◦.◦°.∙: Rainy :∙.°◦.◦
Camino con paso inseguro al lado de este alto y greñudo hombre, que no termina por darme confianza, por lo que freno en seco al no saber a dónde vamos.
—Discúlpeme, señor Davis… —Juego con mis manos, ante lo nerviosa que me siento—. Pero, ni siquiera me ha dicho a dónde vamos… —menciono, tratando de no sonar irrespetuosa. Se ríe.
—Tienes razón, Rainy, discúlpame, pero no me gusta andar en público —explica y me quedo mirándolo con cara de póker al no saber qué decir a eso, ya que, si es un coach personal, lo mínimo es que se maneje bien con público.
—Seré franca con usted —digo nerviosa—. Su apariencia me causa temor. No lo conozco de nada y ni siquiera sé a dónde vamos, ya que no ha dicho una sola palabra —agrego.
—Vamos a un café, aquí cerca. Ahí podremos conversar tranquilos —Explica—. Y no debería darte miedo, sólo soy un hombre con barba, gafas de sol y una capucha —Se encoje de hombros como si eso me tranquilizara, por lo que me río sin gracia.
—Pues por eso… —Cruzo mis brazos bajo el pecho y frunzo al ceño—. Ya sabe, “Ni una menos” —Hago alusión a la famosa consigna, por lo que suelta una estruendosa carcajada, que hace que quien pase a nuestro lado, se voltee a mirar.
—Descuida, Rainy, no te haré daño —explica—, simplemente no quiero que me reconozcan en la calle —dice, como si eso me hiciera sentido.
—Yo elegiré el lugar —asevero, obviando eso de que lo reconozcan. Se encoje de hombros una vez más y asiente.
Caminamos unas cuadras más en silencio y entramos a un pequeño café que yo escogí, ya que al menos aquí, todos podrán notar que estamos. Caminamos a una mesita al fondo, al lado de la barra de cafés donde hay bastante movimiento, lo que me da más seguridad.
Finalmente, Scott Davis, decide dar la cara, al bajar la capucha de su chaqueta y quitarse los lentes. Dejándome ver un cabello rubio lleno de ondas hasta su mentón, una barba demasiado frondosa para mi gusto y unos intimidantes y bonitos ojos celestes.
—Y por favor, Rainy, dime Scott —dice, mientras deja sus gafas a un lado—, no soy tan viejo como para que me trates de usted —Se ríe—. Apenas tengo treinta y tres años —Aclara, lo que me llama mucho la atención, ya que al menos, se ve de unos diez años más.
—Digamos que tu apariencia no ayuda mucho, Scott —respondo y quizás fui demasiado franca, ya que me frunce el ceño.
—¿No me reconoces? —cuestiona y pienso unos minutos de dónde podría reconocerlo, pero por mucho que lo pienso, nada se me viene a la memoria. Niego.
—¿Tendría que hacerlo? —Mira a todos lados y asiente.
—¿Recuerdas la serie “Stop the bully”? —cuestiona y mi mente otra vez viaja entre mis recuerdos, hasta que sonrío al recordar la serie que veía cuando era adolescente.
—Sí, la recuerdo… La veía todas las tardes, al llegar de la escuela —menciono y ladeo mi cabeza, con un gran signo de interrogación en mi cara—. ¿Por qué? —cuestiono.
—¿No me reconoces aún? —Lo miro fijamente con el ceño fruncido, intentando hacer memoria y me detengo en sus ojos una vez más. Repaso por mi mente a los protagonistas de la serie—. Axel —menciona—. Axel “Ace” Ribbons —dice, logrando que lo mire una vez más y me largue a reír.
—¡Jamás te hubiese reconocido si no me lo dices! —exclamo atacada de la risa, pero él no se mueve de su sitio, mirándome serio, por lo que trato de componerme—. ¿De verdad te cubres tanto, por temor a que alguien te reconozca? —cuestiono, asombrada ante la información y asiente, mirando hacia los lados—. Tranquilo, no pasará —Lo calmo, por lo que me frunce el ceño—. Han pasado ¿qué?, más de quince años de eso… la gente no tiene memoria para esas cosas —Me justifico—. Además, ¡estás muy distinto! —exclamo una vez más, entre risas.
—¿Tú crees? —cuestiona y asiento.
—Te lo aseguro —respondo—. Me gustaba mucho la serie, aunque estaba perdidamente enamorada de Liam —digo, al recordar a ese hermoso chico de cabello castaño y ojos color miel. Bufa.
—Ese tipo era un engreído —Se excusa.
—Bueno, tú no te quedas atrás si piensas que, saliendo a la calle, sin cubrirte para que no te reconozcan, sea algo normal —digo sin filtro, por lo que frunce el ceño una vez más—. Lo siento… a veces, soy demasiado franca —Me cubro el rostro y suspiro.
—Ya veo, pero está bien, Rainy. Estamos aquí para hablar de ti y es lo que haremos —Al fin uno de los meseros se acerca a nosotros, por lo que pedimos un café y un par de donas.
¿De verdad cree que alguien lo reconocería, si nunca más apareció en otro tipo de serie o película?
—Bueno, Rainy —Rompe el silencio que se había generado entre los dos—. ¿En qué puedo ayudarte?, ¿Por qué, o para qué me llamaste? —cuestiona. Suspiro pesado y sonrío, al no tener idea cómo responder.
—¡Uff! —exclamo, sin saber por dónde empezar—. Son tantas cosas, que no sé cómo responder —digo simpática, haciéndolo reír.
—Bien, ya viste que no muerdo, así que tranquila —Se ríe, contagiándome a mí—. Te voy a confesar algo, para que entremos en confianza y luego, me vas contando —Sonríe—. ¿Te parece? —Asiento y me guiña un ojo—. Eres la primera mujer que me llama pidiendo ayuda, así que, como tú, también estoy nervioso —confiesa.
En eso, se acerca el mesero con nuestros cafés, por lo que le damos las gracias y retomamos la conversación.
—Como ya te pregunté, necesito conocer cuáles son las inquietudes de las personas a las que voy a asesorar para poder armar un plan según sus requerimientos —explica, por lo que me deja pensando en las mías por un momento—. Cada persona es diferente y por supuesto, no todos necesitan lo mismo —agrega y le doy la razón.
—No sé si quiero algo puntual… —respondo dudosa—. Sólo te puedo decir, que soy una persona que le hace honor a su nombre, cada día de su vida —menciono, por lo que me alza una ceja, mientras muerde una dona. Se apresura en terminar de masticar y bebe un poco de café.
—Rainy… —Piensa en voz alta—. Si entiendo bien a lo que te refieres, ¿es que traes una nube negra sobre tu cabeza? —cuestiona. Asiento y me señalo el suéter, manchado por el café que derramé sobre mí. Se ríe—. Pensé que había sido un hecho aislado —Niego.
—Es cosa de cada día de mi vida… —Suspiro—. Si no me pasa nada, me asusto —bromeo.
—A mí me parece un nombre original y bonito —dice sonriente—. Creo que ya con eso tenemos algo en lo que podemos trabajar —Saca de un bolsillo interior de su chaqueta, una pequeña libreta donde comienza a anotar.
—Mi madre, estaba con una fuerte depresión cuando estaba embarazada de mí… —comento—. El día en que yo nací, llovía torrencialmente y decidió ponerme Rainy, por ese motivo —explico y sigue tomando nota.
—Esa será la lluvia torrencial de la que nunca se olvidará —dice sonriente y niego.
—La depresión pudo más… Ella… No logró superarla —explico, con un nudo en la garganta.
—Lo lamento —dice, poniendo su mano sobre la mía.
—No pasa nada… —contesto—. Créeme que es algo que estoy acostumbrada a contar, exactamente, cuando explico las razones de mi nombre —Esbozo una sonrisa de medio lado y le doy un sorbo a mi café, que me sabe a gloria, ya que está mucho más rico que el que compré a las afueras del metro.
—Es algo que iremos revisando, si te parece —menciona y no entiendo a qué se refiere—. A lo de tu mala suerte —explica, como si me estuviera leyendo la mente—. A veces, somos nosotros mismos quienes nos hacemos zancadillas —asevera.
—Está bien… —respondo—. Tengo una pregunta —Trago saliva con fuerza, ya que es algo en lo que no había pensado y ahora me da mucha vergüenza preguntar.
—Claro, adelante —dice, amistoso.
—Verás… —Suspiro—. Llevo algunos meses cesante… —Niega de inmediato.
—Por lo general, es uno de los temas más comunes, en los que intento ayudar —Sonríe—. No te sientas mal por eso, ya que, para que logres confiar en mí y yo pueda ayudarte es mejor que dejemos el p**o para el final, cuando ya logres el éxito que esperas conseguir —Me guiña un ojo y quedo un poco en shock, ya que o se tiene mucha confianza, o trabaja sin necesidad de hacerlo.
—¿Cómo sabrás que te pagarán, después de hacer un coaching? —cuestiono, intrigada.
—Porque este coaching, es en base a la confianza, Rainy —explica—. Si hay dinero de por medio, antes que yo pueda ayudarte, siempre te quedará la duda de si lo hago por dinero, o porque realmente quiero verte lograr tus objetivos —explica y se me hace bastante sensato.
—Es arriesgado, ¿no? —Niega.
—Nunca nadie ha dejado de pagarme, al final de cada coaching que he realizado —dice sonriente—. Es como esas pruebas de confianza, donde te dejas caer para que tu compañero te atrape —menciona y asiento, ya que, en uno de los ramos en la universidad, me tocó pasar por algo así… salvo que sí me dejaron caer.
Si confía tanto en su plan, seguro que es efectivo, ¿verdad? A pesar de que es un tanto arrogante a veces, algo me dice que confíe en él… ¿Qué harían ustedes?
—¿Hace cuanto estás sin trabajo, Rainy? Y ¿a qué te dedicas? —cuestiona.
—Soy diseñadora de interiores —Sonrío—. Sólo he ejercido una vez y no fue la mejor experiencia de mi vida, así que ahora busco trabajo de lo que sea, porque necesito vivir y pagar mis cosas… —respondo, con un poco de pena.
—Bien —responde, anotando en su libreta—. Bueno, creo que tenemos algunas cosas importantes aquí —dice, señalando su libreta—. Como eres la primera chica, que me pide ayuda —Sonríe—, creo que debería ser una experiencia en la que los dos nos sintamos cómodos, así que, si me permites, voy a ser tu sombra por un par de días, para conocerte mejor —explica.
¿Mi sombra?, ¿WTF?, ¿a qué se refiere?, ¿será la señal para que salga huyendo?