ruedo, no había más que hacer. Si me quería como yo era, pues bien, él era el indicado.
Él roza su mano sobre mi piel, causándome escalofríos, y esos pocos segundos de su contacto, fueron placenteros.
—Yo te llamo mañana —Me dijo con voz dulce.
—Dile a tu jefe que no me deje propina, ayer mi tía me la robó toda, me dejó sin un centavo, así que es perdido.
—¿Te la robó? —los ojos de Bryce se llenan de furia, no tolera que mi tía me haya hecho eso.
—Sí, pero no digas nada, por favor, o de lo contrario me quedo sin empleo —lo miro suplicante, lo que menos quiero es tener problemas con esa mujer.
—No te preocupes, y mira —él me entrega un billete de cien—. Es lo que tengo ahora, guárdalos donde ella no los vea —se los recibo porque, la verdad, en casa no había un solo centavo y las propinas habían estado nulas esos días, así que era una bendición. Los oculto donde mi tía no se dé cuenta.
Sin embargo, Bryce saca un billete de diez dólares y se lo pone a mi tía sobre la vitrina.
—Tu propina, muchas gracias, estaba delicioso el café
—Gracias dulzura — dice mi tía, tomando rápidamente el billete de diez dólares que Bryce le entregó. Su rostro cambia de expresión al darse cuenta de la suma, pero eso era mejor a nada, así que por esa noche no me tiene encima, quitándome lo que me pertenece.
Y como lo esperaba, Bryce me escribió un mensaje.
Habíamos quedado de vernos el lunes siguiente, bien temprano. Él pasaría por mí a la biblioteca. Mi amiga se había encargado de prestarme su ropa, y me siento halagada.
Hace mucho tiempo no me veía hermosa. Esa mañana, mi amiga me ayudó a arreglar mi cabello y me maquilló un poco. El aspecto de aquella mujer derrotada que se reflejaba en mi presencia había desaparecido por un instante.
Y aunque me sentía muy nerviosa por nuestra cita, solo anhelo tenerlo cerca, al menos un día, una sola vez.
Y ahí está él, muy puntual como lo habíamos acordado. Cuando me ve, sus ojos se quedan fijos en los míos, y hace que me ponga mucho más nerviosa, inclusive, mis manos tiemblan, como si estuviera temerosa.
—Isabela, ¡estás hermosa! —me suelta de golpe y enseguida me sonrojo.
Bryce se acerca a mí y me da un beso en la mejilla que me pone los pelos de punta. Ni hablar de cómo estaba él vestido: tenía una camiseta ceñida a su cuerpo, sus pectorales casi quedaban al descubierto, unos vaqueros de color azul, unos zapatos deportivos y su cabello estaba intencionalmente bien arreglado. Su perfume inundaba todos los rincones del lugar. Especialmente mi nariz.
—Hola, ¿vamos? El tiempo es oro —le digo, mientras me despido de mi amiga Clement, con una señal con mi mano.
—Claro, vamos —responde Bryce.
Ambos caminamos hacia una hermosa cafetería de la ciudad, ubicada frente a un precioso lago. Era un lugar completamente diferente al sitio donde yo trabajaba.
—Pero ¿por qué no vienes a esta hermosa cafetería con tu jefe? si existiendo un lugar así, te vas hasta la cafetería más fea de la ciudad —no puedo evitar preguntarle a Bryce mientras observo el lugar, es que era fantástica, cien veces mejor que la de mi tía.
—Porque aquí no trabajas tú, mientras que, en ese otro sitio, sin importar que el café no sea tan bueno, tu sonrisa ilumina todo —responde, dejándome perpleja con sus palabras.
—¡Vaya! Pero qué caballero, aunque aún no me deslumbras —le digo, con cierta picardía.
—No quiero deslumbrarte, Isabela. Lo que quiero es poder conocerte un poco más y llegar a conquistar tu corazón. Me interesas demasiado.
—¿En serio quieres todo? Pero mírame, ¿qué de interesante puedo tener yo? No soy más que una esclava de mi trabajo, y para resumir mi vida, soy una hermana abnegada que debe trabajar el triple porque mi familia depende de mí. Yo no tengo tiempo para una relación, tengo tres hermanos pequeños y mi madre no trabaja ni se hace cargo de ellos —le digo, consciente de que mis palabras sorprenden profundamente a Bryce. Siento que ya lo estoy perdiendo, pues tengo razón: ¿qué tan interesante podría ser para un hombre un perfil como el mío?
—Por eso te digo que te quiero conocer. Tal vez pueda ayudarte a conseguir un trabajo mejor y con mayor remuneración, no creo que ganes mucho en la cafetería con tu tía —Bryce. Me sorprende con su respuesta.
—No, no gano mucho, pero allí puedo obtener más propinas y, claro, puedo tener el tiempo de hacer las prácticas en la biblioteca —le explico.
—Bueno, quiero que envíes tu hoja de vida. Te ayudaré con algunos conocidos, tal vez pueda haber algo para ti —Bryce. Toma la carta y ordena nuestras bebidas. Me quedo mirándolo y aunque nuestros encuentros han sido cortos, son suficientes para estar completamente perdida en él.
A primera vista, Bryce parece ser un hombre espectacular que, en pocos días, me está dando magia. Y eso me aterra, porque me estoy empezando a gustar, y no quiero salir con el corazón herido.
—Gracias, Bryce. No sé la razón por la que me quieres ayudar, pero muchas gracias. Mañana en la mañana, cuando esté en la biblioteca, te la envío en un mensaje adjunto —le digo, sonriendo. Para mí, es un sueño estar con alguien como él, así sea tomándonos un simple café. No me gustan los hombres con dinero, esa gente me parece patética, mentirosa y superficial. Bryce no tiene mucho, es un conductor, pero es profesional como yo, y se ve por todo lo que me habla que ha luchado, como yo, para llegar hasta donde está. Eso me hace sentir bien.
Ya se acerca la hora de que yo vuelva a trabajar en la cafetería. Sin más, él me toma por la cintura y me da un beso en la mejilla, uno tan cercano a la boca que puedo sentir su aliento, y eso me eriza.
Pero. No quiero quedarme solo con eso, quiero algo más, lo necesito, y él me está convirtiendo en una mujer débil cuando me mira, sus labios me invitan a la pasión, el calor de su cercanía y ese brillo encantador en sus ojos, hacen que mi cuerpo quiera más.
Así que en un instinto desesperado por sentirlo más cerca, volteo el rostro y lo beso profundamente.
Él no se sorprende, por el contrario, posa sus manos sobre mi cintura y me aprieta un poco más a él, y siento absolutamente todo su cuerpo, ¡delicioso!
No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero su lengua invadía mi boca, y la mía, la suya. Entrelazados, nos dimos el beso más apasionado que yo podía haber probado en mi vida. Y no quiero apartarme de sus labios, me saben a miel, y siento un montón de cosquillas recorriendo mi entrepierna, su lengua es suave, sus labios calientes, y sus manos acariciando mi piel me están erizando.
No puedo hablar de lo que sentí más debajo de su pelvis… sería hablar de más.
¡Bryce me encanta!