TREVOR Tuve que entrar a la casa, porque una mujer no dejaba de gritar, llamando a Camila. No me vi en la necesidad de romper la puerta, pues no tenía puesto el seguro, llegar a su habitación fue tan sencillo como seguir sus gritos. —¡Camila! ¡Camila!—gritaba la mujer, mi hijo lloraba y Camila yacía en la cama. —Lo siento, tuve que entrar.—le dije, para que no me vea como un tipo extraño que irrumpía en su casa. Pero era justo así como me veía, me daba cuenta por sus ojos saltones. —¡Ah!—pegó un grito la mujer al verme.—¡Es Trevor! ¡Es Trevor! Bueno, al menos por aquí me conocían muy bien. —Sí, soy Trevor. Solo quería ver que todo estaba bien.—sus ojos me inquietaban, porque tenía una mirada de gente loca, lo que no era bueno, dado que Camila a veces ponía esa misma mirada y una