Victoria, trató por todos medios de sobreponerse a la abrumadora sensación que la asaltó en cuanto volvió a acercarse a las puertas del salón. Su día de bodas. Iba a casarse. Con ello, esperaba que sus problemas empezaran a desvanecerse. Al menos sus problemas empresariale y económicos. En cuanto a los personales… Bueno, eso era otra historia, y más con quién iba a casarse. Llegó hasta el borde de la alfombra y sintió que alguien se le acercaba. Era Angus Baker.
—Victoria Jones. ¿En verdad, te quieres casar conmigo ? –le preguntó mientras le ofrecía el brazo para poder acompañarla hasta el altar. Ella observó sus ojos azules y sintió una profunda tranquilidad, lo que era muy extraño, dado que los dos eran rivales en los negocios. Sin embargo, él le proporcionaba tranquilidad. Compañerismo. Matrimonio. No debería haber tenido ningún sentido, dado que apenas lo conocía, pero, en aquel momento, él era la llave que podría abrir la puerta de su futuro.
—Sí, me casaré contigo –respondió esperando sonar firme y decidida. Pero su voz sonó ronca y temblorosa.
—¿Entonces hagámoslo? –le preguntó él indicándole el altar. Victoria entrelazó el brazo con el de él y los dos avanzaron juntos hacia el altar.
La ceremonia pasó sin que ella se diera casi cuenta, se encontraba en shock. Se había imaginado que todo iba bien, porque, de repente, sintió cómo Angu, le colocaba un reluciente anillo de boda en el dedo, dónde brillaba un espectacular diamante azul y el sacerdote de la Cátedra de San Pedro, encargado de celebrar la ceremonia los declaraba marido y mujer. Angus, en ese momento se inclinó hacia ella. Victoria pensó «Dios mío, ¡va a besarme!». El corazón comenzó a latirle a toda de velocidad como si quisiera salirse del pecho. Sin saber qué hacer, permaneció inmóvil, cómo una estatua, viendo cómo Angus, se acercaba a ella con un brillo especial en aquellos intrigantes ojos y una expresión de humor y determinación en el rostro. Cuando ya estuvo muy cerca, Victoria sintió su calidez y aspiró el aroma de su perfume, de Dolce Gabbana era una mezcla de cedro, amizcle y ámbar. Entonces, los labios de Angus, tocaron los de ella. Una agradable sensación se extendió por todo su cuerpo y le puso un nudo en la garganta. El tiempo pareció detenerse. Lo único que existía era la sensación de aquel beso. Y, de repente, terminó. Demasiado pronto, aunque en realidad, no lo suficiente. Cuando él se apartó, se escucharon aplausos y silbidos, con gritos de "Vivan los Novios". Aunque él no la estaba tocando en aquellos momentos, todos los nervios de su cuerpo seguían vibrando como si él la estuviera aún besando. Era una maravillosa locura. Sintió un zumbido en los oídos. Su recién estrenado esposo se inclinó de nuevo sobre ella y susurró:
— Respira, mujer . Respiró profundamente antes de comenzar a aceptar las felicitaciones de sus pocos empleados, prácticamente sus únicos amigos entonces, que habían conseguido acudir a la boda.
Estaba casada con Angus Baker. Un hombre muy peligroso. Un único beso le había hecho perder el control. Un beso. Nada más. ¿Tan débil era? ¿Tan necesitaba estaba de atención masculina?. Levantó la mirada, y ahí estaba su esposo, y el deseo que él había prendido en ella creció. Sintió cómo se rubororizabn sus mejillas cuando, de repente, Angus se dio la vuelta y cruzó la mirada con la de ella. Victoria, apartó rápidamente la mirada. Flora Baker apareció frente a ella. Con lágrimas en los ojos de la anciana. Y Antes de que Victoria pudiera decir nada, Flora se adelantó.
—Muchas Felicidades, niña mía, y bienvenida a la familianBaker. Ahora, eres una de los nuestros. Abrazó a Victoria, con fuerza y la mantuvo pegada a su cuerpo unos segundos. Victoria, sintió que aquellas palabras se le grababan rápidamente en la memoria. Antes de que pudiera responder, Angus, ya estaba a su lado.
—El fotógrafo espera por nosotros.Con tú permiso abuela.
Al cabo de pocos segundos, estaban en los hermosos jardines que que rodeaba él salón. Había una piscina que estaba rodeada de luces blancas que hacía que resaltara todas las flores que rodeaban el jardín, todo parecía sacado de un cuento de hadas. Victoria, se había sentido muy emocionada a pesar de su boda por conveniencia. Siempre le había gustado mucho aquella zona y el hotel era tan victoriano.
—¿Te encuentras bien? –le preguntó Angus.
—Si, gracias. Siempre hace falta un poco aire fresco.
—Me contenta que estes bien.
—Tal vez un poco......
—¿Preocupada? –le preguntó él.
—Sí, talvez un poco. No se refería exclusivamente a la ceremonia, sino también a él.
Angus era mucho más de lo que ella había esperado. Por supuesto, había visto fotografías, e incluso había estado cerca de él en un par de eventos cuando los dos habían asistido a actos relacionados con el negocio del tramporte marítimo. Sin embargo, nunca se habría imaginado que se convertiría en su esposa.
Se acercó un mesero con una bandeja que contenia una botella de Champagne Bollinger dos copas, que depósito en una pequeña mesa, el mesero sirvió las dos copas y se marchó.
Angus, toma una copa y se la entrega.
—Toma –le dijo mientras le ofrecía la copa–. Esto te podra ayudar. La piel se le erizo, como si él le hubiera deslizado un dedo por uno de los senos y hubiera seguido más abajo, mucho más abajo… Dentro del corsé, sintió que los pezones se le erguían y se le escapó un suspiro de sorpresa cuando el anhelo se dirigió directamente hacia el centro de su feminidad. ¿Era aquello a lo que Flora se habría referido cuando le dijo que estaban hechos el uno para el otro? ¿Esa la anciana era capaz de ver la química que atraía a las personas? La química que hacía que Victoria, se sintiera como si tuviera tantas posibilidades de evitar la atracción que estaba experimentando hacia Angus, como las que tenía un trozo de hierro de zafarse de un imán. Apartó la mirada de sus manos y aceptó la copa. Se la llevó a los labios y se tomó al menos la mitad de un trago. Las burbujas empezaron a danzar en la lengua y en su garganta, igual que la sangre le danzaba en las venas más apasionadamente cuanto más tiempo estaba con él.
—¿Cómo que estabas sedienta? –le preguntó Angus, mirandola directamente a los ojos. Ella se ruborizó muy avergonzada, lo que le hizo sentirse aún más incómoda.
—Algo parecido–musitó antes de dar otro sorbito, aún más delicado.
El fotógrafo y su asistente se reunieron con ellos, por lo que Victoria, se sintio aliviada de estar sola con Angus, respiró profundamente, tanto como le podía permitir el apretado vestido que hacia que sus senos resaltarán. Pasaron una hora tomando fotografías, llenas de poses y de sonrisas poco naturales.
Victoria, ya había tomado más champán del que debería, teniendo en cuenta que ni había desayunado ni había comido por los nervios.
—¿Que tal si le ponemos un poco de fuego?. ¿Ustedes saben a lo que me refiero?. Dijo el fotógrafo.
—El fotógrafo. ¿Sabe que nos acabamos de conocer hoy mismo?.–le preguntó Victoria a Angus con un susurró. Angus, le rodeó la cintura con el brazo y se apretó un poco más a ella.
—Creo que podemos reproducir bastante razonablemente ese sentimiento, ¿Verdad mi amor?. Angus, bajó el rostro para acercarlo al de ella, colocando los labios a pocos milímetros de los de Victoria. Ella vió las estriaciones plateadas que irradiaban desde las pupilas y el borde de azul oscuro que tenía en torno a los iris. Verdaderamente, tenía el color de ojos más hermoso que había visto nunca. Le había colocado la mano con fuerza contra la espalda. Su calidez le llegaba lentamente a la piel, lo que le produjo un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Tal vez fuera en realidad un desconocido para ella, pero la afectaba a un nivel superior que la intrigaba y la asustaba al mismo tiempo. El aliento de Angus, era como uns suave brisa contra sus labios, su mirada intensa.
Involuntariamente, Victoria, levantó la mano para cubrirle la mejilla. Experimentó un cosquilleo en la palma al sentir el roce de la barba recién afeitada. Separó los labios en un suspiro y sus sentidos parecieron prepararse para el momento en el que sus labios se tocaran.
—¡Perfecto!. ¡Maravilloso!.–exclamó el fotógrafo alegremente, rompiendo así el embrujo–. Ahora, volvamos al interior para realizar algunas fotografías de grupo de amigos, con la familia y con el pastel. Victoria, parpadeó y dejó caer la mano. Aún tenía la otra agarrando con fuerza el ramo de flores, aferrandose como para ocultar sus temores. ¿Qué era lo que había estado a punto de ocurrir?. No estaba segura de si agradecía la intervención del fotógrafos o se sentía furiosa por la interrupción. Se echó de nuevo a temblar. Aunque ya casi había llegado el otoño, el día había amanecido cálido y soleado, pero las nubes habían empezado a cubrir el sol y había comenzado a hacer una brisa fría..
—Permiteme, que veo que tienes frío. Deja que te ponga mi chaqueta sobre los hombros. Antes de que Victoria, pudiera decir algo ya Angus, se la había colocado sobre los hombros. El calor del cuerpo de él se transfirió del forro de seda de la chaqueta hasta la piel de ella, volviendola aún más sensible. Sin más allá, de repente, comenzó a llover y las gotas de lluvia humedececieron la blanca camisa de Angus, volviéndola transparente donde la tocaban.
Victoria, vió su pecho bien formado a través del blanco y fina seda y sintió un gran deseo, que comenzó caminar, tropezando. Muy gentimelme Angus la sostuvo.
Un mesero se acercó a ellos con un paraguas, y Angus lo tomó rápido y con el se cubrieron ambos. Angus con mucha amabilidad la guio hacia las puertas de entrada. En cuanto estuvieron en el interior del salón, ella se quitó inmediatamente la chaqueta y se la devolvió.
—Gracias, ya no la necesito.
—No está mal aceptar un poco de ayuda de vez en cuando.
—Y eso lo dice el hombre que nunca ha tenido que pedirle ayuda a nadie. Sonrió para suavizar sus palabras, pero estas parecieron quedar flotando en el aire, entre ellos.
Angus, había nacido rodeado de privilegios, unos privilegios que, ciertamente, habían sido conseguidos por el duro trabajo de las generaciones, algo que ella sabía muy bien. ¿De verdad nunca había tenido que desear nada?—Ademas –prosiguió ella–, tendrás que tener tu mejor aspecto para la recepción. Angus, guardó silencio y se puso la chaqueta. La encargada de eventos del hotel estaba esperandolos en la puerta del salón donde se iba a celebrar el banquete.
—¿Están listos? –les preguntó con una sonrisa.
—Por supuesto que si. ¿Verdad, mi amor?.–respondió Angus con una sonrisa mientras miraba a Victoria. Ella asintió tratando desesperadamente de ignorar las sensaciones que la hacían sentir su cercania. Cualquiera pensaría que era una mujer loca y desesperada por el sexo si supieran lo fácilmente que Angus, había conseguido despertar sus sentidos.
Tenía que reconocer que no había tenido una cita desde hacía mucho tiempo. En cuanto al sexo… bueno, eso era incluso más tiempo aún . Pero, eso no significaba que tuviera que deshacerse como un cubito de hielo solo con que él la mirara. Además, no parecía que a él le estuviera ocurriendo lo mismo. Apenada, decidió que, en lo sucesivo, tendría que mantener bajo control sus reacciones, no podía delatarse lo que Angus, provocaba en ella. No podía ser tan difícil. Angus, lya observó a su flamante esposa con diversión. Se estaba esforzando mucho por mantener una actitud distante y, sin embargo, el rubor que le cubría las mejillas y la parte superior del torso indicaban que se sentía tan atraída por él como Angus lo estaba por ella. Aquel iba a ser un matrimonio muy interesante.
Su abuela parecía estar convencida de ellos eran compatibles, y por ende su matrimonio duradero. Aún no le había explicado por qué, pero Angus sabía que Victoria y él al menos tenían el mundo del transporte marítimo en común. El hecho de que fueran competidores era un asunto completamente diferente. Los ojos grises de Victoria iban de un grupo de invitados al otro mientras los dos avanzaban por la sala después de que se hubiera anunciado su llegada.
Angus, había sentido cómo el cuerpo se le tensaba cuando los presentaron como el Señor y la Señora Baker.
—No pienso utilizar tu apellido –susurró ella con fiereza cuando por fin se sentaron en la mesa principal.
—No esperaba que lo hicieras –afirmó él para aplacar su irritación–. ¿Preferirías que utilizará yo el tuyo? –añadió en tono de broma. La sorpresa borró la exasperación del rostro de Victoria.
—¿En serio? ¿Serías capaz?
—Si fuera importante para ti –respondió él con sinceridad–. Quiero que este matrimonio funcione, Victoria. Aún desconozco tus razones para casarte o por qué nos han juntados, pero me gustaría pensar que los expertos han acertado y que podemos salir adelante. Quiero un futuro que incluya una familia y compañía cuando me levanto por las mañanas y cuando me acuesto por las noches.
Angus dudó. ¿Era demasiado pronto para decir algo así? A juzgar por la expresión del rostro de Victoria, lo parecía. De hecho, él mismo se había sorprendido con aquella declaración. Sin embargo, Angus, era la clase de hombre que siempre decía lo que pensaba y quería. Quería una familia, una esposa que fuera su compañera en todo.
La fiesta prosiguió con discursos entre los diferentes platos del banquete, tales como: Escargots de Bourgogne, Confic de Pato y mucha champagne. Angus se dió cuenta que Victoria tocaba la comida y que solo una persona se levantaba a hablar en su nombre, una mujer a la que Angus, reconocía del puerto. Creía recordar que era la jefa de oficinas de Victoria y estaba sentada con su colorido traje con otros empleados de la empresa de Marítimo Jones. Los familiares de Victoria no habían acudido a la boda. Sabía que el abuelo que la crio había fallecido, pero, ¿Por qué no habían acudido sus padres? ¿Indicaba su ausencia que faltaba algo más profundo en la vida de la que ya era su esposa? ¿Nacería su deseo de casarse de la necesidad de crear una familia propia?. La razón que había llevado a Angus a pedirle a su abuela que le buscara esposa surgía de la tradición de su familia de entregar el control de la empresa a un heredero o heredera. Sin embargo, le había costado encontrar la mujer adecuada.
A la muerte de su padre, cuando Angus, era un adolescente su madre decidió apartarse de sus deberes como madre y se dedicaba a buscar un nuevos amorios. Angus, había echado de menos sentir que formaba parte de una pequeña y unida familia. Tenía a su abuela y a sus tíos y primos, pero no era lo mismo que lo que había perdido y lo que ansiaba volver a tener. Miró a Victoria y sintió compasión por ella. Su vida familiar no había sido mucho mejor. Angus, había conocido a su irascible abuelo en una ocasión y se había sorprendido de que Richard Jones y Jhon Baker, hubieran podido ser amigos. Eran completamente diferentes, por lo que Angus, habían podido deducir. Su abuelo había sido un hombre muy carismático y con mucho empuje, que siempre había tenido un ojo puesto en el futuro y en la expansión de su empresa. Había vivido, reído y amado con intensidad. Por el contrario, Richard Jones, había sido tranquilo e incluso reservado. Su negativa a afrontar los cambios había impedido el progreso de Marítimo y en muchos sentidos. Aunque su ética de trabajo nunca se había cuestionado, había carecido de la visión y la disposición para expandirse y adaptarse a los nuevos desafíos. Tales diferencias había sido lo que les había convertido en un equipo tan fantástico hasta que rompieron su amistad por Flora y se hicieron enemigos. Victoria, parecía tener su propia manera de hacer las cosas con una dosis muy liberal de la cautela de su fallecido abuelo, pero Angus estaba completamente seguro de una cosa: era una excelente timonel a la hora de andar en un Navio. La había visto en una Bavaria y haciendo surf en las playas cercanas y lo había dejado sin aliento. Eso la convertía en una mujer con una personalidad muy intrigante y dejaba en el aire una pregunta: ¿Cuántas más capas tendría Angus, que descubrir para llegar a conocer a su recién estrenada y poco convencional esposa?