Hacerle daño a Victoria, no era una opción, pero llegar a conocerla mejor, a comprender qué era exactamente lo que le hacía vibrar, sí lo era. Cielo, los saludó alegremente cuando entraron en la casa. Angus, lo cargo y Cielo saltó hacia el jardín mientras que Victoria, subía a la habitación a guardar una ropa que se había traído de su apartamento en el dormitorio. Volvió a bajar casi enseguida.
—¿Tienes hambre? –le preguntó a Angus, cuando regresaba del jardín.
—Muchísima. Alguien me ha hecho hacer mucho ejercicio hoy. —Es lo que tienen las acrobacias con el velero–bromeó ella.
—No estoy hablando de las acrobacias. Al menos no las marítimas. Victoria, se sonrojó. Durante unos segundos los dos recordaron la pasión que habían compartido, pero Cielo, comenzó a maullar y a pasar su cola en las piernas de Victoria para llamar su atención y rompió el embrujo. Victoria se inclinó para acariciarle.
—Eddy, me dijo que nos dejaría una ensalada de verduras a la parrilla y unos filetes para que pudiéramos cenar esta noche –dijo después darle mimos a Cielo, hasta el punto de que el cachorrito se había tumbado de espaldas de puro gusto–. ¿Quieres que haga la carne a la parrilla también?
—Claro. Todo era tan normal, tan familiar… A Angus, le encantaba. Entraron juntos en la cocina, con el cachorrito trotando detrás de ellos. Aquella era la vida que Angus, siempre había querido y que, sin embargo, nunca se había atrevido a desear. Después de la muerte de su padre, su madre se había roto por dentro. Se había mostrado completamente perdida sin su esposo y, cuando por fin consiguió superar las primeras etapas del luto, cambió de una forma que dejó a Angus, confuso y preocupado tanto por su cordura como por su seguridad. Empezó a salir con cualquier hombre que mostrara interés en ella. En una ocasión, admitió que lo hacía porque tenía que encontrar la manera de iluminar la oscuridad que la pérdida de su marido había dejado en ella.
Angus, había visto cómo su madre pasaba de ser una amante esposa e inmejorable madre a convertirse en una mujer frágil e insegura. El hecho de no ser capaz de ayudarla había sido una tortura para él. Cuando murió junto a su novio en un accidente de aéreo a nadie le sorprendió. Para Angus, fue un suceso terrible. No había sido capaz de salvar a su padre ni a su madre. No le cabía la menor duda de que su necesidad de controlar el mundo salía de ese año de puro dolor, lo que hacía que la normalidad que estaba viviendo en aquellos momentos fuera aún más dulce. O, al menos, lo sería, si encontraba la manera de decirle a Victoria, su presencia en su pasado.
Aquella noche había sido un momento que cambió la vida de ella. Cuando se lo dijera. ¿Sería ella capaz de no pensar en aquella experiencia cada vez que lo mirara? Mientras recogían después de cenar, oyó que el teléfono de Victoria, comenzó a vibrar sobre la encimera.
—¿Vas a contestar? –le preguntó él mientras enjuagaba los platos y los metía en el lavavajillas.
—Más tarde.
—Podría ser importante.
—No reconozco el número. Si es importante, volverán a llamar. El teléfono dejó de vibrar y, casi inmediatamente, volvió a empezar otra vez.
—Es mejor que conteste –dijo con un gesto serio en el rostro. Angus, la observó. Parecía tener miedo de responder la llamada. Tal vez miedo no era la palabra, pero sí aprensión. Salió al patio y, después de lo que parecieron ser los saludos habituales, Angus, oyó que el tono de su voz cambiaba y se hacía más animado. Unos minutos más tarde, regresó a la cocina con una cautelosa sonrisa en el rostro.
—Esto es muy incómodo… Tengo un nuevo cliente potencial que quiere conocer a mi esposo. Nos ha invitado a cenar. Si no quieres ir, lo comprendo perfectamente, dado nuestro acuerdo de no hablar de nuestros negocios.
—Eso lo dijiste tú –le indicó Angus.
—Pero tú no te negaste.
—Es cierto, pero si lo hubiera hecho la boda no se habría celebrado, ¿No?. Victoria, tuvo la decencia de parecer avergonzada.
—Tienes razón –contestó secamente–. Olvídalo…
—Victoria, relájate. Es una cena. Creo que podemos cambiar las reglas en esta ocasión. Evidentemente, es muy importante para ti porque, si no, no me lo habrías pedido. ¿Cuándo es?
—Mañana por la noche.
—Claro –dijo Angus, mientras se secaba las manos con un paño–. Podemos hacerlo. Vio que ella se relajaba, aliviada.
—Gracias… Una cosa… tú no andabas detrás del contrato Maersk ¿Verdad?. Angus hizo un movimiento de negación con la cabeza.
La Naviera Maersk, lo había considerado cuando se supo que se iban a licitar aquel contrato, pero había escuchado rumores sobre Maersk y no había querido poner a ninguna de sus empleadas en su línea de fuego por si lo que se decía de él resultaba ser verdad. Evidentemente, Victoria sí lo había hecho y no acababa de comprender cómo le hacía sentirse aquel hecho. Inmediatamente, sintió que su instinto de protección saltaba a la palestra y quiso advertirla sobre cómo podía ser Maersk. Entonces, un insidioso pensamiento se apoderó de él. En alguna parte había escuchado que Maersk había hecho un trato con su pobre esposa: jamás tocaría ni se fijaría en una mujer casada. ¿Era esa la razón por la que Victoria, había decidido casarse? ¿Se había casado tan solo para asegurarse un contrato de negocios? Si había sido así. ¿En qué posición quedaba él, tanto si lo ganaba como si no? Estaba empezando a desarrollar hacia ella sentimientos que no había imaginado, pero. ¿Y si estaba utilizándolo?.
Victoria, preparó café. Parecía estar muy contenta y relajada. Angus, odiaba tener que cuestionarla al respecto. De repente, la insistencia de ella en que jamás hablaran de cuestiones de trabajo adquirió un nuevo significado, un significado que a él no le gustaba Ella tenía secretos. ¿Acaso no los tenía él también? Hasta que pudiera contarle la verdad. ¿Cómo podría exigirle lo mismo a ella?. Victoria, apenas podía contener su excitación mientras se preparaba para la cama.