Capítulo 9

1141 Words
—¿Qué puedo decir? Tengo treinta y tres años. Sé que sigo siendo joven, pero, como la mayoría de la gente, quiero tener una familia y estabilidad. Me pareció el momento idóneo. Se detuvo antes de decir demasiado. La estabilidad que pudiera tener en aquellos momentos dependía del contrato Maersk pero no podía dejar que Angus, se enterara de aquella información. Exhaló antes de continuar, sabiendo que tendría que rebuscar profundamente en una parte de ella que mantenía bien oculta, incluso de sí misma, si quería satisfacer la curiosidad de Angus. —No tuve una infancia tradicional. Sabía que tenía alguien que me quería, aunque a mi abuelo no se le diera muy bien demostrarlo. Tengo que admitir que sentía envidia de mis compañeros del colegio, a los que sus padres iban a ver en los días de competencia o que ayudaban en clase. Algunos se quejaban por ello, decían que sus padres estaban siempre presentes. No tenían ni idea de la suerte que tenían. Les parecía lo normal. —Y el hecho de que te criara tu abuelo te hacía diferente entre tus compañero. Eso y el hecho de que eras una estudiante–añadió él con una sonrisa. — Lo entiendo. Jamás había pensado así las cosas. Es decir, mis padres no iban a todo, pero sí que aparecían cuando a mí que importaba lo suficiente como para pedírselo. Al menos, hasta que mi padre murió. Victoria, dobló las rodillas para llevárselas al pecho y se agarró las piernas con los brazos. —Mi abuelo siempre fue poco expresivo a la hora de mostrarme su aprobación, pero eso no me impedía a mí esforzarme mucho para ganármela. En cierto modo, eso fue una lección de vida. No siempre se puede esperar alegría y felicidad. Hay que aprender a enfrentarse a la desilusión, levantarse y seguir luchando. Angus, escuchaba a Victoria y sentía una profunda compasión por la niña que fue. Sabía que Richard Jones, había sido un viejo canalla y gruñón, pero que no animara a una niña pequeña que trataba de encontrar el norte en la vida… Eso había sido cruel. Cuando Angus, tuviera sus propios hijos, jamás permitiría que dudara de su amor, que los apoyaría en todo lo que eligieran hacer. Su sueño era que siguieran con en la Naviera, tal y como él había tomado el relevo de su padre y este de su abuelo, pero no les obligaría a hacerlo. Nunca. —¿Y tú, Angus? ¿Qué te motivo a ti a utilizar los servicios de tu abuela?. —Yo podría decir de ti lo mismo que tú de mí. — No eres feo ni nada mucho menos. Angus, notó que Victoria, estaba tratando de cambiar de tema. Resultaba evidente que el tema de conversación le resultaba incómodo. Si quería ganarse su confianza, iba a tener que abrirse con ella y darle también un poco de sí mismo. Tragó saliva. Abrirse a alguien que, aunque fuera su esposa, era básicamente una desconocida, no resultaba nada fácil. Ser un Baker, le había enseñado a andarse con cautela con la gente, en especial con los que pensaban que era el pasaporte a una vida mejor por la riqueza de su familia. La única ocasión que había bajado la guardia… No. No quería desperdiciar aquel hermoso día pensando en errores pasados. —Gracias por el cumplido –respondió él–. Supongo que mis razones son las mismas que las tuyas. Tengo treinta y cinco años. No soy demasiado mayor, pero ya estoy preparado para la próxima etapa de mi vida. Estoy listo para vivir en pareja y para todo lo demás, incluso para tener niños. La familia es realmente importante para mí. En realidad, lo es todo, si te soy sincero. Solo quiero tener la oportunidad de hacerlo bien a la primera y la gente puede ser muy falsa… En ocasiones, resulta difícil saber quién es sincero y quién no. El rostro de Victoria, presentaba un gesto serio. Parecía estar a punto de decir algo, pero se vio distraída por una notificación de su teléfono móvil, que había dejado en una silla cercana. —Disculpa. Estaba esperando este mensaje. —Claro. Angus, se deslizó sobre el borde de la piscina y cayó al agua. Resultaba algo frustrante haberle revelado una parte de ella, para verse luego interrumpido por un mensaje. Sin embargo, se recordó que su relación aún estaba empezando. Se hundió en el agua y dejó que la sedosa suavidad le cubriera por completo y acariciara todo su cuerpo antes de volver a salir a la superficie. Se echó el cabello hacia atrás y miró a Victoria, que se había puesto de pie junto a la silla. No. El agua no estaba lo suficientemente fría. Pies desnudos, largas piernas… Aunque el traje de baño que llevaba era bastante modesto, se distinguían fácilmente los esbeltos músculos de su cuerpo. Era evidente que se cuidaba. No se podía negar. Recorrió con la mirada la suave línea de las caderas, la estrecha cintura y luego más arriba, donde el traje de baño contenía los senos. La boca se le secó y volvió a meterse en el agua. Se sentía enojado consigo mismo por haberla estado mirando como si fuera un adolescente pervertido. Cuando volvió a salir a la superficie, se dio cuenta de que ella estaba aún en la misma postura, pero algo no iba bien. Victoria, estaba mirando la pantalla del teléfono con una expresión horrorizada en el rostro. —¿Todo bien? –le preguntó él mientras salía rápidamente de la piscina y se acercaba a ella. Victoria colocó el teléfono con la pantalla hacia abajo sobre la mesa y lo miró, tratando de recomponerse rápidamente. —¿Y por qué la pregunta?. Angus, notó que ella no respondía a su pregunta. —Pareces molesta. ¿Hay algo que yo pueda hacer? —¿Que puedas hacer? –repitió mientras negaba con la cabeza–. No. No es nada. De verdad. —Pues a mí no me lo pareció. Si quieres hablar… —De verdad. No ocurre nada –insistió ella–. Sigue nadando. Creo que voy a ir a cambiarme. Angus, observó cómo ella recogía el teléfono y se marchaba. Evidentemente, había habido algo en el teléfono que le había preocupado. Lo sabía con la misma certeza que conocía perfectamente la máxima cantidad de combustible que podía ponerle a cada embarcación de su flota. Al igual que conocía su negocio, deseaba también conocer así a Victoria . Decidió que, tarde o temprano, encontraría el modo de derribar las barreras que ella había erigido a su alrededor. No le resultaría fácil, pero algo le decía que, si perseveraba, merecería la pena. Sin embargo, lo primero que tenía que hacer era ganarse su confianza y eso podría ser lo más difícil de todo.
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