Control Absoluto

1849 Words
Júpiter dejó de aplaudir ante lo que tomaba como una situación reprochable y asquerosamente irrespetuosa, no permitió que alguien se acercara a descubrir su identidad, por lo que dándose la vuelta se retiró del lugar, lo que provoco la duda e incertidumbre principalmente en Rosario y en público presente. —¿Conoces a esa persona Sebastián? En verdad considero que se ha comportado como una persona irrespetuosa, ¿Por qué no haces algo al respecto? —Deja que se marche, ahora en este mundo existen muchos locos y desquiciados que solo intentan llamar la atención, lo más prudente es que deberíamos de continuar con nuestra boda. El Padre continúo con la ceremonia tras asegurarse que no existirían más intervenciones de ese tipo en el recinto de la empresa donde se estaba llevando a cabo la ceremonia de matrimonio, todo mientras Júpiter abandonaba el salón y se dirigía con sus amigos que aguardaban a fuera con el auto encendido, pero Sebastián sufrió el susto de su vida y no se quedó tranquilo hasta que la ceremonia termino y ellos salieron rumbo a su luna de sangre como lo catalogo Rosario. —¿Qué paso por dentro Júpiter? Te veo muy afectado por todo esto, cuanto siento en verdad que ese señor nunca te haya tomado en serio. —¡No te preocupes Samael! Ya estoy más que acostumbrado a todo esto, solo deseaba observar su rostro de aflicción y miedo al notar mi presencia, estoy más que seguro que sufrió desde el momento en el que me retire de la sala, ahora que ya se encuentra a mil kilómetros de este país, seguramente estará más tranquilo que no arruine su boda. Akane no dejaba de sentir esa tristeza en su interior por la manera en la que observaba y sentía el corazón de Júpiter expresarse, sin embargo no se atrevía como tal en acercarse más de lo que su amistad se lo permitía, sufría al no alcanzar su deseo por consentir y consolar los sentimientos de su amor en secreto. —¡Chicos que les parece si vamos a una disco esta noche! Hay que despejar el ánimo y disfrutar un poco de lo que no lo hemos hecho estos últimos años. —Deberían ir ustedes, prefiero quedarme a solas este día y seguramente mañana será otro día en el que tratare de olvidar para siempre lo que ha sucedido con este señor, que sea feliz y espero que ¡Jamás en su vida necesite de mi o mi madre! —¡En ese caso Júpiter me quedaré contigo! Samael creo que no tiene objeción alguna en que me quede con ustedes en la habitación. —¡Pero en todo caso pensaba pasar la noche en el mirador del este! Los tres amigos se dirigieron al mirador que se encontraba a más de 15 kilómetros de donde se encontraban en ese momento, para pasar la noche observando las estrellas y de parte de Júpiter asimilar lo sucedido como una especie de duelo en su interior, le dolía principalmente que no alcanzo en cumplir con su madre, Júpiter lo único que deseaba era devolverle a su madre el estatus económico que ella merecía por haber sufrido todo este tiempo, por lo que entonces se propuso mientras observaba las estrellas y gritando a los cuatro vientos. —¡Juro por mi vida que algún día seré una persona aún más poderosa que Sebastián Ríos y ese día está por venir! Un mes después. Júpiter desapareció por completo de la vida de Sebastián y Rosario, lo que provoco que Sebastián comenzara a sentirse mucho más tranquilo y ahora con su vida de casado, las acciones de la empresa comenzaron a bajar levemente pero se notaba que todas aquellas mujeres que solteras pero millonarias invertían en la empresa, se alejaran por perder la esperanza en tratar de conquistar a Sebastián. Ahora solo quedaban los inversionistas varones en la empresa y eso no le pareció en lo absoluto a Sebastián tras enterarse de lo que estaba aconteciendo en la empresa durante su ausencia. —¡Melquiades! ¿Qué demonios ha estado ocurriendo con las inversiones de la empresa de modas que es manejada por Celeste Mondragón entre otras? —Lo siento señor, pero lamentablemente no existe una razón aparentemente comprensible a esto, lo que sí puedo mencionar es que la mayoría de señoritas que mantenían lazos comerciales con su persona, han desistido de la intención de continuar con la inversión y comercialización de su marca. —¿Pero tiene que existir una verdadera razón para que esto esté ocurriendo? No pueden solo haberse retirado porque se les dio la gana hacerlo, ¡En mi presencia esto no ocurriría, seguramente no presionaste lo necesario o suficiente! —¡No me compete a mi señor mencionar esto! Pero déjeme decirle que la señorita Mondragón específicamente menciono que no existe más interés en invertir en su marca, por la razón que usted ahora ha dejado de ser soltero y para ella eso ya no era un negocio. —¿Pero que se ha creído ese monstruo? ¡Jamás me fijaría en una mujer como esa! Que se vallan al demonio ella y todas las malditas mujeres que pensaron enredarse conmigo ¡No las necesito! Solo Rosario es la que necesito a mi lado y encontrare la manera de cubrir esas vacantes. Melquiades por supuesto no insistía en convencer a nadie más en la empresa para que todo lo que hasta el día de hoy existía, solo le perteneciera a Rosario como tal, por lo que cada acción que quedaba vacante en la empresa, era transferida inmediata a nombre de Rosario. Otro cambio considerable fue el cambio drástico en la mansión, los empleados fueron despedidos en la ausencia de la pareja, a cada uno se les liquido conforme a los años de servicio en la mansión, algunos no aceptaban su despido hasta que Sebastián se presentara y de su boca saliera el despido, sin embargo Melquiades al ser nombrado como nuevo administrador y mayordomo de la mansión, no se dejó intimidar por nadie ¡Mucho menos con el carácter con el que actuaba! Rosario ahora sentada en su mansión como toda una reina, no movía un solo dedo proactivo, pero esa situación comenzaba a desesperarla, no era común que Rosario mantuviese esa actitud calmada, resignada o paciente sin movilizarse por el mundo de los negocios, por lo que para ella era el momento de comenzar a tomar el verdadero control de la situación ¡Aun así eso sería ir en contra de la voluntad de Sebastián! —¡Amor! Estaba pensando en visitar las oficinas, comienzo a sentirme un tanto aburrida en casa, deseo sentirme viva, una mujer con mis aptitudes no puede permanecer encerrada en una vitrina. —¡Pero eso ya lo hemos conversado Rosario! Quedamos en que me encargaría como siempre en los negocios de la empresa y directamente te encargarías de todo lo relacionado en la mansión. —¡Lo siento Sebastián, pero eso no será posible! Fui muy explícita contigo en mencionar que no sería la esclava de nadie, por lo que eso también te incluye querido, ¡Desde mañana me hare presente en la empresa para tomar el cargo que me corresponde! Sebastián no sabía qué hacer con todos los cambios que estaban tomando por sorpresa la manera en la que habitualmente se conducía por la vida, por lo que el estrés que comenzó a manejar en ese momento realmente comenzaron a afectar su vida, ahora se apoyaba en la persona que ¿Quizás no era de fiar? Pero que por situaciones de vida, se convirtió en su mano derecha. —Melquiades, tengo que hablar contigo de algo muy serio. —¡Ya mismo salgo para su oficina señor! Sebastián dudo por unos instantes hacer mención al respecto, pero considero que Melquiades era una persona de fiar, un hombre que se dejaba apreciar como confiable y siendo precisamente un hombre, deseaba encontrar en su persona una igual a como su amistad con Ricardo antes de su repentina y extraña muerte. —¡Señor! ¿Qué es lo que necesita de mi persona? —Exclamó Melquiades con la mirada corrupta y ambiciosa, trabajando siempre en favor de Rosario. —¡Cierra la puerta por favor! —Melquiades cerró y aseguro la puerta, para entonces acercarse al escritorio y la conversación comenzó a fluir de parte de Sebastián. —Conozco de antemano que durante mucho tiempo Rosario se convirtió de tu confianza, así como ella cuenta con un aprecio y apego especial hacia tu persona. —Pero, ¿señor? Hay algo que lo preocupa a estas alturas de la vida, a un mes de su matrimonio hay algo con lo que usted no esté de acuerdo. —Específicamente que no deseo entregar poder a Rosario. —Sebastián se levantó de su escritorio con la pipa de su cigarro encendido y la mano temblorosa. —¿Poder, a qué clase de poder se refiere señor? —Melquiades encendió la grabadora de su teléfono para grabar todo lo que se estaba hablando en la sala. —¡Rosario no me ha dejado últimamente en tomar mis decisiones! Además como puedes darte cuenta las mujeres se alejaron de mi vida como si ahora mi olor pareciera mierda, ¡Por eso mismo es que no deseaba contraer matrimonio con ninguna perra! —¡Pero Rosario es su esposa y no debería de expresarse de esa manera de ella! aunque por otra parte considero que tiene razón al respecto y sin duda alguna ahora solo depende de sus socios más antiguos y allegados, pero si usted tiene algo en mente, puedo hacerme cargo de ese problema con algo de compensación a cambio. Sebastián se sorprendió al instante con la propuesta de Melquiades, imagino en ese momento que de pronto fue una excelente idea llegar a probar la fidelidad de Melquiades hacia Rosario, considerando que era hombre y que por las circunstancias lo apoyaría de tal manera al llegar al extremo mencionado en ese momento, por lo que Sebastián se dio la vuelta y pregunto. —¿Exactamente como podrías hacerte cargo de esa situación par ano afectarme directamente? Debido a que no deseo salir perjudicado bajo ninguna circunstancia. Melquiades se levantó y llevo su mano a su bolsillo, sacando una navaja pequeña del mismo, tomando un papel, para entonces cortar su dedo y escribió en el papel. “Pacto de sangre entre Sebastián Ríos y Melquiades Carranza” plasmo su firma en el papel con su sangre y entonces menciono. —¡Es su turno señor! Con esto puede estar más que seguro que será nuestro secreto y nadie se enterará jamás de lo que sucederá con Rosario. Sebastián se cortó el dedo y firmo el documento, luego entrego una fuerte suma de dinero a cambio de hacerse cargo de lo que consideraba que era un problema, Melquiades no se marchó del lugar sin antes recibir instrucciones de Sebastián. —¡Lo que sea que realices, hazlo limpio y sin dejar evidencia alguna! —¡Como usted lo ordene señor!
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