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Cinco pasos para amarte

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Blurb

Scott Davis es un actor que consagró su carrera a los quince años, cuando se hizo famoso tras una serie adolescente de éxito internacional, “Stop the bully”.

Actualmente no ejerce su profesión, por que “aún no encuentra el papel apropiado para alguien como él”, por lo que se ha dedicado durante los últimos años, a realizar coaching y asesorías motivacionales en diferentes empresas, aunque… también fracasó con ese proyecto.

Cuando ya se había dado por vencido, una última idea de emprendimiento lo hizo abrir un nuevo nicho de negocio, ayudando a quien lo necesite, para mejorar su vida, lo que él aseguraba, era posible con tan solo “cinco pasos para el éxito”.

Rainy Taylor, así como lo dice su nombre, no es una chica muy afortunada. Siempre le llueve sobre mojado, logrando con eso, que su entusiasmo por la vida, vaya cada día de mal en peor.

Pero es optimista, a pesar de todos los traspiés que tiene en su vida, sigue intentándolo cada día, o al menos, hasta que debe conocer a Scott Davis, tras no ver el arcoíris, después de una fuerte tormenta.

Necesitaba un empujoncito, ya que su avión no quería despegar y echarse a volar.

¿Aceptará la ayuda de Scott?, ¿Saldrá el sol después de la tormenta?

◦.◦°.∙:↯:∙.°◦.◦

Diseño de portada por Andrea Paz.

Se prohíbe cualquier copia parcial o total de la obra. Registro oficial es SafeCreative 2206301487269.

Todos los derechos reservados para Andrea Paz PS.

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01. Llueve sobre mojado
Cinco pasos para amarte es una novela exclusiva en la plataforma Dreame y Sueñovela. Escrita por Andrea Paz PS y registrada en SafeCreative bajo el código: 2206301487269. Se prohíbe cualquier copia parcial o total de la obra, ya que estará infringiendo los derechos de autor. _________________________________ ◦.◦°.∙: Rainy :∙.°◦.◦ —No te preocupes, nosotros te llamamos… —La chica lee el nombre en mi hoja de vida y me vuelve a mirar—. Rainy —Hace una mueca y le doy una sonrisa de labios apretados, para darme media vuelta y salir de aquel lugar. No sé si a ustedes les pase lo mismo que a mí, pero si hay algo que he aprendido a odiar con el pasar del tiempo es esta maldita frase: “Te llamamos”. ¿Tan difícil era decir “no necesitamos a nadie por ahora, pero gracias”? o ¿qué tal “no cuadras con el perfil que buscamos, pero gracias”? incluso podría ser “no estamos contratando personal en estos momentos, pero gracias”, pero noooo, les encanta ser protocolarios, poner cara de póker con un intento fallido de sonrisa y decir “te llamamos”, ¡cuanto lo odiaba! “¡Piiiii!, ¡piiiii!” —¡Muévete, fracasada! —grita un hombre, tras tocar el claxon para que me apresure en cruzar la calle. Por apurar los pasos, trastabillo y voy directo al suelo, soltando mi carpeta con los curriculum y papeles con información personal, los que vuelan por los aires. Me apresuro en ponerme de pie, ya que como siempre, nadie me ha tendido una mano. Limpio un poco mi ropa y comienzo a recoger los papeles que comienzan a volarse con el viento. —¡Magnífico! —bufo, agachándome para comenzar a reunir mis documentos. Tomo todos los papeles como puedo y los guardo una vez más en la carpeta. Miro hacia todos lados y termino de cruzar la avenida, cuando otro auto pasa cerca de un charco, embarrándome por completo, por lo que simplemente cierro los ojos y respiro profundo. —¡Looooser! —exclama el tipo del auto, muerto de risa, dándose a la fuga. No crean que hoy ha sido mi día “especial” de catástrofes. Toda mi vida ha ocurrido de la misma forma. Evento tras evento, desgracia tras desgracia, pero a pesar de todo, soy optimista… Sé que al final de la tormenta, siempre sale el sol, aunque sé que no para todos. —¡Al menos yo no me voy a rendir! —exclamo, por lo que la gente me queda mirando, con cara de risa y pena a la vez, al verme toda embarrada. —¡Así se habla, hija! —Un mendigo me alza una lata de cerveza, y asiente hacia mí. Le hago un asentimiento y decido dar por finalizado mi lunes de curriculum, ya que ha sido todo un fracaso. Vuelvo al edificio donde tengo mi pequeño apartamento. No es la gran cosa, pero es lo que puede pagar mi padre por mí, mientras encuentro un trabajo, ya que me niego rotundamente a volver a Utah, con él y su nueva familia. No es que no quiera estar junto a mi padre, pero Mary, no era la mejor de las madrastras conmigo, ya saben, como Cenicienta o Blanca nieves. Y ni hablar de Bob, su hijo; es como el típico matón que hace bullying y a mí, no me deja en paz. A mi padre siempre lo voy a amar, pero a su nueva familia… no lo sé, sólo espero que sea feliz. ¿Ustedes no harían lo mismo? Ya me había acostumbrado al ajetreado ritmo de California, y sabía que aquí tendría más oportunidades de crecimiento, pero sí estaban tardando un poco en llegar, aunque eso no me hacía bajar los brazos. Por ahora, estaba dispuesta a trabajar de cualquier cosa, para poder mantenerme sola, mientras busco alguna oportunidad como diseñadora de interiores. Me quito la ropa sucia, dejándola en la cesta de ropa y me dirijo con pesar al baño, para quitarme todo el barro de encima. Entro a la ducha, abro la llave y… —¡Ahhhh! —El agua sale tan helada que me duele la piel. Comienzo a reírme como maniática, ya que hoy no ha sido el mejor día de mi vida. Me envuelvo en una gran toalla y bajo al piso del administrador para reclamarle. Doy dos golpes a la puerta y sale la señora Martha con Blacky, su gato, en brazos. —Buenas tardes, señora Martha —La anciana me mira con el ceño fruncido al verme así. —¿Qué le pasó esta vez, mi niña? —cuestiona con preocupación. —Venía para hablar con Byron, ya que no tengo agua caliente y no sé porqué —explico. —Déjame resolverlo a mí, madre —dice el robusto hombre, al correr a la anciana y asomarse a la puerta—. Rainy —Me da una mirada lasciva de arriba abajo que me hace sentir incómoda, a pesar que mi toalla es enorme y no hay por dónde mirar—. La semana pasada envié una nota a cada apartamento, avisando que el calentador de agua estaría en mantención —explica, por lo que intento hacer memoria y bufo, al recordar que la tome y la dejé sobre la cocina, sin haberla leído. —¿Era hoy? —rebato y asiente—. Ush… ha pasado un auto y me ha embarrado entera —explico a los dos, ya que la señora Marta se vuelve a asomar por el lado. —Pero eso no es mi culpa… Yo avisé con tiempo para que se organizaran —explica con su ceño fruncido. —Puedes calentar agua en la cocina y quitarte el barro, hija… así nos bañábamos antes, cuando yo era jovencita, como tú —dice amable, la señora Martha. —Gracias, señora Martha, usted como siempre es un amor —Le sonrío a la anciana—. Y perdón si los interrumpí. Adiós —Me despido, para comenzar a subir la escalera, cuando se me enreda la toalla con la pantufla y se me sale del cuerpo, dejándome completamente desnuda en las escaleras del edificio. Ni siquiera soy capaz de mirar si Byron y la señora Martha siguen ahí o no, por lo que me vuelvo a poner la toalla y subo lo más rápido que me dan las piernas. —¡Bonito trasero, Rainy! —exclama Byron, para luego reírse a carcajadas, lo que me hace subir aún más rápido para pasar el bochornoso momento en la seguridad de mi apartamento. ¿Ya ven?, nací con una nube encima y haga lo que haga, siempre acaba en una desgracia. Tras hervir agua en el hervidor y en algunas ollas, logro darme el anhelado baño como corresponde, quitándome el barro de encima. Miro la hora y bufo, ya que no he comido nada y es hora de hacer lo único que me generaba un ingreso desde hace un par de meses; cuidar a los dos pequeños hijos de Jessica, una vecina en el edificio del frente. Me pongo un pantalón deportivo n***o, una camiseta holgada de color rosa, una sudadera fucsia y mis tenis más cómodas para corretear a un par de niños. Me hago una coleta desordenada y tomo una manzana, para salir del edificio. Antes de llegar al primer piso, miro bien por si estuviera Byron, ya que me da mucha vergüenza volver a encontrarme con él después de mi bochornoso episodio, pero al no ver a nadie, bajo apresurada y camino a paso veloz hacia el edificio del frente. Termino mi manzana en el camino y tiro el sobrante en uno de los papeleros, para comenzar nuevamente a subir al tercer piso, donde vive Jessica y sus pequeños hijos. (…) Son más de las nueve de la noche y Jessica no llega. Tampoco me ha llamado por lo que ya me estaba inquietando al no saber nada de ella, ya que nunca había pasado que tardara tanto y menos sin avisar. ¿No odian cuando los dejan esperando sin avisar?, yo sí, y mucho. Los pequeños se han dormido hace unos momentos atrás después de haberles dado de cenar, y a pesar que Jessica me dijo que podía comer junto a los niños, preferí esperar para hacerme de comer en casa, por lo que el estómago me ruge del hambre y agradezco al universo que por suerte Alison y Mark son tranquilos, o no sé si podría aguantar un par de demonios de Tasmania revoltosos, pero gracias a ellos, tengo una entrada de dinero con el que al menos, puedo comprar cosas para comer. Se sienten las llaves de la casa y una Jessica completamente abatida, cruza la puerta, por lo que corro hacia ella con preocupación. —¿Qué pasó, Jess? —pregunto alarmada. —Frank me dejó —susurra aguantando un sollozo. Sus ojos sumamente rojos e hinchados. —Oh… lo siento mucho —La abrazo y se larga a llorar con fuerza sobre mi hombro, por lo que largo un suspiro, preparándome mentalmente que me quedaré por aquí, un largo rato más. Mientras me contaba cómo habían sucedido las cosas con su ahora ex novio, agradezco que me haya rugido el estómago con fuerza, ya que se disculpó y me preguntó si había comido algo, por lo que, ante mi negativa, pidió una pizza para las dos y logré meterle algo de comida a mi organismo o realmente no sabía si lograría llegar a casa sin desmayarme, con tan sólo una manzana en el cuerpo, durante todo el día. Me dio las gracias por haberla escuchado y me transfirió el dinero a mi cuenta, por lo que al menos sabía, tendría una semana más de comida garantizada. Incluso, me pidió como favor especial, si podía ver a los niños el viernes por la noche, ya que saldría con sus amigas para olvidarse de Frank, asegurándome que me pagaría un poco más por el favor de quedarme con Alison y Mark durante la noche. ¿Qué si acepté?, por supuesto que lo hice. Llego al apartamento y por fin me siento en el sofá para comenzar a revisar los curriculum que habían volado por los aires y averiguar si debo imprimir más, por si alguno se dañó. Mientras doy vuelta la carpeta con todos mis documentos y papeles, encuentro un volante todo roñoso y manchado, con un anuncio que llama mi atención por completo. “Si sientes que en tu vida todo está saliendo mal, llámame. Scott Davis: cinco pasos para el éxito” Bufo tras leerlo, ya que parece uno de esos anuncios de “¡Llame ya!” que ponen en la televisión. Además que hay un montón de ese tipo en internet, ya sea en r************* o páginas web y los cuales casi siempre paso de largo, por lo absurdo que me sonaban. Si apenas yo puedo con mi vida, ¿qué podría hacer un coach por mí?, ¿verdad?

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