Rosaura reservó en ese lugar al que ella quería ir, ya íbamos camino a casa de Camila. La llamé para avisarle que iba llegando. Aparcado frente a su casa le envié un mensaje de que ya estaba aquí. Bajé del coche para ayudarla con Izan cuando ella saliera de casa. —Hola, Diego.—en su mano derecha sostenía a Izan contra su pecho, en su hombro estaba el bolso colgando y con la otra mano el asiento de Izan. —Hola.—Tomé el bolso y el asiento.—¿Cómo están?—me acerqué a ella, viendo a Izan, parecía estar dormido.—¿Cansada por la larga noche? —Ya es costumbre, supongo. —Casi pienso que no me ibas a confirmar.—eran las dos de la tarde y recién llegaba a su casa. Llegué a pensar que no me escribiría. —Me lo pensé mucho, pero ya está, ¿no es eso lo que importa? —Desde luego, te agradezc