Estuvo solo un largo tiempo, luchando contra grandes criaturas de la oscuridad. ¿Pero que era esa desmesurada penumbra a la que se enfrentaba cada día?.
Era su castigo divido, la mano que su padre había impuesto sobre su cabeza justo cuando justifico a su hermano por sus actos. Llanus era tan joven como la misma tierra cuando fue lanzado al intersticio.
Caminaba en el frio suelo del mundo astral, vislumbrando en las burbujas de agua el mundo humano y contemplando en las esferas de luz las almas de los muertos, que una vez estuvieron vivos.
Protegía día y noche sin parar el lugar de los demonios, los seres corruptos y los monstruos sin conciencia que buscaban llegar hasta la tierra o hasta el cielo. Él era parte de una brecha entre ambos mundos.
—Este será tu castigo por el resto de tu existencia—Resonó su voz en la oscuridad.
Llanus como cualquier ser, se agotaba y aunque no necesitaba suplir necesidades básicas, el poder que cargaba en sus manos y la responsabilidad que se posaba sobre sus hombros, lo hacían dudar de si eso era lo que deseaba hacer toda la vida. Él era un claro ejemplo de que no había que retar, contradecir o irrespetar a su padre, no había ningún ángel después de él que hubiera intentado salvar a Lucifer.
Su cuerpo siempre estaba cubierto por una delgada tela blanca, con la fuerza de una armadura y cargaba con una espada, su alas pardas lo mantenían con vida luego de casi perder contra algún enemigo, mientras su voluntad flaqueaba lo único que jamás le fallaban eran sus ganas de sobrevivir, una fuerza antinatural se revelaba cuando estaba a punto de dejar de existir.
—Protegeré este lugar cueste lo que cueste padre—Musito.
No tenía ni la menor idea de cuánto había pasado, solo vivía por su misión, no sabía nada de su hermano ni de sus otros hermanos, pero la soledad quiebra en pedazos a cualquiera.
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Mefisto caminaba a su lado luego de haberse aventurado hasta el otro lado del mundo. Se encontraban en las Vegas en lugar donde sus casinos tenían más éxito que ningún otro, Lucifer amaba admitir ante todos en el infierno que las vegas era el lugar del pecado más divertido del mundo, pero había muchos otros lugares que con solo mencionarlos se llenaba de un sicalíptico placer.
—No tardaremos mucho—Alego Lucí al mirar a Mefisto un tanto extasiado por el aroma del lugar.
La noche deleitaba la vista con una ciudad caleidoscópica, particularmente excéntrica y llena de alimento para los demonios, había muchos lugares en los cuales llenarse de ocio y uno de esos era las Vegas.
Lucifer observo el rostro de Mefisto por sobre su hombro, estaba consciente de que nada podía sorprenderle excepto tal vez sus planes para perturbar el intersticio.
Trago saliva.
Se encontraba frente a las puertas de la gran sala de conferencias, no tenía idea de que discutieran, pero muy pronto se las ingeniaría para sacar algún respuesta, estaba muy ansioso y lleno de entusiasmo, hacía mucho tiempo que no asistía a reuniones por asuntos que tuvieran de por medio la fortuna Grenoble.
Mefisto abrió las puertas por él, la sala estaba en silencio, había más de un desacuerdo entre los miembros directivos de sus casinos, era de esperarse que entre demonios existiera ese nivel de competitividad.
Todos se levantaron llenos de tensión y reverenciaron su príncipe, Lucifer camino a un lado de la mesa rectangular hasta llegar hasta el final de la misma, miro el cristal del vidrio que mostraba la apetitosa ciudad y luego volvió a mirar a los demonios que se encontraban por debajo de él.
—Mi señor—Hablo respetuosamente uno de los directivos.
—Seamos más formales, tenemos mucho que discutir y poco tiempo, en esta instancia desee venir en persona, siéntanse importantes—Farfullo la sentarse en la silla frente a la mesa.
—Sabemos que ocurrió un incidente en Mónaco—Menciono.
—Claro que deben saberlo, Mónaco es un país tranquilo en el que no deberían pasar cosas tan absurdas como esas, pero mis angelicales hermanos les gusta sacarme de quicio, accedí a tener menos interacción con los humanos porque ellos mismos provocan sus desastres, pero últimamente hay demasiada tranquilidad en el infierno y la comida escasea—Confeso.
Los demonios en la mesa vestidos como humanos, se miraron abrumados, estaban conscientes de que la situación era grave y de suma importancia.
—Podemos producir más agentes adictivos, los humanos son seres de voluntad frágil que se dejan envolver en los vicios—Admitió el demonio más gordo en la habitación.
Lucifer sonrió.
—He estado preparando varias jugadas que entrara muy pronto en vigor, les recuerdo que los asuntos malvados que discutamos en esta habitación no deben llegar a los oídos de mi benevolente hermano—Inquirió.
Todos aplaudieron.
—En ningún momento hemos discutido temas tan delicados como estos con su hermano Príncipe—Alego.
—Bien porque Belcebú le gusta comer de todo y no querría que se atragante con un fémur de algún demonio sublevado—Amedrento al cruzar sus piernas.
Todos los demonios en la habitación temblaron ante su amenaza, pues sabían que Lucifer no era misericordioso en varios aspectos y mucho menos cuando se trataba de su hermano Llanus.
—Excelente, pues tienen permiso para rondar en la tierra, lo único que deben hacer es hacer crecer la demanda de vicios, o como sea que les llamen y los humanos empezaran a caer en todo eso que tanto repudian—Demando—Pero no me preocupo demasiado por ello, después de todo los humanos se encargan de crear sus propias desgracias—Informo al juntar sus manos sobre la mesa y mirar a cada uno de los demonios.
—Bien dicho señor, obviamente los humanos se condenan a sí mismos y es muy divertido verlos hacerlo—Elogio un demonio barbudo.
Lucifer sonrió levemente y con malicia, al empezar a escuchar cada una de sus ideas poco convencionales para llevar más rápido a los humanos a su perdición.
Pero algo continuaba perturbando sus pensamientos, surgía cierta incomodidad que lo hacía flaquear en sus acciones.
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—¿Quién eres? —Pregunto la misma chica en el día, justo cuando su cabello había cambia de color tan repentinamente.
Payki se echó para atrás en la cama, seguía teniendo la apariencia de un niño pequeño, era de esperarse se había agotado la energía con la cual mantenía su cuerpo de adulto.
—Soy Payki Nizan…tú me recogiste anoche—Murmuro.
La chica tenía un ceño diferente, algo había cambiado en ella y era más que el color de su cabello, ni siquiera era capaz de recordarlo.
—Niño no recuerdo haber recogido a nadie—Murmuro al mirarlo de cerca.
La mujer recién se había levantado por la mañana y lo había encontrado acostado en el sofá, tenía ojeras y estaba un poco desnutrido, se notaba que era un niño necesitado y hasta cierto punto parecía que estaba abandona.
—Claro que si, en Francia con su auto—Explico al arroparse el cuerpo con la sabana, nuevamente sentía el frio del mundo en el cuerpo.
La mujer ladeo la cabeza.
—Yo no tengo auto Payki—Confeso abrumada—¿Puede ser que alguien te dejo aquí y entraste? —Conjeturo al llevarse una mano a la cabeza.
Payki sonrió levemente, pensó que Adele era una demente, de esa manera lleno de agotamiento volvió a quedarse dormido.
Emma se encogió de hombros, pues no esperaba haber recogido a un niño de la calle, apenas podía mantenerse ella por los gasto de la clínica en la que su padre estaba internado, como para mantener a un chico cualquiera que encontró abandonado. Se preocupó por los gastos, pero luego de ver de cerca al pobre chico entendió que no podría abandonarlo.
—Hiciste una promesa—Susurro el niño somnoliento.
Emma se quedó inmóvil, no esperaba haberle prometido nada a un extraño, ella no era ese tipo de persona.
Respiro profundo y observo como el Beagle mordía su pantufla de conejo.
Si no recordaba la promesa no tenía que cumplirla, después de todo el niño podría estar mintiendo, se propuso a buscar información de Payki Nizan en el buscador de google, sabía que debía encontrar algo sobre él, pudo haber escapado de casa o ser un emigrante, google no falla, pero no había nada de él.
Duro tres horas sentada frente al computador esperando encontrar respuestas sobre el niño que había aparecido misteriosamente en su sala, pero no encontró nada. Estaba llena de curiosidad, llena de responsabilidades y de preocupación, era fin de semana, se tomaba el día libre y no daba ni asesorías ni investigaba casos para la defensa en un juicio, solo veía La ley y el orden, Netflix e iba a visitar a su padre a la clínica en la cual estaba internado.
—Yo no te prometí nada niño—Murmuro para sí misma en la cocina mientras preparaba sándwiches, el único plato que sabía preparar por si sola.
Bajo la mirada y observo que el cachorro tenía su plato de comida vacío.
Emma suspiro.
—Comes mucho chiquito—Consintió.
Emma salió pasear la cachorro, mientras Payki dormía, temió dejarlo solo, debido a que podría robarse algún objeto de valor, pero se aseguró de dejar el sitio cerrado, creyó que sería más seguro para el chido quedarse con ella mientras encontraba a sus padres, iría a la jefatura a declarar por su desaparición y posiblemente lo llevarían a un orfanato, pues ella no podría hacerse responsable de otra vida.
Camino por las estrechas calles de Mónaco donde las voces de las personas y los autos resonaban con tal fervor, apenas era sábado, un sábado por la mañana y aun así el mundo continuaba sus respectivas actividades, era mayo y en ese mes había más turistas que en cualquier otro.
Emma no tenía tiempo para distraerse y menos cuando se encontraba intentando generar diez veces más lo que ganaba realmente, la clínica Geoffroy Saint Hilaire Clinic en la que su padre se encontraba internado era realmente costosa y todo ello debido a su extraña enfermedad degenerativa.
Camino hasta los jardines de Mónaco, cargaba ropa deportiva y el cabello atado con una cola de caballo.
Luego de pasear al cachorro volvió hasta el departamento y se encontró con que Payki seguía durmiendo.
Se dirigió al baño, luego de haber sudado arduamente por su larga caminata y luego salió, se encerró en su habitación para poder vestirse y dirigirse a la clínica Geoffroy Saint Hilaire Clinic, esperaba poder recibir buenas noticias sobre el tratamiento nuevo que implementaban en su padre.
Se vistió con un pantalón n***o y una camisa manga largas suelta, se cabello estaba suelto y llevaba una delgada capa de maquillaje en el rostro, sus labios estaban ligeramente pintado por un color rojo claro, solo deseaba resaltar ligeramente, no desea llamar demasiado la tensión. Debía lucir elegante pues la profesión que ejercía requería de mantener una buena apariencia al público.
Sin embargo, siempre cargaba con insatisfacción, su vida no era exactamente la vida que deseaba vivir, menos cuando estaba bajo tanta presión a diario.
Camino con sus tacones por toda la habitación esperando que el niño no se despertara, mientras ubicaba en la sala su cartera, la misma en la cual se encontraba el efectivo con el cual le pagaría al Uber que la buscaría en unos minutos para llevarla a la clínica.
Encontró su cartera justo debajo de la cabeza de Payki Nizan, quien parecía haber caído inconsciente como una piedra.
Frunció los labios y se dirigió a la salida, acaricio al cachorro que siempre la acompañaba en ese solitario departamento y volvió a mirar al niño que había llegado de la nada a su vida.
Creyó que estaría bien si lo dejaba la mañana solo e inconsciente en su departamento, el niño no parecía tener malas intenciones y mucho menos la fuerza para hacer algún mal.
Cerro con seguro la puerta como de costumbre y se dirigió hacia la parte de debajo del edificio. El Uber la esperaba justo en la entrada. Mientras iba sentada en la parte trasera del auto miraba su teléfono, sin querer se encontró con una notificación de i********: donde tenía un nuevo seguidor, se sonrojo al observar que era Lucifer Grenoble quien había empezado a seguirla.
Se mareo de ipso facto estaba realmente sorprendida, un hombre tan poderoso como el no podría fijarse en una mujer como ella, estaba claro que no estaban a la altura de ninguno los dos, estaba segura de que solo era una presa para entretener su libertina mente y que como cualquier hombre ambicioso solo quería poseerla, Emma ignoro su solicitud y luego se percató de que casi llegaban a su destino.
Pago la diferencia al Uber en efectivo y se bajó del auto, estaba un poco incomoda al andar, pues los tacones con punta le hacían sentir que en cualquier momento podría caerse, se dirigió a recepción y cuando entro olvido por completo que debía comprar flores.
Quedo inmóvil en el pasillo, intentando conjeturar una rápida solución al problema, pero decisión que solo por esa vez lo dejaría pasar, fue recibida por una enfermera.
—Buen día señorita Lorient, siempre puntual—La señora de cabellos blancos la elogio—Llamare a la doctora Garnet para que pase a darle los detalles del nuevo tratamiento —Explico mientras marcaba rápidamente en el teléfono local un número.
—Un gusto María, gracias es muy amable—Amena—Hoy olvide traer flores para el arreglo de mesa de mi padre, vine apresurada —Conto con algo de agobio.
María la miro perturbada.
—Comprendo no se preocupe…no creo que necesitara comprar más flores—Musito María al mirar a Emma con nostalgia.
Emma frunció el ceño confundida, no lograba entender que intentaba decirle María con esa negación, decidió dirigirse a la habitación de su padre, luego de firmar la planilla de visitas.
Iba todos los fines de semana sin falta, antes de ir pasaba por una floristería y compraba flores conservadas, debían durar cinco días de la semana antes de marchitarse y eso si se mantenían en agua, solo se quedaba pocas horas, no lograba tolerar el mal carácter de su madre más de tres horas, luego de eso deseaba no volver a visitarlo, pero el remordimiento de consciencia le carcomía lentamente de culpa.
Una culpa que no entendí porque existía.
Camino por el pasillo ajetreado lleno de enfermaras y pacientes que caminaban fuera de sus cuartos para dirigirse a sus terapias mañaneras, alguno solo tenían problemas físicos, como una fractura que empezaba a sanar o había salido de una exitosa operación, mientras que otros no eran tan afortunados.
Emma se quedaba en blanco cada vez que iba a la clínica, sentía un gran peso sobre los hombros y su piel se palidecía más.
Logro llegar hasta la habitación en la que residía su obstinado padre y se encontró con el parado frente a la ventana, podía observarlo por una pequeña ventanilla de vidrio que se encontraba en la puerta. Estaba encorvado y una pequeña joroba se asomaba en su espalda, tenía el cabello pintado de un color grisáceo que se regaba por su cabeza como su fuera paja.
Emma trago saliva al girar el picaporte de la puerta y entrar.
—Papá—Lo llamo.
Su padre estaba ciego, la enfermada que tenía lo había cegado y cada ataque que tenía lo cohibía de alguna habilidad, con el tiempo los ataques empeoraron y cada vez podía hacer menos o estar menos tiempo sin atención médica.
Su padre giro cuidadosamente.
—Las enfermeras dicen que traes flores los fines de semana—Hablo severo.
—Si yo siempre traigo flores para ti papa…—Su voz temblaba ligeramente.
—¡Deja de traer esas estúpidas flores, las flores son para los muertos y yo aún no estoy muerto! —Replico— ¡Pero al parecer tu deseas que lo esté eres una pésima hija! —Vocifero al sentarse en el filo de la cama. —Este tratamiento absurdo no funciona, cada vez tengo más problemas para moverme y tú estas todos los días allá afuera haciendo quien sabe que, solo me visitas los fines de semana, estar aquí es estar como en un asilo, la comida es un asco y los baños también—Se quejó.
Emma se encogió de hombros, los gritos de su padre podrían escucharse en el pasillo.
«Desearía que estuvieras muerto tal vez» Pensó llena de ira al apretar sus puños.
—¿Sabes que hago todos los días? —Pregunto llena de frustración —¡Te diré exactamente qué hago, me levanto y trabajo para mantenerte en esta clínica, la mejor clínica de Francia!…¿sabes por qué? —Se tomó una pausa—¡Para mantenerte con vida! —Espeto.
Trago saliva,
Tenía la garganta seca, había llegado tan lejos como para recibir un regaño de su padre senil, había sido una mañana poco común.
—Intentas mantenerme con vida y estoy más al borde de la muerte, tu solo eres una egoísta Emma, todo sería diferente si hubieras sido varón, tal vez no serias tan inútil y esta no es la mejor clínica de Francia…tarada—Refunfuño al acostarse en su cama.
Emma se cubrió la boca y salió caminando de la habitación, había mordido su lengua, esperaba no insultarlo, no era capaz de hacer tal cosa, porque era cierto, él estaba a punto de morir y aun así la odiaba. La mujer tomo todo ese dolor y lo suprimió en lo más profundo de si, sus ojos se habían cristalizado y su mirada estaba perdida, pensó que cuidar de Payki era mejor que seguir manteniendo a su padre con vida.
Camino nuevamente por el pasillo con la cara en alto no deseaba revelar que estaba pasando por un momento de vulnerabilidad. Sin embargo, mientras reorganizaba sus emociones como si de archivos se trataran se encontró con la doctora Garnet, una mujer de edad avanzada que traía consigo un estetoscopio alrededor del cuello, una bata azul claro y su cabello recogido.
La doctora la saludo amablemente y la invito a su consultorio.
—Sorita Lorient, el tratamiento nuevo no le ha hecho efecto a su padre, la enfermedad no hay cedido ni un poco, evaluamos volver a utilizar el tratamiento anterior, que había sido más eficaz, puede que extendamos su estadía nuevamente en la clínica, no podemos arriesgarnos a darle de alta, está en un estado muy delicado—Explico con sus manos juntas.
Emma tenía las manos frías, parecía estar tranquila por fuera, pero por dentro un oleaje de emociones e indecisión se presentaban.
—Denle el tratamiento que tenga efecto en él, solo deseo que se mantenga controlada la enfermedad y pueda dormir tranquilo por las noches—Severa.
La doctora asintió.