¡Estás despedida!

1623 Words
—¿En qué parte de este mundo en tu pequeñísima cabeza tú me ves a mí como un estúpido, Camila González?—su voz, penetrante y muy aterradora, parecía hacer vibrar mis huesos con cada palabra que me decía. Si hubiera sido al inicio, cuando recién empezaba con este trabajo y no sabía lo duro y directo que era mi jefe, yo me hubiera puesto a llorar por sus palabras, pero como ya estaba acostumbrada a esos tonos fuertes y un tanto groseros, solo tenía que tragar y callar, recibir lo que él me diera. Justo ahora me lo merecía y él lo sabía.—¿Crees que no sé que estabas en el otro edificio?—frunció su ceño y despacio se acercó a mí, contuve el aliento luego de tomar el olor fuerte de su perfume, que solo se percibía al acercarse, solo lo había olido un par de veces, pues él nunca se acercaba tanto a nadie.—Este es tu trabajo y resolver mis necesidades es parte de tu trabajo, señorita González.—Cuando único me llamaba por mi nombre era cuando incluía mi apellido, por lo demás siempre era señorita González, como acababa de hacer. —Discúlpeme, solo me iba a tomar unos minutos, por eso me aventuré a ir. Pero le aseguro que no se volverá a repetir. —¿Estás lista?—alejando su rostro, me miró de pies a cabeza, buscando el más mínimo defecto en mí para poder seguir reprendiéndome.—Han llamado para avisar que empezará quince minutos antes, pero ¿cómo lo sabrías si no estabas en tu lugar? ¡Susana no es la que me asiste! ¡Eres tú! Y que faltes a tu puesto es una falta muy grande, Camila González.—a veces me causaba gracia cuando decía Camila González con aquel tono de extremo enojo, pero hoy no era el caso, hoy estaba triste, vacía y con la cabeza en las nubes. ¿Cómo se supone que tenía que afrontar esto? ¿Cómo iba a terminar este día en el estado en el que me encontraba? Me era imposible y tenía muchas cosas pendientes para el día hoy con mi jefe.—Vámonos.—dictó. Sus piernas largas recorrieron el camino hacia el ascensor en tan solo varias zancadas, mientras yo tenía que ir casi corriendo detrás de él. Bajamos del ascensor y el chofer nos esperaba con la puerta abierta, allí miré la agenda, encendí mi ordenador y programé algunas cosas otra vez, debido al cambio de horario. —¿El almuerzo sigue en pie, señor?—pregunté, obteniendo una severa mirada de su parte. Eso era algo que tenía que saber yo, no él. Saqué mi móvil e hice varias llamadas para saber si el horario del almuerzo era el mismo y, efectivamente, nada había cambiado.—El almuerzo sigue en pie.—dije confirmando. Como dije, el mundo seguía su ritmo, mostrándose inalterable. En mi mente estaba aquella escena, esa imagen que no se iba y junto a mi jefe, mientras la imagen se reflejaba frente a mis ojos, salieron unas estúpidas lágrimas. Justo en aquel instante él giró su rostro hacia mí, abrió sus labios como si quisiera decir algo pero se detuvo al verme así. Las limpié con rapidez pero él ya las había visto. —¿Lloras porque te hablo fuerte cuando no haces tu trabajo? —No, discúlpeme, señor. No es eso. No es nada. —Pues si no es nada, ¡deja de llorar!—dijo. Se alejó un poco de mi, recostando su brazo a la puerta, dejé mi mirada en la ventana para que al menos el paisaje alejara un poco lo que no dejaba de repetirse en mi mente. ¿Cómo es que pasó? ¿Quién era esa mujer? ¿Por qué? Nos íbamos a casar, ¿no se supone que él también me amaba? Ahora sentía que no solo mi mundo se derrumbaba, sino que yo era una idiota, por creer en cada palabra de él, por…pensar que nos casaríamos dentro de poco, cuando él me estaba siendo infiel y yo estaba embarazada. ¿Dónde quedaba esa relación sólida que nos estaba llevando al matrimonio? Por suerte no se lo llegué a decir, no quería saber nada de Tommy o su amante, él no tenía que saber que yo estaba embarazada. Invertí tiempo y dinero en los arreglos de la boda, todas las invitaciones, ¡hasta le llegué a dar una a mi jefe! Ahora todo se cancelaba. Todavía guardaba mis esperanzas de que esto fuera parte de una pesadilla, quizás una broma pesada y que nada era real, pero claramente vi el pene de Tommy salir de aquella mujer, sus cuerpos desnudos en pleno acto y eso sería una imagen que me acompañaría por mucho tiempo. Esperando que algún día pueda superarlo. Miré el correo, era Susana. “Tommy está aquí como loco, llorando y suplicando por verte. Pide que le de tu dirección, ¿hacia dónde vas? ¿Le digo? ¿Qué es lo que ha pasado? Camila, parece muy desesperado y dispuesto a armar un escándalo por verte o saber dónde encontrarte. ¿Le dijiste lo del embarazo? ¡Dime qué hago antes de que lo echen de aquí” Tecleé despacio para que no llamar la atención de mi jefe. “No le digas nada de lo del embarazo, ¡no te atrevas! Aún no le dije nada y creo que no le diré nada. Cuando fui a su oficina lo encontré con otra mujer. ¡Dale un puñetazo por mí! ¡Patéale las bolas y luego pide que lo saben de allí como a un perro! No digas nada a nadie, menos de lo del embarazo. Ahora estoy ocupada. Te contaré en casa. No me respondas ahora.” Un minuto después, ignorando que le dije que no me respondiera, lo hizo. “¡Maldito cerdo! Ahora mismo lo golpeo y hago que lo saquen, como lo que es. ¡Rata de alcantarilla!” “¡No hagas un escándalo!” “¡Tarde…!” —¡Mm! ¡Mm!—era él, no me había dado cuenta que ya el coche se había detenido, habíamos llegado y él esperaba a por mí. —Discúlpeme, señor.—estaba cansado de mis disculpas, lo veía en las arrugas que se formaban en su frente cuando me miraba. Lo seguí al interior y allí estaban todos reunidos, miré la hora, habíamos llegado siete minutos tarde, lo que complicaba todo para mí. La mirada de mi jefe me hizo saber que estaba en problemas, serios problemas. La puntualidad para él era como…una regla, algo por lo que se regía y era muy severo con los que no eran puntuales, llegar tarde era una vergüenza para Diego Alba, vergüenza que yo acababa de hacerle pasar. Para colocarle la cereza al pastel y…ponerme yo misma la soga al cuello, su mano se extendió para pedirme un folleto que yo debí traer, darle uno y luego repartirlo entre los demás, pero yo no podía dárselo, porque se quedó en el cajón de mi escritorio. Si, mi cuerpo fue recorrido por un escalofrío, sin saber dónde meterme, todos se me quedaron mirando a espera de que hiciera o dijera algo, pero al cabo de un minuto, él comprendió que no los traje, que los olvidé. “Lo siento.”—le dije sin emitir ningún sonido. Él se puso de pie y con una sonrisa dijo: —Lamento la tardanza, disculpen por…los inconvenientes,—este hombre solo sonreía cuando estaba enojado, ahora estaba que echaba chispas.—pero temo que no podremos continuar por hoy. Se les informará a cada uno cuando será la siguiente fecha. Todos se pusieron de pie algo alborotados, murmurando cosas mientras él pedía disculpas directas a cada uno de ellos y yo me quedaba con la mirada baja. Era el error más grande que había cometido en todo el tiempo que tenía en este trabajo, era la primera vez que había cometido un fallo tras otro, añadiendo a la lista la vergüenza que hice pasar a mi jefe. Mientras las personas salían, mi corazón también quería huir de mi pecho, sentía un nudo en mi garganta y aunque quería recurrir a mis lágrimas para pedir perdón mientras lloraba, las desgraciadas no salían y mi cara se quedaba como si estuviera algo estreñida. Era el peor día de mi vida, eso era decir poco. En la norme sala, sentada en la alargada mesa, solo estaba yo, mi jefe sentado a la cabeza. —Camila González, dame un solo motivo, uno, que sea válido para lo que ha pasado hoy. Tienes cinco segundos para hacerlo. Pensaba en qué decirle y al mismo tiempo contaba los segundos. Solo quedaban dos. Opté por decirle la verdad. —Cuando…fui a ver a Tommy, mi prometido. —Por el que llegamos tarde, salimos rápido y no viniste preparada.—señaló, interrumpiéndome.—Prosigue. —Lo encontré con otra mujer en el baño de su oficina.—el rostro de él ni se inmutó, solo miró hacia mí y con media sonrisa en sus labios me habló. —Estás despedida.—las palabras se deslizaron de sus labios con mucha suavidad, como si no fuera tan importante lo que decía.—Dile al chofer que te lleve a la empresa y recoge tus cosas. No tienes ni que terminar el día, te quiero lejos de mi empresa y de todo lo que tenga que ver con mi trabajo, han sido muchas mis tolerancias contigo, es el final. No puedo tener a alguien así en mi equipo, incluso inventas excusas malas, retírate ahora. Tu falta de compromiso me deja en vergüenza.
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